Modiano, entre la gloria y lo aberrante
El Premio Nobel de Literatura reaparece por partida doble con una novela de enorme calidad y una obra teatral que desmerece de su talento
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A lo largo de cincuenta años, Patrick Modiano nos invita a una investigación en la que el valle de Chevreuse es la piedra angular, gracias a las señales que surgen de la memoria de los personajes que han perseguido al protagonista, Jean Bosmans, desde la infancia. Su deambular por los lugares y los años, todo muy «modianesco», hecho de «flashbacks», de interrogantes, lo conducirá a los motivos de esta novela hipnótica, lisérgica y casi «davidlynchiana»... pero sin enanos y con el mismo color carmesí... Todo a través de una aparente fluidez que esconde las piezas de un rompecabezas formado por reminiscencias, titubeos de la memoria, señales de la infancia, recuerdos resucitados, sueños desvelados, y elementos para luchar contra los fantasmas del pasado. Metaliteratura en estado puro que conecta con un código de comunicación con sus lectores, que se repite una y otra vez en su obra.
Descubrir esta historia compuesta por diferentes capas es cautivador. Los hechos que emergen del olvido son los hilos a de-senrollar para recuperar toda la película de una vida, la suya, que no ha sido visualizada. Modiano nos engaña en sus viajes de memoria, pero en esta mise en abyme –imbricar dentro de una narración otra similar o de misma temática, de manera análoga a las matrioskas una forma fractal de metaliteratura– nos confía su proceso íntimo de creación literaria, un regalo para los adeptos a su religión literaria. Por eso es una novela con mucho peso atómico. No olvidemos que el héroe, Jean Bosmans, ya se ha paseado por otras obras del autor... ¿Un desdoblamiento, un reflejo especular del autor que se imagina atacado por el tiempo y llaves que abren las puertas de la construcción romántica que vincula a Chevreuse con el conjunto de la obra de Patrick Modiano? Porque... ¿Qué es Chevreuse? ¿Un sitio, un lugar, un recuerdo o un estado hipnótico del alma?
A Bosmans le resulta imposible, después de más de cincuenta años, establecer la cronología precisa de los acontecimientos: la travesía que emprende hacia el valle de Chevreuse –¿un lugar, un recuerdo, un enclave hipnótico?– que hace con Camille y Martine Hayward y que termina frente a la casa donde vivió en su infancia así como una visita al hotel Chatham donde él y una no tan amiga llamada «Calavera» para conocer la oficina de un tal Guy Vincent... ¿Por qué razón Camille –«Calavera»– lo hacen retroceder a un período de su infancia en el que no había pensado durante quince años? ¿Cuál es su propósito? ¿Quién está detrás de toda esta estrategia memorística? Y lo más importante... ¿para qué? El pasado vuelve como tantos fragmentos de un espejo hecho añicos, que hay que recoger, examinar, interrogar y reordenar. Modiano saca a relucir sus instrumentos favoritos: relojes caprichosos y brújulas brumosas, regalos de un pasado remoto que nos ponen sobe la pista de los caminos del pasado de Bosmans, que desentierra décadas después.
Dibujando el vago hilo de una casa misteriosa en el valle de Chevreuse, donde presenció inquietantes sucesos en su infancia, reconstruye minuciosamente el castillo de naipes de su memoria, reordenando uno a uno sus componentes, con sus damas (la casera Rose-Marie Krawell), sus «reyes» (el evanescente Guy Vincent) y sus sirvientes (su amiga Camille, «Calavera»). Agitado entre tiempos y lugares, rostros y nombres, dispara todas las reminiscencias, investigando un apartamento donde, al caer la noche, se reúnen personas «de mala reputación» que se comunican a través de una antigua «red», un teléfono en desuso: Auteuil 15.28 donde gentes «de la noche» contactan para verse.
El autor demuestra una vez más la brillantez con la que trastorna los péndulos del tiempo y revuelve los recuerdos para reajustarlos paulatinamente, jugando con los polos del desenfoque y la nitidez. Los aficionados a Modiano no dejarán de notar los efectos de la intertextualidad, con nombres, lugares y números tomados de obras anteriores y que resurgen fantasmagóricamente aquí. El punto de llegada podría decepcionar a algunos lectores ávidos de novelas fáciles, pero prescindiendo de todo esquema literario, Chevreuse nos muestra como la culminación del camino quizás no sea tan importante como las losas que lo pavimentan, hechas de silencios, destellos de luces de estrellas muertas, metaliteratura y pasos al otro lado del espejo gracias a los cambios estacionales. Esta novela es magia pura. Telaraña de ecos y correspondencias.
A mediados de la década de 1960, Jean Bosmans, de 20 años, es llevado a una casa en alquiler, cuyas paredes esconden extraños secretos de su pasado. Envuelto, a su pesar, en las huellas de su infancia, encontrará fragmentos de su pasado, sin decirlo, ni pretender revelar lo que obsesiona. Se conducirá como un fantasma más en la paralela ensoñación donde se cruzan figuras desvanecidas, fantasmas semejantes a chantajistas, que tejen una telaraña de ecos y correspondencias de la que el narrador no puede librarse. Un juego de pistas imprecisas, reminiscencias entrelazadas, huellas realistas y detalles enterrados, forman la trama romántica de este maestro del misterio: un niño criado en una casa que se va a alquilar, el recuerdo del nombre de una mujer con un mechero de plata perfumado, tres hombres salidos de prisión que quieren que les confiese dónde está el «mapa del tesoro» del hogar abandonado... El autor escarbará a tientas como un arqueólogo de la memoria... ¿Algo es realidad? ¿Todo es sueño? ¿Por qué los personajes aparecen y desaparecen en un tránsito neblinoso? ¿Alguien es real? Estamos ante la obra del premio Nobel de literatura en una búsqueda sonámbula del tiempo perdido ¿Podemos abordar de la misma manera esta trigésima novela de Patrick Modiano según seamos fieles del escritor o Chevreuse es el primer encuentro con el escritor? Novela no apta para novatos, sin duda alguna porque él, como Alicia, ya ha pasado al otro lado del espejo.
En cuanto a la obra teatral que se acaba de publicar, titulada «Muñequita rubia», es un divertimento literario alrededor de una pieza teatral sobre el paso del tiempo y sus consecuencias escrito en los ochenta por Modiano e ilustrado por Pierre Le-Tan (lanzado por Anagrama al mismo tiempo que la presente nouvelle) solo quiero decir que se trata del programa de mano del estreno en París de una pieza teatral (ficticia) de Pierre-Michel Wals. Sus páginas contienen el texto de la obra, una nota introductoria de la directora del Teatro de las Artes, el listado de personajes y actores, algunos bocetos del vestuario y algunos anuncios publicitarios.
La obra pone en escena el reencuentro de cinco amigos que en su juventud montaron el grupo musical los Peter-Pans y tuvieron un primer éxito con una canción titulada «Muñequita rubia». Veinte años después, vuelven a verse las caras. La peculiaridad de la reunión es que tres de ellos siguen vivos, han envejecido y están a punto de cumplir los cuarenta, pero los otros dos, que fallecieron, se presentan como fantasmas veinteañeros. El cruce de unos y otros lleva a una reflexión melancólica, divertida y desencantada sobre la vida, los anhelos y el paso del tiempo, en un territorio entre el sueño y la realidad. Con todos mis respetos hacia mi amado Modiano: esto es una aberración editorial.