¿Qué une al Papa Francisco con Anthony Quinn?
Uno de los papeles del actor se asemejó bastante a una realidad que el Pontífice vivió recientemente
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La fecha: 2022. Francisco podía compararse en la realidad con el obispo Kirill Lakota en la ficción, interpretado por Anthony Quinn en «Las sandalias del pescador».
Lugar: Roma. Kirill Lakota se convirtió en papa con el nombre de Cirilo I, tal y como se hacía llamar también en la vida real el patriarca de Moscú.
La anécdota. Igual que el papa Cirilo I en la ficción, Francisco asistía anonadado al riesgo cierto de una gran conflagración nuclear de terribles consecuencias para todos.
Al día siguiente de la invasión rusa de Ucrania, el 25 de febrero de 2022, el Papa Francisco se apresuró a reunirse con el embajador de la Federación Rusa ante la Santa Sede, Alexander Avdeev, para expresarle su gran preocupación por el incierto futuro. Francisco podía, por qué no, compararse de algún modo en la realidad con el obispo ucraniano Kirill Lakota en la ficción, interpretado por el actor Anthony Quinn en «Las sandalias del pescador», la película que tantas veces había disfrutado el pontífice argentino desde su ordenación sacerdotal en 1969.
Condenado a trabajos forzados en una prisión soviética hasta su liberación por decisión del presidente Piotr Ilych Kamenev (Laurence Olivier), Kirill Lakota fue enviado al Vaticano como asesor y recibió luego el capelo cardenalicio de manos del también imaginario Pío XIII (John Gielgud), quien poco después falleció de modo repentino. Kirill Lakota se convirtió así finalmente en papa, tras un disputado cónclave, asumiendo el nombre de Cirilo I.
Avatares del destino: Cirilo I, más conocido como Kirill, se hacía llamar también el decimosexto patriarca de Moscú, con quien Francisco había mantenido una extensa conversación por videoconferencia el 16 de marzo anterior, ante el recrudecimiento de la guerra en Ucrania y el creciente peligro de su propagación al resto del mundo.
Poco antes, el patriarca Kirill había justificado la invasión de Ucrania por tratarse de un modo de salvaguardar a Rusia de la falta de valores en Occidente, sobre todo, en lo relativo a moral sexual. La charla entre ambos dignatarios eclesiásticos no sirvió para atenuar la guerra, ni mucho menos para propiciar un alto el fuego. Y ello, pese a que en enero el patriarca de Moscú había pronunciado la palabra «paz» tras celebrar la Navidad ortodoxa en la Catedral de Cristo Salvador, en Moscú: «Quiero dar las gracias a nuestros invitados –dijo Kirill–, incluido el arzobispo católico Paolo Pezzi, que está aquí en Moscú. Le agradezco el mensaje del Papa Francisco que me ha transmitido. Aprecio mucho las buenas relaciones que se han desarrollado entre nosotros, cuyos resultados pueden verse en muchas acciones, incluido el logro de la paz donde no la hay».
Pero cuando las tropas rusas invadieron poco después Ucrania, Kirill ya no condenó la guerra sino que se limitó a enviar un mensaje a todos los pastores y fieles de la Iglesia ortodoxa rusa, «cuyo rebaño –así lo definió él– se encuentra en Rusia, Ucrania y otros Estados». Kirill hizo un llamamiento, eso sí, a las partes en conflicto: «Hagan todo lo posible para evitar víctimas entre la población pacífica», y pidió ayuda para los refugiados. Entre tanto, el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, había denunciado que la Iglesia ortodoxa rusa no permanecía al margen de la guerra sino que, por el contrario, se había puesto «del lado de Putin».
Francisco y Kirill habían protagonizado también un encuentro histórico el viernes 12 de febrero de 2016. Fue la primera vez que los líderes de las dos principales iglesias del cristianismo se reunieron desde su separación, en el remoto año de 1054. El Pontífice y el patriarca conversaron durante dos largas horas en una sala del aeropuerto internacional José Martí de La Habana, tras lo cual rubricaron una declaración conjunta por la paz mundial. Pero, en vista de lo sucedido seis años después, aquel documento era papel mojado.
Igual que Cirilo I en la ficción, Francisco asistía también anonadado al riesgo cierto de una gran conflagración nuclear de terribles consecuencias para la Humanidad. Invitado por el primer ministro Kamenev, el nuevo pontífice encarnado por Anthony Quinn viajó en su caso a la URSS para intentar solucionar allí el conflicto. Resulta obvio que a Francisco no se le ha invitado aún a Moscú para invocar la paz mundial, por más que él lo anhele.
EL ÚLTIMO REDUCTO
Sintiéndose entre la espada y la pared, el Papa real recurrió al último reducto que aún le quedaba: la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María, para lo cual cursó una invitación a todos los obispos del mundo pidiéndoles que se uniesen a él durante el acto. Abandonado en sus brazos virginales, el pontífice efectuó la consagración «con la plena confianza de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel e insensata que amenaza al mundo, recurren a la Madre entregándose totalmente a Ella», manifestó ante la talla mariana con gesto afligido.