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Festivales de verano
Irene Pardo: "Queremos defender la IA, la inteligencia artesanal"
Afronta su tercera edición al frente de la cita manchega contagiada por su positivismo y "buenrollismo" habitual

Todo alrededor de Irene Pardo es felicidad. Lleva tres años al frente del Festival de Almagro y ha demostrado que su sonrisa no entiende de estaciones, es perenne. Atiende a LA RAZÓN en la Plaza Mayor y en pleno montaje de la cita. “Los hombres de negro [los técnicos] ya han entrado en escena. Este momento me encanta. Es ver cómo se construye la ciudad del teatro”, se relame la directora en los albores de una nueva edición que se alargará del 3 al 27 de julio.
–¿Alguna vez se ha enfadado?
–Esta mujer tiene sus momentos de tensión. Dirigir el festival da muchas alegrías, pero tiene sus tormentos e incertidumbres. Solo me pongo seria para decir que hay que seguir apostando por la cultura como constructora de la sociedad. La empatía hace sociedades más igualitarias. El festival necesita crecer y está en un momento en el que todo el tejido profesional y social está respondiendo con una alegría abrumadora.
"El poder te lo da la alegría y el contacto con la gente. No sonreír es una forma bastante antigua"
–¿Faltan sonrisas entre la clase dirigente de este país?
–Eso es una forma bastante antigua. Se ha pensado durante mucho tiempo que tomar distancia o trabajar desde cierta atalaya te ponía en una posición de poder, pero el poder te lo da la alegría y el contacto con la gente. Acabo de pasar por varios sitios de Almagro y he podido comprobar esa cercanía. Que me diga “Horten” que me vaya a gimnasia con ella me gusta, e iré.
–¿Ya le han dado las llaves de la villa?
–[Ríe] Aquí las tengo, pero son para compartirlas con todo el mundo.
–Tercera edición al mando. ¿Se ha pasado rápido?
–Ya en el ecuador [de su dirección]...

–Lo dice con pena.
–Es que ya se ha pasado la mitad. Estamos consiguiendo tantas cosas... Los proyectos culturales deben tener tiempos para consolidarse. No el festival en concreto, que está más que afianzado, pero hay algunas acciones y actividades que hemos empezado a trabajarlas y con las que me siento muy cómoda: Plataforma Corral, residencias, líneas que tratan de inspirar a la creación joven en el Siglo de Oro... Y todo eso se está notando. Es muy satisfactorio: lograr que un artista como Alberto Velasco se introduzca en el Siglo de Oro, además de ser un hombre que ha enamorado a todo el pueblo; que AnaMar revisite a Ana Caro de Mallén; o que Patricia Guerrero haya hecho una pieza barroca. Disciplinas muy diferentes que van al Siglo de Oro para encontrar su inspiración.
–Es una edición muy mestiza: teatro, danza, música, circo...
–La idea de Almagro 360 es una práctica que lleva acompañadas muchas actividades, pero lo hacemos de forma natural. Como dice Laila [Ripoll], “Almagro es el pueblo de los teatreros que no tenemos pueblo”. Y este también es mi pueblo desde hace 35 años.
–Se nota la conexión con Ripoll.
–Mi relación con Lluís [Homar] fue muy buena y me brindó mucho apoyo. Pero también es cierto que mi contacto con Laila es tremendamente cercano. Hemos estado en muchas luchas juntas. Entiende los problemas de las compañías y tiene mucho talento.
–De mujer a mujer, de Ripoll a Rakel Camacho, que dirige la ‘Fuenteovejuna’ que abre el festival.
–Bueno, su estreno ya es historia por ser la primera mujer en dirigir este Lope para la Compañía Nacional, pero además, este montaje va a ser tremendo.
"¡Arriba el Siglo de Oro!"
–Otra mujer: ¿por qué el Premio Corral de Comedias ha sido para una bailaora, Cristina Hoyos?
–Hay que cuidarla. Los teatros están llenos de teatro, pero también de danza, circo, “performances”... El festival es de teatro clásico, pero la dinámica de programación cambia, mejora y aumenta. Y así debe ser. Y en ese sentido multidisciplinar nos parecía de justicia poética y cultural dar el premio a Cristina, referente de la danza. Se ha inspirado siempre en lo clásico. En esa cadena que va del Siglo de Oro al siglo XX cada eslabón es importante. Y también es para lanzar el mensaje de que no solo hubo teatro y entender este periodo desde otras disciplinas.
–¿Qué le aporta una filóloga como usted a un festival así?
–La parte académica del Siglo de Oro. El conocimiento literario y filológico de la palabra, el léxico, la forma métrica... Y eso unido a la escena, que es el origen del festival. De inicio, la parte académica, las jornadas de teatro clásico, estaba muy separada de la escena; incluso en lucha. Pero ya luego se empezaron a formar esas sinergias en las que los filólogos han pasado textos que se han hecho realidad en los escenarios.
–¿Qué tiene el Siglo de Oro para que el diálogo con él sea tan contemporáneo?
–Es infinito. Ya desde el cartel [dibujado con lápiz] de esta edición queremos defender la IA, la inteligencia artesanal. Ahora todo es inteligencia artificial y aquí vemos con la ilustradora [Carmen García Huerta] un imaginario del teatro clásico vinculado a un universo plural. Es un mundo en el que se pone sobre la mesa la diversidad y el potencial del Siglo de Oro. La pluralidad de entonces es ahora una fuente de inspiración en la que se pueden superar los 140 caracteres; decir más que cosas simples y recuperar la palabra, el placer de escuchar, lo simbólico... ¡Arriba el Siglo de Oro!
–¿Y cuándo se comienza a disfrutar un festival así?
–Yo disfruto cada momento. Voy con mi bicicleta por aquí, por allí. Trato de ir a la apertura y cierre de cada obra. Todo me encanta, pero ese momento en el que ya han pasado todas las funciones sin incidencias, has visto aplaudir a la gente... Es entonces, casi a las dos de la madrugada, cuando empiezan a llegar todas las compañías a la plaza, los técnicos, la gente... ¡Ese es el momento!
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