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"Sala de profesores": así es la notable película sobre las fallas del sistema educativo que puede arrebatarle el Oscar a Bayona

El cineasta alemán Ilker Çatak compite en la categoría de mejor película de habla no inglesa con una interesantísima disección del desvanecimiento de la ética en las aulas
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Entendida como un lugar de estructura cósmica ilimitada repleta de cuadernos, cansancio y conversaciones en donde diariamente los maestros asumen su condición de agentes del cambio, la sala de profesores, además del título del último y notabilísimo trabajo del cineasta alemán Ilker Çatak, siempre fue concebida por los que un día fuimos alumnos como el espacio en el que sucedían las cosas importantes. Una suerte de organizador humano con acceso exclusivo para los adultos cuya trascendencia se encontraba por encima del aula y su labor de enseñanza, del patio de recreo y su lúdico espíritu de esparcimiento o de la jefatura a la que acudían los que transgredían las normas y asumían la reprimenda moral que encerraban sus paredes, pero siempre por debajo de nuestra propia casa, que de forma contraria a lo que muchos padres siguen pensando en la actualidad, era el lugar donde nos educaban. O al menos, donde debieran haberlo hecho.
"Me parece que es mucho más fácil ser profesor hoy en día que antes"Ilker Çatak
"Recuerdo que cuando iba a la escuela, la profesora estaba en una jerarquía mucho mayor, era una autoridad. Mis padres decían: ‘‘si tu profesor lo dice, es porque tiene razón’’. Y ahora es todo lo contrario. Los padres cuestionan mucho más al profesor y la mayoría de las veces, lo que dicen los alumnos, los padres lo secundan. Me parece que es mucho más difícil ser profesor hoy en día que antes. Si te imaginas por ejemplo cómo eran las cosas en las aulas y hace 50 o 60 años... los profesores golpeaban a sus alumnos, que no se nos olvide tampoco. Evidentemente está bien y es necesario que ya no lo hagan, pero me parece que la pérdida de autoridad en un punto determinado del proceso educativo se ha convertido en algo que puede dar más problemas a los profesores que antes. Ese es un poco el destino de Carla Nowak", se explaya con lucidez el director en entrevista con LA RAZÓN durante el encuentro que mantenemos en una de esas salas amplias y asépticas del Hotel Internacional.
La dimensión del espacio nos ambienta de manera oportuna y consigue que no resulte difícil imaginarse la presencia de una mesa alargada en el centro y a la protagonista de "Sala de profesores" sentada en un extremo. Nos imaginamos a esa contundente Leonie Benesch, íntegra y observadora en el papel de la profesora de matemáticas y gimnasia Carla Nowak, envuelta en la averiguación de una serie de robos que están teniendo lugar en un instituto alemán en el que no lleva demasiado tiempo trabajando pero sí el suficiente como para darse cuenta de que su origen polaco puede levantar recelos, que decir siempre la verdad, por mucho que se lo exijan desde la directiva, puede acarrear consecuencias no deseadas y que los padres pueden llegar a extralimitarse en algunas de las demandas requeridas y teniendo que lidiar con los problemas diarios en materia de educación que el centro para el que trabaja, el desafío constante de sus alumnos y la ambigüedad ética de sus compañeros de profesión, le generan.
Como ya ocurría en su anterior trabajo, "Stambul Garden", el director arrincona el elemento conflictivo que sucede en etapas de transición en las cuales no solamente se está articulando una personalidad futura, sino que además, la bomba hormonal que late en el interior de esos proto jóvenes, permea en las decisiones que toman, condiciona sus comportamientos, sus emociones, sus necesidades y estructura su sentido de lo civilizado. Cuando le preguntamos por la atracción que le genera el periodo vital que se muestra en esta historia tensionadora, cogotera y a ratos thrilleresca nominada a mejor película de habla no inglesa en los Oscar –y por lo tanto rival directa de Bayona y su sociedad de la nieve, Wim Wenders, Matteo Garrone o Jonathan Glazer– que ahonda con precisión de cirujano en los conflictos que plantea el sistema educativo con relación a su ordenamiento jerarquizado y a veces elitista, así como la facilidad alarmantemente porosa de germinación dentro de las propias aulas y ambientes de trabajo del racismo, la violencia o el odio, Çatak calibra pensativo y reflexiona.
"Pienso que hay algo hermoso en la juventud, hay una inocencia perdida con la que sueño a menudo. Mira el otro día estuve en Venecia y estaba sentado en una de esas plazas grandes e imponentes mientras me tomaba un aperitivo. Había cerca un grupo de chicos y chicas jóvenes que tendrían unos 16, 17, 18 años más o menos y yo les miraba y pensaba para mí mismo "no sois conscientes de lo bellos que sois". Sé lo que sienten, conozco esa inseguridad, esos cambios, la valentía, las ganas de hacer locuras y por otro lado esa necesidad de encerrarse en casa con sus inseguridades. Amo esas contradicciones que presentan los personajes de mis películas y especialmente en esta historia. Al principio quería que los alumnos que muestro en la película fueran algo más mayores, pero al final me decidí por los de 12-13, porque creo que es una edad complicadísima plagada de hormonas, probablemente la peor para el profesor y para el alumno. Recuerdo tener 12 años y ser un imbécil. Era la edad perfecta para mostrar una tensión que encajara perfectamente con una profesora así", explica.
