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Sergio Peris-Mencheta se atreve con el "escape room" antiterrorista de Wajdi Mouawad

El Teatro de la Abadía encara el final del curso con "Cielos", el cierre de la tetralogía de "La sangre de las promesas"
"Cielos" estará en La Abadía una semana más de lo previsto inicialmente
"Cielos" estará en La Abadía una semana más de lo previsto inicialmenteMarcosGpunto

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Sergio Peris-Mencheta es de esos directores que tienen la vida de cara. Cuando se remangó en 2022 para levantar el monumental juego de Ladies Football Club se topó con que la realidad se ponía a su favor o, al menos, al servicio de lo que se vería sobre las tablas; un tres en uno: estalló la invasión rusa de Ucrania, el fútbol femenino marcaba récords de asistencia y, como guinda, era la española Alexia Putellas la que abanderaba el deporte rey a nivel global. Casualidades que le llevaron a un juego de espejos en el que el ayer de la Gran Guerra, sumada a la realidad de las mujeres de entonces, y el hoy del siglo XXI se daban la mano en esta pieza de Stefano Massini. Luego, con Una noche sin luna, la caprichosa actualidad también abrazó al cuento lorquiano de Juan Diego Botto, haciendo posible una escena que, ya reposada, da hasta miedo que fuera verosímil. Pues bien, de nuevo la existencia le lanza un guiño después de meterse en faena: su apuesta esta vez ha sido por un maestro del teatro contemporáneo, Wajdi Mouawad (Líbano, 1968), y el cierre de su teatralogía «La sangre de las promesas» es su «pretexto para contar algo que me apetece a mí. No siempre son grandes textos, pero sé que de salida Mouawad va a interesar». Y dentro de todo este universo, Peris-Mencheta reconoce que la «moda» de los activistas que se pegaban a los cuadros para protestar por el cambio climático vuelve a darle la razón.
Fue así como el director entendió que Cielos era «la obra». Tras una primera tentativa del Teatro de la Abadía (donde ya se programó Incendios) de hacer un Strindberg, Peris se decidió, con el beneplácito de aquel hombre que le fue a buscar a una función de «Ladies...» (Juan Mayorga, director de La Abadía), por Mouawad: «Sabía que un Strindberg no lo podía hacer porque es uno de los autores de cabecera, con Chéjov y Lorca, de mi maestro [Juan Carlos Coraza], y he visto la profundidad con la que desentrañan el alma humana. Ya lo haré cuando sea mayor, con 150 años, porque son profundidades demasiado hondas hasta las que bucear».
Explica Peris que esa resonancia que encuentra un texto de 2009 en el 2023 no la sabe hasta que está «metido en harina». Esa no es la «chispa» –añade– que desata la tormenta; «eso tiene que ver con las ganas de jugar y de poner en marcha mi capacidad de divertirme y juntarme con otros para pasarlo bien. No soy ese intelectual que se pone a pensar..., no. Solo quiero gozarlo».
Y en esas ganas de juerga aparecieron estos Cielos de un autor con textos «incómodos y exigentes»: «El que se sienta en la butaca a ver a Mouawad no es un público que va a pasarlo bien. El que compra la entrada para este espectáculo sabe que es una obra sin concesiones, sin comedia, sin respiro. No es fácil ni para el director, ni para los actores [Marta Belmonte, Jorge Kent, Álvaro Monje, Pedro Rubio y Javier Tolosa], ni para el público. Eso sí, cuando entras ya no te suelta porque es un tipo conectado a la humanidad». Peris, que no entiende lo «poco» que se monta a este autor, define la obra como «un escape room», «un Cluedo con un dilema que sacar adelante», «una peli de espías», «un thriller en el que un grupo de personas trata de desencriptar unos códigos para atrapar a unos terroristas»; en definitiva, «una tragedia griega aterrizada en el hoy». Reconoce así que le «pone» una idea como el suspense, «al que no estamos muy habituados en el teatro».
