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Ryan Gosling planta su bandera

El protagonista de «First Man» desata el fenómeno fan en el festival y evita responder a Trump por la presunta falta de «patriotismo» de la cinta sobre la llegada del hombre a la Luna

Ryan Gosling da vida a Neil Armstrong en «First Man», presentada ayer en San Sebastián
Ryan Gosling da vida a Neil Armstrong en «First Man», presentada ayer en San Sebastiánlarazon

El protagonista de «First Man» desata el fenómeno fan en el festival y evita responder a Trump por la presunta falta de «patriotismo» de la cinta sobre la llegada del hombre a la Luna.

Hay quien dice que España es un país que mira poco por símbolos y banderas. Error. El problema de un tiempo a esta parte es más bien el exceso de ellas. Las tenemos de todos los colores y tamaños, constitucionales, inconstitucionales y mediopensionistas. Tantas como españoles, quizás. Normal que no nos pongamos de acuerdo a la hora de sacar una. En Estados Unidos hace tiempo que han solventado ese problema: a efectos prácticos, y para ese momento de la película que requiere de un tirón de los lagrimales, están las barras y estrellas. Hasta que llegó «First Man» a armar la de dios es cristo por no sacar la enseña más famosa del siglo XX: la que ondeó en la Luna de la mano de Neil Armstrong. Un «olvido» de tal calibre no podía pasar indemne para los patriotas de aquel lado de la carrera espacial; Trump el primero, que aseguró que no iría a ver la cinta de Damien Chazelle porque la parte mollar de ser americano (la bandera) no se clavaba en suelo lunar en los 133 minutos de metraje. El senador republicano Marco Rubio añadió: «Esto es una locura total. Y un perjuicio en un momento en que nuestra gente necesita recordatorios de lo que podemos lograr cuando trabajamos juntos». Y, para colmo, Buzz Aldrin (sí, él estuvo allí) colgó en sus redes sociales una imagen suya y de Armstrong plantando la bandera.

«La película habla sola»

La cosa no iría con Ryan Gosling (él es en realidad canadiense) si no fuera porque interpreta al gran héroe americano en «First Man», película que ayer lo trajo, entre aplausos y total «goslingmanía» a la puerta del Hotel María Cristina, hasta el Festival de San Sebastián. El actor, tan parco en palabras que no deja entrever si lo que calla es más inteligente de lo que dice, o viceversa, sabía que la liebre de la bandera iba a ser levantada ante los medios de comunicación. «El debate sobre esta cuestión es solo acerca de personas que no han visto la película –léase Trump y los suyos–. Yo creo que la cinta habla por sí sola», dijo. Claire Foy, su pareja en la ficción (Janet Armstrong) reprodujo el mismo discurso y añadió: «Habiéndola visto dos veces como yo queda claro que hay bastantes banderas presentes». Cierto. En la NASA y en las casas del americano medio. Pero no precisamente aquella enseña que los americanos le restregaron a 384.400 kilómetros de la Tierra a los rusos. Damien Chazelle, que él sabrá porque omitió exactamente ese momento, ya se encargó en Venecia de asegurar que el logro espacial era «universal y no solo estadounidense». Lo más que se salió Gosling del guión previsto para su visita donostiarra fue certificar que la cinta es, digan lo que digan, patriótica, aunque ciertamente Armstrong fuera un ser esquivo que siempre rehuyó la imagen de icono norteamericano.

«First Man», que es del director de «La La Land» pero baila sobre mimbres muy distintos, y que no ha logrado convencer a buena parte de la crítica, no es, de todos modos, una cinta de discursos apologéticos, sino la odisea intimista de un tipo que acabó pisando la Luna más como cruzada personal que patriotera. Por eso su épica reside más en la claustrofobia de un navegador espacial, un cacharro que alguien dijo era menos inteligente que cualquier smartphone que tengan hoy en sus manos, que en el despliegue de banderas y puestas de sol en Cabo Cañaveral que algunos desearían. «La visión de Damien –explicaba el actor– siempre fue que el espectador experimentara el viaje desde dentro, literalmente lanzarlo a la atmósfera». Gosling reveló que tuvo que pasar entre 6 y 8 horas al día en los simuladores diseñados al detalle, escuchando las grabaciones auténticas de los astronautas. Más allá del qué dirán de las banderas, el intérprete considera que su mayor orgullo es que la familia de Armstrong (sus hijos, pues Janet falleció en junio) hayan aplaudido su trabajo.