Historia

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Malditos coches

El infante Gonzalo de Borbón, JFK, Carrero Blanco y Lady Di, son varios nombres de la macabra lista de «celebrities» muertas a bordo de un vehículo

El Lincoln Continental huye a la carrera segundos después del disparo a JFK el 22 de noviembre del 63
El Lincoln Continental huye a la carrera segundos después del disparo a JFK el 22 de noviembre del 63larazon

El infante Gonzalo de Borbón, JFK, Carrero Blanco y Lady Di, son varios nombres de la macabra lista de «celebrities» muertas a bordo de un vehículo.

Perecieron a bordo de los más lujosos coches de su época. Ninguno de ellos conducía su vehículo y todos, sin excepción, eran personajes renombrados en su tiempo. Dos de ellos murieron asesinados, un tercero bajo la sospecha de un crimen y el cuarto, en un trágico accidente. No se trata de una adivinanza, sino de un conjunto de macabros episodios de la historia universal reciente. Aludimos, por orden cronológico, al infante Gonzalo de Borbón, el benjamín de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, seguido del ex presidente de Estados Unidos John Fiztgerald Kennedy (JFK), de Diana Frances Spencer (Lady Di) y de Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno con Franco.

Empecemos por el primero: el 14 de agosto de 1934, mientras desayunaba en un hotel londinense del West End, Alfonso de Borbón y Battenberg, príncipe de Asturias, leyó estremecido este titular del «Daily Mail»: «Tragedia de un hijo del rey Alfonso». El rotativo añadía en un subtítulo: «Sufre un accidente en el coche que conducía su hermana». Alfonso se resistió a dar crédito a lo que leía, pero el desenlace de la crónica le hizo arrojar al fin la toalla, entre lágrimas: «Muere desangrado».

La víctima era su hermano pequeño Gonzalo, hemofílico como él, nacido el 24 de octubre de 1914, que aquel verano pasaba las vacaciones con su padre en casa del barón Born, en la ribera norte del lago Worther, en la localidad austríaca de Pörtschach. El lunes, 13 de agosto de 1934, Alfonso XIII ofreció una cena de gala en el hotel Werzer. Sus hijos Gonzalo y Beatriz estaban invitados en el hotel del Golf de Dellach y pidieron permiso a su padre para ir allí, prometiéndole que regresarían a las siete, para la cena.

Alfonso XIII accedió, prestándoles su espléndido Horch negro de seis cilindros, descapotable. El rey confiaba en la sensatez de su hija mayor al volante. Pero, aun así, al verla partir con su benjamín, no pudo evitar gritar a los dos su consejo de padre: «¡Tened cuidado! ¡No corráis!...». El automóvil se alejó por la carretera, en dirección a Klagenfurt. Horas después, los infantes todavía no habían regresado. Impacientado, Alfonso XIII no pudo resistir más y pidió al conde Khevenhüller y a su otra hija María Cristina que le acompañasen en busca de los infantes. Al volante de su coche, el rey no dejaba de escudriñar, muy alterado, la carretera hacia Krumpendorf. Al virar a la derecha, poco antes de llegar allí, divisó el Horch descapotable a la izquierda de la calzada: la rueda delantera derecha del coche estaba montada sobre la acera y el guardabarros del mismo lado aparecía abollado. De pie, junto al vehículo, estaba Beatriz, acompañada de un gendarme. Gonzalo se hallaba en el interior del coche, en el asiento del copiloto. Poco después, falleció desangrado a causa de la hemofilia.

Casi treinta años después, el 22 de noviembre de 1963, el destino cruel se cebó con JFK mientras viajaba a bordo de otro coche maldito: un Lincoln Continental de 1961, descapotable también, como el de Alfonso XIII. Era el único descapotable de cuatro puertas disponible en Estados Unidos, cuya longitud se amplió hasta casi 6,5 metros. Todo un orgullo para su fabricante Ford, aunque fuese efímero. Al cabo de once años, el 20 de diciembre de 1973, le tocó el turno al almirante Carrero Blanco en el interior de un Dodge 3700 GT de color negro y techo de vinilo, que saltó por los aires frente al número 104 de la madrileña calle de Claudio Coello. El vehículo del Parque Móvil Ministerial, con matrícula 16416 y número de chasis 2B9P001830, quedó convertido en un amasijo de hierros como consecuencia del salvaje atentado de la banda terrorista ETA.

La princesa Diana de Gales tampoco se libró de la muerte casi veinticuatro años después, el 31 de agosto de 1997. ¿Accidente o asesinato? Hay versiones para todos los gustos. La última de ellas, atribuida a tres reporteros de la revista «Paris Match», nos revela que la princesa viajaba a bordo de un vehículo averiado: un Mercedes S280, propiedad del Hotel Ritz donde se alojaba con su pareja Dodi Al-Fayed.

El antiguo propietario del coche, Eric Bousquet, desveló a los periodistas que el vehículo había sufrido un grave percance en enero del 95, cuando el delincuente que se lo robó dio con él hasta una docena de vueltas de campana. Considerado «siniestro total», fue reparado al final y vendido a Etoile Limousines por 40.000 euros. Aldabonazos del destino.