Música

Manu Chao: cambiar el mundo, viajar en business

Una biografía se adentra en la vida de quien pudo conquistar el mundo con Mano Negra y trató de cambiarlo con canciones y activismo: fama y fortuna antes de desaparecer

El músico Manu Chao, líder de Mano Negra y autor de los exitosos "Clandestino" y "próxima estación... Esperanza"
El músico Manu Chao, líder de Mano Negra y autor de los exitosos "Clandestino" y "próxima estación... Esperanza"La Razón

Olviden todas las biografías de estrellas de la música. Son tan parecidas entre sí, tan pegadas al cliché del sexo, drogas y rock & roll, que asomarse a la vida del fugitivo y austero Manu Chao resulta una entretenida lucha de contradicciones vitales. Chao formó en los suburbios de París uno de los grupos más interesantes de los 90, Mano Negra, fascinado como estaba por el «flamenco bastardo» y películas como «Deprisa, deprisa» entre otras muchas influencias. Construyó una jerga políglota en la “patchanka” y llevó su rockabilly a las “banlieues”, la hostil Colombia del narco primero y en la Chiapas zapatista después, como escenarios primordiales de su arte y prioritario sobre los grandes pabellones occidentales. Sin embargo, también sufrió de las contradicciones de ser icono global de la antiglobalización, exitosísimo artista de disquera multinacional, y seguramente hoy alguien podría apuntarle con el dedo de la absurda apropiación cultural. “Mano Negra podía haber sido la banda más grande del mundo, pero en ese punto hicieron una gira en barco por puertos de Suramérica. Siempre ha torpedeado su propia fama, igual que en su etapa en solitario. Y eso le hace aún más interesante”, dice Peter Culshaw, autor de “Clandestino, en busca de Manu Chao” (Libros del Kultrum), una biografía que vio la luz en inglés en 2013 y que aparece ahora en castellano. Justo cuando Chao ha cumplido su objetivo y está más desaparecido que nunca. Pero si vamos a hablar de su vida es mejor ir por orden.

Hijos del periodista y escritor Ramón Chao y de la física Felisa Ortega, exiliados españoles en París, Manu y su hermano Antoine formaron varias bandas en el suburbio de París bajo la influencia de The Clash. Primero Joint de Culasse (Junta de culata), después Los Carayos (de lógica inspiración gallega, tierra de su padre y que visitaba cada vez que podían) y finalmente Hot Pants, donde van sumando las influencias del entorno. Ska, reggae y el raï que suena en las esquinas de las calles llenas de inmigrantes argelinos se van sumando al rockabilly y el punk que fascinan a los hermanos Chao. Forman un colectivo que ocupa locales abandonados y que representa a toda una generación de abandonados por las políticas oficiales del gobierno francés. La mezcla se destila en el punkabilly latino de Mano Negra (nombre de una banda anarquista andaluza del siglo XIX) que Culshaw compara con “una colcha harapienta llena de parches” y que de la manera más inesperada conquistó masas en Europa y Suramérica. Se trata de una energía nunca vista, una mezcla (antes de que lo llamen mestizaje) que proclama con orgullo el mundo periférico. En esos momentos, las ideas musicales y políticas encajan a la perfección, pero pronto se produce el primer cisma: el enorme éxito de “Mala Vida”, single de “Patchanka”, atrae las miradas de una compañía de discos Virgin, una multinacional, el diablo mismo a ojos de la comunidad punk, pero una decisión que antes que ellos han tomado Sex Pistols y The Clash. En el grupo, la votación se aprueba por la mínima con el apoyo de los Chao.

Gira por prostíbulos

Sin embargo, la firma del contrato con la multinacional no cambió nada el modo de vida ni las ideas del grupo. Bien al contrario, aprovechando el éxito, buscan acciones de mayor repercusión. Una de las primeras es llevar a cabo una gira en las “banlieues”, los suburbios de las grandes ciudades francesas y llamar a su siguiente disco “Puta’s Fever” en clara alusión a su fama de vendidos. Hicieron otro tour en pequeños y vetustos prostíbulos de Montmartre, con sus cortinajes de terciopelo rojo. Su debut en Nueva York fue todo un acontecimiento y podría haber sido el inicio de algo grande, pero la experiencia como teloneros de Iggy Pop, quien en contra de lo esperable les ignoró como a un grupo de tercera, les generó un rechazo frontal al territorio del norte. Con la popularidad del grupo en permanente ascenso y cada vez más ingredientes en la batidora de sonido, Mano Negra plantea las dos de las giras más extraordinarias de la historia del rock, ambas por Suramérica. La primera fue un salto mortal escénico: un tour a bordo de un carguero mercante que iría haciendo parada en los puertos del continente con el título de “La verdadera historia de Francia”. La segunda, a bordo de un tren que atravesaría las tierras baldías de Colombia, en pleno apogeo de la lucha entre guerrilleros y narcos.

