Crítica de clásica

"Burro": Saldando una deuda ★★★★☆

Ay Teatro rinde un original y entrañable homenaje al asno como sufrido animal social que ha colaborado en el progreso humano a lo largo de la historia

Carlos Hipólito se mete en la piel de varios burros de la literatura universal
Carlos Hipólito se mete en la piel de varios burros de la literatura universalDavid Ruiz

Autor: Álvaro Tato. Director: Yayo Cáceres. Intérpretes: Carlos Hipólito, Fran García, Iballa Rodríguez y Manuel Lavandera. Teatro Reina Victoria, Madrid. Hasta el 18 de febrero.

La compañía Ay Teatro rinde un original y entrañable homenaje al asno como sufrido animal social que ha colaborado en el progreso humano a lo largo de la historia y, sobre todo, como personaje y símbolo literario que ha inspirado desde la Antigüedad a grandes autores cuando han querido reflejar el compendio de virtudes y flaquezas que nos caracteriza como especie.

Un burro atado a un poste en un lugar sin concretar, que puede ser una granja o una simple parcela en el campo, afronta la muerte viendo cómo un incendio forestal avanza inexorable hacia él. En esos postrimeros instantes, dialogando con su propia sombra, el animal repasa su vida, que no es sino la vida, conformada en un todo, de los más famosos asnos que han pasado a la historia de la literatura. El pretexto dramatúrgico ideado por Álvaro Tato no puede ser más oportuno para hablar, bajo el paraguas de la ficción, de un animal que, tal y como al fin hemos comprendido, aúna inteligencia –puede darse cuenta de su situación–, docilidad –no se vería abocado a ella si no se hubiese dejado atar– y ternura –ante su trágica situación decide simplemente acrisolar sus recuerdos–. Ese esqueleto argumental se va recubriendo con minuciosidad y armonía de numerosas referencias a obras literarias de todos los tiempos, algunas muy conocidas (Don Quijote, El asno de oro, El sueño de una noche de verano...) y otras menos (Disputa del asno, La burromaquia…) para armar un agudo espectáculo de tono afectuoso que discurre, como todos los que dirige Yayo Cáceres, apoyado como es habitual en la música en directo, con la ligereza y la fresca espontaneidad del vuelo de una mariposa. Cierto es que, en esta ocasión, el acentuado sentido del ritmo escénico con el que trabaja el director –casi una obsesión que le sirve para conjurar el aburrimiento en el patio de butacas sea quien sea el que esté allí sentado– puede dificultar en algún momento, especialmente al principio, la identificación rápida y clara de los numerosos personajes y situaciones que se van sucediendo sin tregua.

Ese dinámico y entretenido juego teatral propuesto por Cáceres puede materializarse de manera óptima solo si cuentas, como él ha hecho, con un actor protagonista de la talla de Carlos Hipólito, que se sube con generosidad a la "montaña rusa" que le ponen sobre el escenario, asumiendo todos los riesgos que eso implica, y solo se baja de ella tras haber ratificado una vez más su talento ante el público al caer el telón. Le secundan muy bien, en el plano musical y también actoral, Fran García, Iballa Rodríguez y Manuel Lavandera.

  • Lo mejor: El proyecto permite ver a Carlos Hipólito realizando un tipo de trabajo al que no nos tiene acostumbrados.
  • Lo peor: El tema de fondo puede no despertar demasiado interés en según qué tipo de espectadores.