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La Élite, el punk vive en los pueblos

El dúo de Tàrrega (Lleida) publica dos discos de rabia y nihilismo que actualizan el género con cajas de ritmos
Nil Roig (aka Yung Prado) y David Burgués (aka Diosito), La Élite
Nil Roig (aka Yung Prado) y David Burgués (aka Diosito), La ÉliteLa Razón

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El caldo de cultivo del punk en los años 70 fue el desencanto, la falta de oportunidades, el auge de la moral represora y quizá tengamos la misma olla al fuego en este milenio. Aunque el género musical no esté precisamente en su mejor momento ante el auge de los estilos urbanos, no toda la Galia está ocupada por las hordas de la música latina o derivada del rap. Un reducto de irreductibles punks dan rienda suelta a su nihilismo desde la Lérida rural. Nil Roig y David Burgués son La Élite, el dúo de synth punk que nació como mandan los cánones, por el más estricto aburrimiento.
El dicho asegura que, cuando se aburre, el diablo mata moscas con el rabo. Eso se le aplica, por ejemplo, a quien se pasa el tiempo haciendo cosas inútiles y alguien podría pensar que hacer un grupo encaja a la perfección en la descripción de "cosa inútil". Con un sintetizador y una caja de ritmos, en cuatro tardes desde Tàrrega, nació la primera maqueta de La Élite, con sus primeros aullidos al nihilismo y al desencanto. "Somos de pueblo y las oportunidades son muy justas donde vivimos. Te dicen: "estudia para ser alguien". Pero luego no sirve para nada, salvo para tener un trabajo de mierda", dice Nil. "La vida es monótona. Te aburres mucho. Pero es que en general no hay mucho futuro y cuando haces canciones con esos ritmos rápidos te ayuda a sacar mierda", añade David. Ambos estudiaron. "Yo tengo a medias una carrera y un grado superior de educador social -dice David-. Me fue guay porque disfrutaba de ello, pero es súper precario. Muy mal pagado". "Y tengo una carrera y un máster", apunta Nil. ¿Le ha servido para algo? "Bueno, para ir tirando... pero lo que es ridículo es que el máster me lo acabé pagando con la música. Es lo absurdo". No era entonces tan inútil lo de hacer un grupo, después de todo.
Sin mucho futuro, hicieron canciones carentes de expectativa. "Escuchábamos música de todo tipo, pero cuando formamos La Élite escuchábamos más punk y postpunk, un sonido más ochentero, pero no tan hardcore. El País Vasco de los ochenta, en realidad. Y Nil más electrónica: ''new wave'' y sonidos de cajas de ritmos, composiciones oscuras... cajas de ritmos especialmente", explica David, que matiza. "En nuestra infancia está toda la cultura pop de aquí: Estopa, La Oreja de Van Gogh, Amaral... Y mucho indie, también. The Strokes y todo eso... pienso que de un modo u otro está ahí", explica. Pero que nadie espere encontrarse un atisbo de melodía en ninguno de los dos discos que han publicado este año y que les han convertido en una sorpresa subterránea. Suenan más a Sleaford Mods realmente cabreados que a Amaia Montero.
Con la premisa de canciones en crudo, La Élite ha dado forma este año a dos discos, nada menos. Uno, "Escaleras hacia el cielo" que mostraba una parte más, digamos pop, y "Directos al infierno", que es el lado más visceral del grupo. "El primero es más icónico nuestro, más pop o tranqui, y el otro sería menos representativo, más oscuro", dice Nil. Su música rezuma inmediatez, simpleza, pero quizá sea una falsa apariencia. "De eso nada, es que es así. Le damos cero vueltas a las cosas. Muy poco. A muerte. Si le damos vueltas lo destrozamos", ríe David. ¿Cuánto tardan en hacer una canción? "Como máximo, un día. Lo ideal son dos horas. De hacer una demo y ya mola. Y luego, eso sí, lo volvemos a grabar", explica. "Como no somos músicos, eso nos lleva un poco mas de tiempo, porque a veces cuando metíamos la guitarra habíamos puesto el dedo mal y suena un cagarro. Y ahí si que tratamos de cuidarlo, pero las ideas tratamos que sean lo más rápidas posibles".

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