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Anatomía de un instante
La peluca de Carrillo o el día que temió por su masculinidad
Eduard Fernández hace creíble lo imposible, como que el jefazo del PCE llevara peluca cuando entró en España para forzar a Suárez a legalizar el partido. Carrillo estaba preocupado, aparte de por su vida, porque alguien lo reconociera y creyera que era un sarasa venido de una Francia yeyé

La serie «Anatomía de un instante», que se estrena mañana en Movistar, viene a endulzar, por lo bueno, la pobre cosecha cultural sobre los asuntos de la dictadura y la Transición que nos han dado estos meses previos a los cincuenta años de la muerte de Franco. La serie de Alberto Rodríguez es buena. El libro de Javier Cercas también lo es. Pedro Sánchez, en las imperdibles recomendaciones que hace en TikTok, apuntó el libro como una de las opciones para disfrutar del fin de semana. Pero Sánchez, sin embargo, no merece ya un «like» de Cercas, arrepentido de haberlo votado. Forman una de esas parejas mediáticas en las que uno bloquea al otro. Los preJavis. ¿Ganan o pierden los escritores o los cantantes elegidos por el presidente? Fue saber que había reservado una hora para escuchar el disco de Rosalía para sentir de súbito una aversión a la diva, que ya he superado felizmente. Reconozco mi pecado, pero, ay Dios, cómo puede gustarme lo mismo que a este hombre, me pregunto con congoja.
En «Anatomía de un instante», las intimidades del 23-F parecen nuevas revelaciones que acabamos de descubrir. Se sigue como un thriller del que conocemos el final. Lo mejor, los actores, los que interpretan a los tres traidores. Carrillo, Suárez y Gutiérrez Mellado, interpretados por Eduard Fernández, Álvaro Morte y Manolo Solo. Eduard Fernández hace creíble lo imposible, como que el jefazo del PCE llevara peluca cuando entró en España para forzar a Suárez a legalizar el partido. Carrillo estaba preocupado, aparte de por su vida, porque alguien lo reconociera y creyera que era un sarasa venido de una Francia yeyé. Eso lo hace terriblemente humano. Más que cuando confiesa que él no era el responsable de las matanzas de Paracuellos, «pero sí de otras cosas». Carrillo en traje de baño, en las canillas de Eduard Fernández, tiene más fuerza que puño en alto cantando «La Internacional».
Al que no esperaba tan bien en un papel tan distinto es a Álvaro Morte. El profesor de «La casa de papel» se transmuta en un seductor Adolfo Suárez, capaz de ligarse a cualquiera, sea hombre o mujer, y para causas diferentes que nada tienen que ver con el sexo, con un vaso de whisky y cierto aire de pasarela. No olvidemos que Morte hizo la campaña de Emidio Tucci. Pues bien, si los anteriores están de premio, me quedo con Manolo Solo como el general, vicepresidente en funciones cuando Tejero, que hace de envés de Carrillo, otro traidor para los suyos.
En la serie se fuma mucho, muchísimo, de manera que el humo forma parte de la historia, tan físico como metafórico. Rodríguez abre las ventanas para que el humo se disipe, pero hay un ángel exterminador que lo evita. No es posible salir de «Anatomía de un instante» televisiva sin los dedos amarillentos y un fuerte olor a tabaco.
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