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Nelsons al frente de Gewandhause en Ibermúsica

Obras de Dvořák, Mendelssohn y Mahler. Christiane Karg, soprano. Lucas y Arthur Jussen, pianistas. Gewandhausorchester Leipzig. Andris Nelsons, director. Ciclo Ibermúsica. Auditorio Nacional. Madrid, 25 y 26 de febrero.

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Han sido frecuentes las visitas de la Gewandhaus desde su presentación en 1981en este mismo ciclo. Pasa por ser, fundada en 1743 por dieciséis comerciantes, la orquesta más antigua del mundo. A lo largo de su historia, ha estado estrechamente asociada con compositores como Felix Mendelssohn, quien fue su director musical entre 1835 y 1847 y estrenó su “Concierto para violín”, la “Sinfonía Escocesa” y su “Obertura Ruy Blas”. Además, la orquesta ha tenido una relación especial con figuras como Johannes Brahms, Richard Wagner -fue la primera en interpretar el preludio de “Los Maestros Cantores- y Gustav Mahler. Entre sus directores titulares han figurado Arthur Nikisch, Kurt Masur, Herbert Blomstedt y Riccardo Chailly. Bajo la dirección de Andris Nelsons, su actual titular, la Gewandhaus ha realizado la grabación completa de las sinfonías de Bruckner y, en mayo 2025, celebrará el 50 aniversario de la muerte de Shostakóvich en el Festival Shostakóvich.

El primer concierto se abrió con una obra muy infrecuente "La rueca de oro", poema sinfónico compuesto por Dvořák en 1896, de unos treinta minutos, agradable, reiterativo y sin demasiado interés. Un drama con final feliz en el que la música evoca imágenes, como el giro de la rueca (representado por un motivo rítmico en las cuerdas) o el bosque misterioso. Un Dvořák siempre atento las raíces folclóricas checas. La agrupación dejó constancia de su calidad, si bien no fue nada comparado con lo que ella y Nelsons lograron en la “Cuarta”, compuesta por Mahler entre 1899 y 1900 y una de sus obras más accesibles, algo por lo que fue una de las pocas de este autor que dirigió Karajan. En el primer movimiento, Nelsons supo alternar los pasajes líricos con los rítmicos; en el segundo su humor y oscuridad, luciéndose el violín solista. Pero fue el inmenso tercero en el que logró conmovernos con sus temas sugerentes de redención y paz llevados con profundidad e intensidad. Hubo que destacar en él la intervención del oboe solista, que ya habíamos admirado en sus diálogos con clarinete y fagot en el primero, por la calidad de sus largas frases cantábiles, para luego acompañar a la soprano en el último tiempo. Preciosa, angelical como demanda el texto, la voz de Christiane Karg, expresando la pureza e inocencia de las melodías hasta dejarnos con una inolvidable sensación de paz en su final en piano.

El segundo concierto se abrió con el movimiento originalmente compuesto por Gustav Mahler para su “Primera Sinfonía”, acertadamente eliminado después por su autor. Música de carácter lírico y pastoral, inspirada en la naturaleza y el folclore que claramente desentonaba del resto de la sinfonía.

Dos hermanos neerlandeses, los pianistas Lucas y Arthur Jussen, abordaron el prácticamente olvidado “Concierto para dos pianos y orquesta en Mi mayor” de Mendelssohn, compuesto a los catorce años y que hoy sirve tanto para mostrar la madurez de aquel joven, muy influenciado por Mozart y con ínfulas virtuosísticas y ampulosas, como para procurarnos placer sin problemas a los oyentes actuales, especialmente si se toca con la compenetración y frescura de la que hicieron gala los dos hermanos. Espectacular su propina.

La alegría y la vitalidad de la “Octava” de Dvořák sirvió para cerrar el concierto. Partitura muy bien expuesta por orquesta y director desde el tema introductorio, sombrío y misterioso, que pronto da paso a los violonchelos en otro tema más luminoso y expansivo. Maderas y cuerdas demostraron su calidad y el solo de flauta junto a su posterior diálogo junto a oboe y clarinete realzaron la atmósfera íntima del adagio, para llevarnos luego al gracioso vals del tercero y finalizar de forma brillante y enérgica en el cuarto desde la fanfarria de las trompetas a la contagiosa coda final, verdadero punto culmen de esta obra. Andris Nelsons, con 54 kilos menos, dejó su impronta de gran director.