Pero con Mouawad hay una doble misión, puntualiza el director, «no se trata de descodificar la propia trama, sino también el texto en sí, que está lleno de códigos. No solo es el lenguaje de Mouawad, denso y poético, en este caso está lleno de ecuaciones matemáticas y emocionales. Mezcla Matemáticas y poesía como nadie en los últimos tiempos».
Si en los anteriores títulos de la tetralogía (Litoral, Incendios y Bosque) el autor canadiense de adopción cabalgaba entre los «flashback» y los «flashforward», en esta ocasión, Mouawad permite contar la historia «en tiempo real», asegura de una función que sigue el día a día de una célula antiterrorista que trata de evitar un atentado a nivel mundial.
Cuando Peris-Mencheta vio el Cielos de Oriol Broggi, en Barcelona, no tuvo otra que ponerse a traducir el texto al día siguiente. Le atrapó. Lo que había visto sobre el escenario de la Biblioteca le tocó, pero la idea que propone Mouawad y que estaba en ese mismo montaje no le convencía: «Se habla de una escenografía horizontal y yo la entendí en vertical. Una cabaña con su jardín en la superficie, aunque con su sala de operaciones y sus habitaciones bajo tierra, en las entrañas. Es en las habitaciones donde vemos a los personajes reales con sus mierdas y sus mundos».
En esa cabaña (aquí ideada por Alessio Meloni) es donde Mouawad y Peris exponen la máxima de la teatralogía, el cómo los humanos arrastran las tragedias propias y de nuestros antepasados. «A nivel consciente o inconsciente arrastramos lo que unos llaman Karma, que son acuerdos tácitos genealógicos, muchas veces silencios, de las cosas no resueltas a nivel individual y como sociedad». Problemas sin solucionar como lo son las fosas comunes, donde la realidad (los nuevos trabajos en Cuelgamuros) vuelve a acompañar un proyecto de Peris: «Parece que nos tenemos que ir fuera para entenderlos. Aprovechando que “Una noche sin luna” está en Argentina he visto una noticia en la que se ha podido plantear el caso de Villalpando, donde hay unos cuantos enterrados, algunos familiares suyos. Se les ha dado voz en Argentina, donde sí han hecho las paces con su memoria. Aquí somos un país desmemoriado con gente que tiene Alzheimer sin diagnosticar y tiene la necesidad de pasar página. No es un afán vindicativo. No es sed de venganza. Es hacer justicia y tener un lugar al que poder llevar flores. No se pretende más. Hay una parte en la que uno no puede llegar a entender que eso no es sano. No hay nada más sano que recordar».
Si todo ello aparece en las palabras de Mouawad, en Cielos también se encuentra parte de esos activistas del clima que utilizan los cuadros como el canal de difusión: «Yo veo esa acción y me repugna más allá de sus razones, pero creo que el teatro, como el arte, está para despertarnos lugares en los que ni nos habíamos planteado meternos. Y es así como en este texto se plantea que en estos hechos vandálicos de atentar contra la Gioconda o contra una pintura de Van Gogh hay un dolor profundo al hacerlo. Hay una militancia con base humana y espiritual. Atentar contra el arte es hacerlo contra la memoria. Como especie, no hay nada más doloroso que hacer que explote un museo –continúa–. Es ir contra la historia. Y con esta obra empiezo a entender el fenómeno desde otro lugar: ya no son cuatro descerebrados que protestan para que el planeta no se vaya a la mierda. Mouawad hace quince años ya hablaba de lo que pasa hoy con la juventud», comenta un Peris cauteloso de «no hacer “spoiler”».
Por estos vericuetos se mueve un montaje en el que el autor libanés-canadiense vuelve a sacar todo su poderío y en el que también tiene tiempo para detenerse en el mito de Casandra (donde Apolo le da y le quita el don de la profecía), que adaptado a nuestros días y a esta trama, dice Peris, se entiende como que uno puede tener la información para evitar un atentado, pero no vale de nada si esos argumentos no son considerados por el sistema...
  • Dónde: Teatro de la Abadía, Madrid. Cuándo: hasta el 16 de julio. Cuánto: de 10 a 24 euros.