"Una escuela es como un país"Ilker Çatak
Para el realizador, abordar un ámbito como el educativo, que aunque aquí sirva como vehículo narrativo, es algo que trasciende lo puramente cinematográfico, el trabajo de campo a la hora de establecer con fidelidad personajes, situaciones o códigos, fue tal y como él mismo reconoce, algo intenso: "Hablamos con muchos profesores durante el proceso y concretamente una profesora joven nos explicó la historia que había vivido con uno de sus alumnos el cual le había mandado un correo con la imagen de un pene enorme. Cuando ocurrió esto, enseguida lo confrontó con el chico y él negaba todo el rato lo sucedido. "Yo no lo hice, yo no he sido". ¿Qué haces ahí como docente? ¿Le dices "sí, si lo has hecho y me voy a asegurar de que te expulsen por ello"? ¿O decides optar por dejarlo pasar y decir "vale, no lo has hecho tú, te creo"? Pero entonces ahí quizás estás perdiendo algo de autoridad y solo conseguirás que se vuelva a repetir el episodio porque esa persona se sabe inmune a las consecuencias. Estos momentos, estos conflictos internos a la hora de cómo enfrentarse a una situación como los que también vive Carla en la cinta, los tienen muchos profesores. La película resuena tan bien con el público y especialmente con los educadores por eso".
Un fotograma de "Sala de profesores"
Un fotograma de "Sala de profesores"Imdb
Que los espacios se reduzcan casi de manera exclusiva a las inmediaciones del instituto es una acertada decisión -no exenta de componente metafórico sobre el estrechamiento natural del mundo que confronta, sucede y se desmorona fuera del edificio- que contribuye a la consolidación de un ritmo envolvente, asfixiante por momentos, afianzado gracias al contrapunto psicológico de un alumno contradictorio y complicado (hijo de la trabajadora del centro que termina siendo acusada de los robos) que remite a la insubordinación adolescente del Ahmed de los Hermanos Dardenne.
El realizador consigue a través de la configuración de un inteligente muestrario de usos y costumbres pedagógicas agitar la moral del espectador y plantearle cuestiones interesantísimas acerca de la verdad, la inconsistencia de ésta cuando reclamarla se convierte en una herramienta de destrucción para el que tenemos enfrente, la validez de la justicia -de clase, social, filosófica- practicada al márgen de una arquitectura legal, el cuestionamiento de los dogmatismos por los que se rige el funcionamiento interno de algunos centros de enseñanza o la fácil extrapolación de todas estas problemáticas surgidas en el microcosmos del instituto a las dinámicas de poder que definen los márgenes de una realidad que cada vez produce más miedo y más desconfianza.
"Los niños y los adolescentes tienen un sentido de la injusticia natural muy bueno, pero la justicia es algo que se les tiene que enseñar"Ilker Çatak
"Una escuela es como un país. Hay presidentes que son los directores, personas con poder como los jefes de departamento, trabajadores que son los profesores, el pueblo que simbolizan los alumnos, incluso herramientas de control informativo como el periódico escolar emulando al poder real de la prensa. Hay muchas estructuras parecidas y cuando investigas y hablas con diferentes escuelas ves que todas ellas tienen distintas políticas. Hay escuelas que son mucho más liberales, otras tolerancia cero, el algunas hay vigilancia y hay otras que ni siquiera dan notas. Tenemos todo el espectro político concentrado ahí. Así que sin duda, funcionan igual que un territorio", admite Çatak sobre el evidente y necesario paralelismo.
Y remata de manera conclusiva sobre el motor argumental de esta potente llamada a la reflexión sobre las fallas del sistema educativo y las derivas totalitarias y estigmatizantes de las sociedades contemporáneas alejada de la evidencia de la mirada del autor (que en ningún momento se posiciona a favor de padres, alumnos o profesores) "Todas las reflexiones que me genera el mundo que ahora mismo veo, presiento y temo cuando estudio la cultura del debate o me fijo en lo que se propone desde los periódicos o cuando miro Twitter, están volcadas en esta película. Mi observación del mundo emulada a través de esta historia. Creo que los niños y los adolescentes tienen un sentido de la injusticia natural muy fuerte y muy bueno, pero la justicia es algo que se les tiene que enseñar, esa es la diferencia principal. Tienen que aprender cosas que les permitan progresar y convertirse en mejores personas. Somos nosotros conjuntamente, como sociedad, los que tenemos que educarlos, los que debemos hacerlo pero los padres no pueden arrojar a sus hijos a los profesores para que suplan esa labor de intervención en su conformación como personas. Tengo la suerte de no tener hijos -admite entre risas- así que mi forma de contribuir al debate de la educación es haciendo esta película. Lo demás no me preocupa".