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Escenarios
Adolescencia, divino (e infinito) tesoro
Los valencianos de Pont Flotant regresan a Madrid con otro proyecto atravesado por su trayectoria vital: "Para seguir creciendo como padres y madres"

Juan Mayorga toma prestada la frase de una amiga suya para sentenciar que «la vida es corta, pero ancha». Y ancha precisamente, continúa el director del Teatro de la Abadía, es la adolescencia, protagonista indiscutible del nuevo título que se presenta en la casa, «Adolescencia infinita». Un montaje de los valencianos de Pont Flotant, que regresan a Madrid tras sus «Ejercicios de amor», «El hijo que quiero tener» y ese «Eclipse total» que, en boca de Mayorga, es «uno de los espectáculos con una mayor carga poética» que él ha visto desde que está al frente del centro.
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En esta ocasión, son los títeres –junto a los actores: Joana Alfonso, Yolanda García, Jesús Muñoz y Javi Vega– los que centran las miradas en el escenario. «Son un elemento fundamental de la función y un nuevo paso en la indagación poética y teatral de Pont Flotant», señala el dramaturgo.
Aprovecha la visita de esta compañía para reivindicar La Abadía como «un teatro de barrio, de esta ciudad», pero también «de España y de toda Europa», dice mientras pone de ejemplo montajes que pasaron por sus salas de la Schaubühne berlinesa y de los «galegos» de Sarabela; u otros que están por venir, como el clásico calderoniano «Life is a Dream» (bajo el mando de Ignacio García y Oleg Zamyatin), que en esta ocasión se representará en ucraniano con sobretítulos en castellano.
Pero ahora es tiempo de Pont Flotant, de una compañía con 25 años de experiencia que comenzó con un proyecto pensado para la adolescencia y que terminó girando hasta convertirse en «un producto para adultos muy recomendado para adolescentes», confiesa Jesús Muñoz –actor, director y autor de esta pieza, además de miembro fundador–.
Tres pasados diferentes
En la obra, tres adultos intentan dar respuestas a preguntas que se hacen sobre la adolescencia, la general y la suya propia. Tres adultos que han tenido pasados muy diferentes y que todavía conservan ese sentir: «Joana decide olvidar; Javi no encuentra una frontera clara entre la adolescencia y la edad adulta; y yo –presenta Muñoz– quiero rememorarla». Se parte del prejuicio de la mirada adulta y al tiempo que se actúa, los personajes adolescentes son representados por figuras humanas a tamaño real manipuladas a modo de marionetas, «títeres misteriosos con voces de adolescentes reales», señalan de un montaje en el que no falta «el humor, la sensibilidad y la música».
Del 16 al 26 de octubre estará en escena un espectáculo que pondrá el foco, en palabras de la compañía, «en una etapa vital llena de luces y sombras, con la que nos cuesta relacionarnos». En «Adolescencia infinita», Joan Collado, Jesús Muñoz y Pau Pons –como directores y autores– centran su mirada en lo que denominan un «ser volátil, extraño y molesto que nos intimida, nos pone a prueba con su sola presencia y del que nos cuesta descifrar sus códigos», explican quienes no hablan por hablar, sino que lo hacen desde la propia experiencia como antiguos pubertos y actuales «padres de». Si en «El hijo que quiero tener» mostraban sus miedos en esos primeros años de paternidad, en este momento, desnudan sus nuevos abismos. Llegando ahora a los cincuenta y con sus hijos entrando «en el pavo», tienen la necesidad de reflexionar sobre esta etapa, pero también de revivirla: «¿Fuimos unos y unas adolescentes tan diferentes de la juventud de nuestros días?», se pregunta la pieza que, para Muñoz, «es una reflexión sobre la adolescencia desde la época adulta. Nuestros trabajos siempre relacionados con nuestra trayectoria vital. Utilizamos nuestro trabajo para seguir creciendo como madres y padres».
Pero para llegar hasta ahí, la compañía valenciana ha continuado una vez más con su trabajo «colectivo, largo y caótico», definen. Así, «Adolescencia infinita» es el resultado de un proceso de investigación en el que han colaborado especialistas de la filosofía, la sociología, la psicología y la psiquiatría, además de grupos de adolescentes, madres y padres: «Nunca creamos espectáculos si no tenemos como mínimo un año por delante para trabajar. Es la única manera en la que sabemos crear porque nos permite que las ideas maduren, se transformen...».
Fue la forma en la que el montaje viró hacia el público adulto pese a que Muñoz defienda que el patio de butacas ideal es aquel en el que «hay adolescentes»: «Hay capas que solo leen ellos. Hay otra función entre el público. Desde el escenario no podemos evitar ver cómo reaccionan entre ellos; o cómo miran a sus padres y le dicen “ves”; y al revés. Es un lugar de encuentro». En palabras de Joana Alfonso, han desarrollado una pieza «para tender puentes entre adultos y adolescentes».
Pont Flotant, por su parte, afirma que todavía queda algo de los adolescentes que fueron.
Abrazan así a ese Rubén Darío de «Canción de otoño en primavera»: «Juventud, divino tesoro».
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