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El macabro final de Peter Kürten, el vampiro de Düsseldorf

Tal día como hoy de 1883, hace 140 años, nacía uno de los asesinos en serie más infames de la historia, detenido por fin en 1931
El macabro final de Peter Kürten, el vampiro de Düsseldorf
El macabro final de Peter Kürten, el vampiro de DüsseldorfWIKIMEDIA
La Razón
  • Sofía Campos

    Sofía Campos

Madrid Creada:

Última actualización:

Por algún extraño motivo, que desde hace siglos la ciencia intenta encontrar, nos fascina lo macabro. Por pura fascinación morbosa, por curiosidad empírica, o hasta por mera capacidad empática, desde siempre nos hemos sentido atraídos por lo más feo del ser humano. Es la razón, por ejemplo, por la que programas y documentales de "true crime", o las recreaciones desde la ficción de la vida de asesinos en serie triunfan en todas las plataformas. De algún modo, lo terrible... atrae. Y esa atracción también pasa por los sujetos que han estado detrás del mal, los que han sido capaces de transgredir los límites de la moral y la ética y han sido capaces de cometer los crímenes más horribles que la mente es capaz de imaginar.
Uno de estos asesinos, quizá de los más infames, sea Peter Kürten. Quizá el nombre no les diga nada, pero este ciudadano alemán nacido tal día como hoy de 1883 pasó a la historia, en realidad, por el sobrenombre que le puso la prensa: el vampiro de Düsseldorf. Kürten, hijo de un matrimonio roto en una familia desestructurada, fue testigo en su infancia de cómo su padre violaba en repetidas ocasiones a su madre, una violencia endémica en el hogar que lo llevó a abandonarlo con apenas ocho años. Según contó él mismo, aquella crianza le cambió para siempre y, de hecho, se cree que su ansia homicida comenzó poco después, ahogando a dos niños en el Rin con apenas 9 años, pero este dato jamás se ha confirmado y puede ser parte de la leyenda que le persigue.
Y es que esa fama se la ganó a pulso el asesino alemán, gracias a la ola de crímenes que cometió entre 1925 y el año de su detención, 1930. Lo terrible de su rastro de sangre, además de en la cantidad, sumando hasta nueve asesinatos, fue la edad de sus víctimas, casi siempre niñas adolescentes entre los 13 y los 17 años. Además, intentó asesinar hasta a otras siete mujeres, de un total de 79 cargos por los que fue juzgado. Lo más morboso del asunto, y por lo que pasaría a la historia de los más sanguinarios, sería precisamente que Kürten alegó beberse la sangre de sus víctimas, ya en el juicio, y según criminólogos modernos, para intentar alegar una especie de enajenación transitoria que le pudiera salvar de la horca.
Nada pudo, eso sí, con la tenacidad de los fiscales germanos, que le condenaron a muerte en 1931. Su cabeza rodó un 2 de julio, dejando atrás una vida maldita y una existencia infame, que convertiría en leyenda para la cultura popular el director Fritz Lang en "M, el vampiro de Düsseldorf", una de las películas más importantes de la historia del cine. Después de ser ejecutado, lo que quedó de su cabeza fue diseccionado, y en la actualidad sus restos se conservan en un museo de Wisconsin, en EE.UU.

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