Crítica de teatro

“París 1940″: Lecciones de teatro y de vida ★★★★☆

Flotats ha creado un amenísimo y hermoso análisis del sentido del teatro y del rol que juegan sus personajes

Natalia Huarte hace un trabajo dificilísimo y memorable en "París 1940"
Natalia Huarte hace un trabajo dificilísimo y memorable en "París 1940"Segundo González
Autor: Louis Jouvet, según “Elvire Jouvet 40″, de Brigitte Jaques. Director: Josep Maria Flotats. Intérpretes: Josep Maria Flotats, Francisco Dávila, Natalia Huarte, Arturo Martínez Vázquez, Juan Carlos Mesonero. Teatro Español, Madrid. Hasta el 8 de enero.

En los últimos tiempos, la proliferación de obras de teatro en la cartelera que hablan sobre el propio teatro empieza a ser exasperante. De seguir con esta ombliguista tendencia dentro de una profesión que, curiosamente, no deja de manifestar su preocupación –casi siempre de manera afectada– por la necesidad de llegar a nuevos públicos, me temo que pronto no quedará nadie que no sea actor al que le pueda interesar el teatro como espectador.

Pero no tendría ningún sentido entender París 1940 como otro fruto más de esta pesada moda. En primer lugar, porque Brigitte Jaques creó su Elvire Jouvet 40, espectáculo en el que se basa este, hace más de 35 años, cuando sí era original y pertinente reflexionar sobre el sentido profundo del hecho teatral y sus mecanismos, y más partiendo de un material tan valioso como eran las lecciones reales de Louis Jouvet. En segundo lugar, porque Flotats tiene más bien poco, por no decir nada, de creador plegado a las modas; es un director muy fiel a la literatura dramática francesa que tanto le gusta y muy firme en sus preferencias formales y conceptuales a la hora de acometer cada montaje. De hecho, él ya había subido a las tablas esta obra hace 20 años. En tercer lugar, no es un oportunista ejercicio metateatral más por la sencilla razón de que tiene mucha miga y está muy bien hecho; es mejor que casi cualquier otra cosa que se haya hecho al respecto. Esto quiere decir que tiene clara voluntad de trascender lo particular –algo que olvidan demasiados creadores a día de hoy–, y que además lo consigue; es una obra que quiere saltar, y salta, hasta el patio de butacas para atrapar al espectador, a cualquier tipo de espectador, y hacerle pensar y sentir sobre un montón de asuntos que se relacionan con el teatro, pero también, y eso es lo importante del arte escénico, con la vida misma.

De este modo, las enseñanzas de Louis Jouvet a una joven alumna durante la ocupación de París para que entienda bien el Don Juan de Molière, e interprete debidamente el personaje de doña Elvira, se convierten en manos de Flotats, en un amenísimo y hermoso análisis no solo del sentido del teatro, sino del rol que juegan dos personajes, en dos puntos vitales distintos, que representan a la perfección el fin último de la educación, que es el de despertar en el discípulo la pasión y la responsabilidad de saberse nuevo portador de un fascinante legado cultural que tendrá a su vez que enriquecer antes de volver a traspasar a quien venga detrás. Y todo eso funciona sobre el escenario, en buena medida, porque Flotats se ha hecho acompañar por una de las actrices jóvenes más talentosas que puedan encontrarse: Natalia Huarte, que hace un trabajo dificilísimo, por la precisión con la que ha de medir cada escena para dar idea de un paulatino aprendizaje, y francamente memorable.

Lo mejor

El tratamiento del asunto permite que el espectador ajeno al mundo del teatro comprenda sin dificultad la trama y se interese por ella.

Lo peor

El acartonamiento de los personajes secundarios y esquematismos en las relaciones entre los tres alumnos.