Sin embargo, Mano Negra implosionó. Varios miembros estaban cansados del liderazgo y las contradicciones del cantante: “Si tuviera la cartera de Manu Chao, me iría de vacaciones al Congo”, cantó Jo Dahan en 2003 en una canción titulada “Manu Chao”. Lo cierto es que había tensión entre la retórica colectivista y el liderazgo del citado, según Culshaw. Muchos perdieron la paciencia con los sucesivos planes medio quijotescos medio megalómanos del líder de la banda. Las condiciones pésimas de higiene del viaje en tren por Colombia colmaron la paciencia incluso de músicos jóvenes que habían vivido de okupas. Todos los miembros del grupo se volvieron en su contra por sus maneras autoritarias en el estudio de sonido y le desposeyeron para el futuro de los derechos del nombre del grupo, el logo y las grabaciones, a pesar de que muchas eran íntegramente de Chao. En ese momento, comenzó su noche oscura del alma. Entró en una depresión que duró tres años y fue la primera de las dos veces que desapareció. Entre 1994 y 1997 nadie sabe qué estuvo haciendo. Fue un “fin de semana perdido” que pasó experimentando con peyote, viajando por Brasil, Chiapas y Galicia, caminando por las calles de innumerables ciudades, de Nápoles a Tijuana. No era capaz de permanecer en un solo lugar, como si huyera de algo, preso de una adicción al viaje. Tenía 35 años, tendencia a la depresión, y las palabras “Deprisa, deprisa” tatuadas en el antebrazo.

Millonario y activista

Y entonces, después de vagar, en Madrid, en Malasaña encontró la inspiración para volver a hacer canciones. Allí salieron los temas de “Clandestino”, lanzado el mismo mes que “Buena Vista Social Club”, en un momento en que se inventó un género, la llamada “world music”. Ese trabajo y “Próxima estación... Esperanza” vendieron millones de copias y los focos se dirigieron hacia él. Fue un éxito de otra naturaleza que el de Mano Negra. La omnipresencia de aquellas canciones un tanto facilonas le situaron a él y a su activismo en el centro mediático. Aprovechó su popularidad para las causas en las que creía, mientras venía millones de discos. Algunos veían contradicción en ello. “Soy consciente de que la rebeldía ha sido mercantilizada”, dijo en una entrevista cuando estaba siendo objeto de las críticas de un sector de la izquierda por vender discos más DVD, de nuevo, en una multinacional, lo que se contradecía con el mensaje de sus canciones sobre la maldad del capitalismo.

Manu Chao se involucró en causas antiglobalizacion, actuaciones contra el G8, por el pueblo saharaui y el de Chiapas, por los desposeídos de Congo a Siberia. “Creo que uno de los malentendidos es esa imagen que tiene de Che Guevara de cartón. La gente piensa que tiene unos ideales muy marcados, pero todo es cuestión de matices. La verdad es que no tener dinero durante mucho tiempo le hizo preocuparse por él. No se le puede culpar por ello, pero no creo que la gente le imagine viajando en ‘‘business’'. Y lo hace algunas veces, aunque no le gusta que se cuente porque es malo para su imagen”, señala el periodista. “Tiene 60 años, dadle un respiro. Por otro lado, si tiene que dormir en el suelo de cualquier casa, lo hace. O en su estudio, todavía lo hace. No es que sea amantes de los lujos”, dice su biógrafo. Ganó una fortuna, que fue la llave de su independencia y muchos le vieron como un vendido para siempre. “Lo que puedo decir es que gané mucho dinero y no me turba la conciencia. No se lo robé a nadie y lo he conseguido con el sudor de mi frente. Lo que hago con él es cosa mía y de la gente con la que me relaciono”, afirma Chao en el libro. “Ha donado muchísimo dinero y de una manera muy privada, porque no quería ser visto como un Bono o Sting molando por hacerlo -dice Culshaw-. Tiene una fundación y lo hace en privado. Y nunca jamás ha aleccionado a nadie sobre lo bueno que es con gente desfavorecida”. También le permitió rechazar patrocinadores de sus giras o el uso de sus temas en campañas publicitarias. Por eso Mano Negra descansa en paz.

La intrahistoria

Culshaw escribió el libro con el conocimiento del músico: “Le hice una entrevista para un periódico conservador cuando sacó ‘‘Clandestino’’, que para mí es una obra maestra. Fui a Barcelona y se suponía que iba a ser una cosa de 30 minutos pero duró horas y nos emborrachamos y acabamos en un bar hablando de filosofía y música... no fue algo normal”. Después, logró quedar con él varias veces. “Era algo digno del MI5 o algo así. Recibía una llamada que me decía: ‘’¿puedes estar a tal hora el viernes en no sé qué plaza de Madrid?’’. Y claro, iba para allá. Y cuando estábamos en Madrid, me decían: ‘’oye, mañana vamos a Argelia, ¿vienes? E iba. Siempre así, en el último minuto”. Culshaw estuvo con él en muchas de sus acciones artísticas y humanitarias. Vio la cara solitaria, la irascible y sobre todo la esquiva. “Con el tiempo nos fuimos acercando, pero él se pone nervioso cuando tiene gente que trata de acercarse, y ya no digamos si están escribiendo un libro sobre él. Eso no ayudó mucho a nuestra amistad. Después de cinco años detrás de él no puedo decir que haya llegado a la mitad del personaje”, dice el autor.

Queda un gran misterio: dónde ha estado los últimos diez años. “Pues es una buena pregunta. Yo hace tiempo que no estoy con él. Puedes seguir su actividad en internet. Publica música, pero no un álbum convencional. Puede vivir perfectamente sin estrés y sin hacer promoción. Hace pequeños bolos aquí y allá. Creo que se ha convertido en alguien que disfruta del bajo perfil”. Y ha logrado ser quien siempre quiso: Manu Chao ha desaparecido.