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Mahi Binebine: «En Francia no ha habido un mestizaje social»

En la novela «Yo, bufón del rey», el escritor marroquí recrea las peripecias de su padre cómico e intelectual en la corte de Hassan II, de quien llegó a ser uno de sus fieles más cercanos

El escritor marroquí Mahi Binebine/ALBERTO R. ROLDÁN
El escritor marroquí Mahi Binebine/ALBERTO R. ROLDÁNlarazon

En la novela «Yo, bufón del rey», el escritor marroquí recrea las peripecias de su padre cómico e intelectual en la corte de Hassan II, de quien llegó a ser uno de sus fieles más cercanos

Mohamed Binebine fue el bufón del rey Hassan II durante treinta años. No era un bufón al uso. Sabio, divertido, intelectual, un tipo genial y absolutamente leal al monarca, tanto que llegó a renegar de su hijo, un opositor al régimen encarcelado durante 18 años cuando intentó matar a ese mismo rey al que servía su padre. Mahi Binebine (Marrakech, 1959) es el hijo del bufón del rey y hermano del hombre que se pudrió en prisión. Binebine siempre pensó que su padre había sido un cobarde, pero el tiempo le dio otra perspectiva. Su padre murió en 2008 y Binebine es hoy un escritor y pintor aclamado que recrea las peripecias de su progenitor en la novela «Yo, el bufón del rey» (Alfaguara).

–¿Por qué encarcelaron a su hermano?

–Participó en un intento de golpe de Estado contra el rey Hassan y pasó 18 años en la cárcel.

–Su padre trabajaba como bufón del rey Hassan. ¿Intentó mediar para salvar a su hijo?

–No, todo lo contrario, mi padre renegó varias veces de su hijo y rompió con su familia. Yo tenía doce años cuando ocurrió y siempre le recriminé lo que había hecho. Yo pensaba que era un gran cobarde, pero ahora pienso que quizá renegó de mi hermano para salvar al resto de la familia.

–¿Pero su hermano se reconcilió con él verdad?

–Y yo también, al final fuimos amigos. Cuando mi hermano salió de la cárcel, tras 18 años bajo tierra, había perdido 40 centímetros de envergadura, era casi como los que salían de los campos nazis. No se tenía en pie. Unos días después de salir me pidió que le llevara a ver a mi padre. Cuando se encontraron se abrazaron y lloraron como niños.

–¿Cómo logró sobrevivir su hermano en esa prisión tan dura?

–Me dijo que de los 29 detenidos que había en el edificio donde él estuvo preso solo sobrevivieron cuatro. Y esos cuatro eran aquellos que no tenían odio en su interior. Cuando tienes odio te destruye a ti mismo. Mi hermano no odió ni a Hassan II ni a mi padre. Así se salvó.

–Su padre les abandonó...

–Sí, yo tenía 3 años. Mi padre nos abandonó, nos dejó crecer como si fuéramos hierba. Hoy día ya no se hace esto con los hijos.

–¿Fue un libro liberador o un ajuste de cuentas?

–Fue liberador. Y fue duro escribirlo porque hacía falta una dosis de esquizofrenia muy grande para habitar el cuerpo de mi padre y hacer de él el narrador principal. Es un libro de reconciliación. La primera vez que he usado la palabra papá es la que aparece en la dedicatoria.

–¿Cómo describiría el carácter de su padre?

–Se pasaba la vida riendo. Tenía una gran capacidad de fabular, contaba miles de historia de antaño, una detrás de otra. Fue un hombre egoísta, que tuvo hijos de los que no se ocupó. Y era también un artista y quizá por eso era egoísta. Al final de sus días intentó reconciliarse con todo el mundo.

–¿Qué ha heredado usted de su padre?

–Sin duda, los genes. Mi abuelo también fue bufón. Mi padre fue bufón de Hassan II y yo me he escapado por poco. Prefiero ser bufón de mis lectores.

–Usted trabajó en Francia, pero decidió irse. ¿Por qué?

–En el año 2002 asistimos al crecimiento de Le Pen. Llegó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y decidí irme a Marruecos con mi familia.

–¿Francia tiene un problema mayor con la tercera generación de inmigrantes árabes?

–Los franceses llevaron mano de obra extranjera árabe y los aparcaron en los barrios periféricos. Los olvidaron. De repente, 25 años más tarde, se han despertado y han visto que tienen franceses a su lado que no se parecen a ellos. Son la segunda y tercera generación, que ni son franceses ni hablan como sus padres. Esto era previsible. En Francia no ha habido un mestizaje social.

–¿Se esforzaron por integrarse esos descendientes?

–Muy pocos han conseguido integrarse. Yo fui profesor en escuelas de barrios periféricos en Francia y eran centros de segundo nivel, todo era complicado allí. El problema ha sido que los islamistas llegaron a esas zonas pobres, donde había un vacío, y lo han ocupado. Ahora hay que volver a trabajar para intentar establecer un vínculo con esta generación olvidada.

–¿Ve a Marine Le Pen como presidenta de Francia?

–Después de la victoria de Trump y de Bolsonaro ahora ya creo que todo es posible. Es una ola nacionalista que afecta a muchos países de Europa. Mira lo que está pasando en Italia, me da miedo.