Luque, al borde de la del Príncipe en el emotivo adiós de El Juli
Julián pasea un trofeo y el de Gerena dos en la última de la Feria de San Miguel de Sevilla
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Julián viajaba en el AVE de las ocho después de haberse dejado arrastrar, elevar, tirar, levantar de nuevo, despedazar y arrollar por la afición de Madrid y una mayoría de jóvenes apenas unas horas antes. Era la despedida mayúscula de El Juli en su plaza. La de los sueños desde que todos aquellos que pisan el Batán y abren un capote al viento. Luego el tiempo se encarga de diversificarlos, ampliarlos, corromperlos o depurarlos. La vida misma, pero es posible que ese quede intocable con el paso de los años y las décadas. A Juli se lo llevaron el sábado en volandas camino de la calle de Alcalá en una imagen espeluznante. Emotiva. Se cerraba una etapa que en verdad parecía que nunca iba a llegar, a pesar de los 25. ¿Cuarto de siglo en serio?
En apenas unas horas, como si el tramo final de su carrera hubieran puesto un velocímetro esperaba Sevilla. Casi nada. La Maestranza con sofocante tiempo veraniego. Belleza extrema para retener a golpe de retina. Morante no estaba para el gran día y cortó temporada antes. Le esperaremos. (Impaciencia). Sustituyó Castella y con la presencia de Luque. La corrida de Garcigrande cerraba el círculo y a pesar de ello “Venturoso” sacó mala baba primero y acabó por rajarse después. Mira que le han embestido toros de esta ganadería a lo largo de su carrera. Pues este no iba a ser. Caprichos de la vida. El destino. La fortuna o el infortunio. Igual era demasiado o son las grietas que hay que dejar abiertas para dejarse cosas por hacer.
Castella entró por Morante, bajona absoluta su corte de temporada sea dicho y su incertidumbre sobre el futuro mucho más. Es un agujero negro. No es que sea un torero necesario es que alimenta el alma y eso no es negociable. El francés se puso de rodillas para recibir al toro y ya de pie el Garcigrande siguió la capa de tal manera que convirtió en dos él uno. (Eterno lance). Quitó Luque y replicó Sebastián al temple de las arrancadas del Garcigrande. Viotti estuvo ejemplar con los palos en un par que el animal esperó y recortó y tuvo el valor de aguantarlo de verdad. Después tuvo mucha vibración el toro, repetición y alegría en la muleta del francés. La faena fue un compendio de todo y un mucho de poco. De ahí que cuando el animal se rajó (la faena ya podía estar hecha) no había remate. Logró meterlo la mano con la espada.
Iván García se desmonteró con el tercero y no fue fácil. Tuvo que soplarlo dos pares apurados porque el Garcigrande se movía y sin demasiado control. El pase de pecho de Luque fue la colilla de cigarro en un secarral. Prendió una mecha que ya no tuvo solución. Pareció uno de esos momentos del campo de probar si es posible y le echó la muleta muy adelante en un a ver qué pasa y el pase de pecho resultó un huracán de emociones. El toro no rechistó. Se lo tragó enterito y desde entonces las cosas estaban claras: ahí podía haber jarana. La faena de Luque fue imperfecta y no siempre salieron las cosas en las cuestiones estéticas, pero abordó en todo momento los terrenos de la emoción que son los que transitan el corazón de los taurinos. El concepto era bueno y el embroque sensacional, porque ahí abajo se dirimían muchos matices. Sumó en la improvisación de no saber muy bien qué iba a pasar en cada momento. (A la prontitud del toro también le faltó finales y entrega). Se fue detrás de la espada y vino el doble premio. Sevilla.
A Juli le hervía la sangre de tal manera en su día, en su adiós, que su amor propio corrosivo le llevó nada menos que a la puerta de toriles y a portagayola recibió al cuarto. Emoción. También en el toreo de capa y en la chicuelinas y tijerillas. Modo on triunfo activado. Fue desigual el toro en la muleta. Unas veces había que empujarlo y otras reducirlo. Julián se fue encontrando con él poco a poco degustando la última vez, los olés y el sonido de la banda de música. Los naturales finales cerraban una etapa. Solo él pondrá fecha a si hay un regreso. La gente en el brindis se puso en pie. Reconocimiento infinito a toda una vida tirando de una profesión dura como pocas. Gratitud en ese trofeo con sabor a décadas.
Tan noble como soso fue el quinto de Castella y así la afanosa faena. Tuvo el sexto lo que había faltado a otros toros: entrega y profundidad en la arrancada. Luque fue a matarlo a los medios. El resto de la faena ocurrió en el cobijo de las rayas. Fue faena sincera. Al natural no hubo tanta comunión y con la diestra firmó lo más destacado este torero que está en un gran momento. La espada fue la rúbrica y el trofeo, que le abría la Puerta del Príncipe se pidió, pero el palco no cedió.
El Juli se fue andando, a pesar de que los compañeros lo quisieron sacar a hombros y la plaza entera se quedó para despedirlo. Aquí, en este ruedo había derramado la sangre en una cornada que le ha perturbado durante una década. Aquí decía adiós para colgar el vestido de luces. Aunque no lo parezca, todo llega. También a El Juli. Carrerón hecho.
Sevilla. Tercera de la Feria de San Miguel. Se lidiaron toros de Garcigrande. El 1º, de mala condición y rajado; 2º, vibrante, pronto, repetidor y acaba por rajarse; 3º, repetidor y falto de humillación; 4º, noble y de desigual ritmo, 5º, tan noble como soso; 6º, con profundidad, entrega y poca duración. Lleno de «No hay billetes».
El Juli, de burdeos y oro, pinchazo, estocada corta y defectuosa, seis descabellos (silencio); estocada trasera (oreja).
Sebastián Castella, de azul marino y oro, estocada (saludos); estocada (silencio).
Daniel Luque, de verde hoja y oro, estocada trasera y efectiva (dos orejas); estocada (saludos).