Paco Ureña: «El miedo es muy singular, un personaje peculiar»
Por un atasco en las negociaciones su apuesta isidril es un órdago a una sola tarde con seis toros: toda una declaración de intenciones la de este murciano
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Su temporada, la de 2019, la última que vivimos con normalidad, fue la soñada. Logró todo. O casi. Lo que no se le escapó fue la Puerta Grande de la Monumental de Las Ventas, ni hacer historia en Bilbao, tampoco la de los Cónsules de Nimes... Para el 2020 Ureña tenía todo de cara. Pero la covid-19 cambió las reglas del juego y nos metió a todos en casa y la pandemia pareció arrastrar una pérdida de memoria colectiva y en el 21 los logros se olvidaron. Paco Ureña se tuvo que enfrentar a un año que nada tenía que ver con lo que había dejado dispuesto. Tampoco este. Así es la Tauromaquia. Repleta de ingratitudes. En el ruedo. Y en los despachos. Para este San Isidro se la juega todo a un carta. Seis toros mañana. Una sola tarde.
¿Cómo llega hasta aquí?
Por un atasco en las negociaciones. Cuando llamaron para cerrar San Isidro las opciones que nos pusieron sobre la mesa no eran las que nosotros pensábamos que merecíamos acorde a lo que había pasado en 2019. Hubo un atasco fuerte y llegó un punto en el que solo me quedaban dos opciones: quedarme fuera de San Isidro o apostar a lo grande.
Descartó quedarse fuera.
He de destacar que la empresa reconoció la situación e intentaron buscar una solución. La alternativa que quedaba llegados a ese punto era matar seis toros. Era una responsabilidad muy fuerte, pero pensé que no debía quedarme fuera de San Isidro, por el aficionado, por mí y por todo lo que implica. Si las negociaciones hubieran ido por otro lado es posible que no me hubiera encerrado con seis toros todavía.
¿Se lo había planteado en otra ocasión?
Era un sueño de toda mi vida. Se intentó otra vez, pero no se pudo llevar a cabo.
Madrid, a un sola tarde y con seis toros... Palabras mayores.
Madrid pesa siempre. Es un compromiso absoluto. Todo lo que tengo se lo debo a Madrid, todo lo que he conseguido en mi trayectoria. Estaba defenestrado y esta plaza me sacó adelante. Lo he vivido todo aquí y es una responsabilidad total cada vez que hago el paseíllo. Ser el foco único es muy fuerte.
Volvamos a 2019 para los que somos frágiles de memoria. Ocurrió mucho, de hecho, casi todo.
Tengo cero egos, no me gusta recordar el pasado. Mi ego no está en lo que he hecho sino en lo que está por venir. 2019 fue una temporada completa. Fui el triunfador, me dieron la Oreja de Oro de Radio Nacional, salí a hombros de Madrid y en Bilbao ocurrió algo histórico porque corté cuatro orejas y no había ocurrido nunca con dos toros. El Cordobés lo hizo con tres animales. Me otorgaron el Capote de Paseo de Almería, Triunfador de Julio de Valencia, mejor faena de Fallas, la Puerta de los Cónsules de Nimes, te lo cuento porque me lo has preguntado, pero no me gusta mucho hablar de ello. Luego vino lo que vino y quizá de todos los toreros al que más me afectó fue a mí. Lo acepto, asumo y asimilo como parte de mi vida y de mi historia. Todo pasa por algo.
Pero fácil no debe ser.
No. El año pasado lo pasé mal, porque no comprendía muchas cosas y no era capaz de aceptar la realidad de lo que estaba pasando. Gracias a Dios lo he aceptado de corazón, desde mi alma, no de boquilla y ha sido una liberación brutal. No está en mí. No podía hacer nada para que recordasen o para intentar reconducir de otra manera. Lo he asimilado, no estoy de acuerdo, pero sí estoy tranquilo.
¿Qué busca ahora entonces, esto es un empezar de cero?
Cada día dar mi mejor versión, tener la capacidad de mostrar el torero que soy o que quiero ser. Que la gente encuentre en Paco Ureña lo que busca. A veces es difícil, porque el toreo es imperfecto y abandonarse con los animales es muy complicado. Esa es mi obsesión, mi manera de ver el toreo, la entrega hacia el animal. El torero necesita tener una base técnica para llegar a ello, eso a veces me cuesta trabajo.
¿Se ha quitado presión en las metas?
Ser torero es un milagro. Cada vez le doy más mérito a todas las personas que se ponen delante del toro. Me siento un privilegiado por todo lo que he conseguido. He cumplido sueños que no podía ni soñar cuando salí de mi casa con 15 años. Una casa en la que nunca se respiró ambiente taurino. Ahora con todo este camino recorrido me siento liberado, sobre todo al haber aceptado muchas cosas que tenía que asimilar. Pienso en el día a día.
¿Ha necesitado ayuda para ese proceso de aceptación?
Sí, no hay hombre sin hombre. He tenido ayuda de mi gente y al final hay un punto en el que indudablemente ya nadie te puede ayudar y solo tú tienes que ver la luz. Admitir esto es lo que hay. ¿Por qué ha elegido estas ganaderías? Todas han significado algo en mi carrera. Son trascendentales.
¿Qué tal se lleva con el miedo?
Cuando aparece muy mal, intento evadirlo. Es un tú a tú. Es muy limitante, un enemigo peligroso.
¿Alguna vez no aparece?
En el día a día tranquilo que estoy distraído en otras cosas, pero cuando pienso en el toro... Es muy singular el miedo, un personaje peculiar.
Sabe muy bien lo que es vivir en el ostracismo...
Y tanto. Tomé la alternativa en 2006 y hasta 2013 no despegué. Fue cuando resucité en Las Ventas. Fueron muchos años toreando una corrida o dos al año. Muy complicado. Era una apuesta a perder seguro, pero confiaba en mí. Algo me decía que no me podía morir sin sacar lo que llevaba dentro como torero. El amor al toro me mantuvo en ese momento y lo sigue haciendo.
¿Cómo se ganaba la vida?
En casa de mis padres teníamos un trozo de tierra y ahí cultivábamos brócoli, con lo que sacaba iba viviendo. A veces no llegaba, porque cuando liquidaba ese dinero apartaba el alquiler del piso de Sevilla y el resto me lo gastaba en torear toros a puerta cerrada . Mucho tiempo me tocaba vivir tieso.
¿Nunca dejó de prepararse?
Nunca. Ni de estar en el lugar donde todos los días se respiraba toros. Me levantaba siempre para entrenar y querer se torero. A veces ponía los pies en el suelo y me decía, ¿pero dónde vas? Hacía un esfuerzo porque la cabeza no me traicionara. Ha sido un camino largo, pero me siento orgulloso. Todo ha sido por amor a mi profesión. Llegados hasta aquí,
¿Es justa la profesión?
Según como lo quieras medir. Hay muchas cosas en la vida que son injustas. No me lo planteo. Estoy tranquilo y feliz. Tengo una carrera en la que soy libre. Trabajo con una persona con la que me encuentro bien y no quiero pensar en las justicias o injusticias.
¿Se ha quitado la presión del triunfo?
Ahora pienso en disfrutar.