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Villita escuchó la única ovación en una tarde de tedio

La novillada, ni buena ni mala, nunca terminó de levantar el interés en los tendidos, resacosos de lo vivido el día anterior
Villita escuchó la única ovación en una tarde de tedio
Villita escuchó la única ovación en una tarde de tedioPlaza 1
La Razón

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Se había hecho larga la noche anterior en Madrid para muchos. Se notaba en el rostro de los aficionados que repitieron presencia en Las Ventas, pero sobre todo en el ambiente, en el que sobrevolaba ese sabor a satisfacción de haber vivido algo histórico con la Puerta Grande de Enrique Ponce, mezclado con la nostalgia de no volver a ver en este templo a una figura histórica de su calado.
El murmullo, siempre presente en Madrid, era ayer inevitable. Ni siquiera la curiosidad que podía generar la presencia de los distintos hierros en la segunda de abono otoñal podía evitar que el vecino de tendido recordara la despedida del valenciano o, incluso, las buenas sensaciones que dejó Samuel Navalón como torero de proyección.
Y así avanzaba la tarde, sin que pasase algo que nos sacudiera el recuerdo de la cabeza y nos pusiera en situación, hasta que Villita cogió la muleta con la izquierda para encauzar las codiciosas embestidas del primero, tan pronto, humillado y enrazado que exigía perfección en cada cite, en cada embroque. Templado el toledano, relajó también el trazo en los verticales derechazos, pero el público no terminó de romper y las largas pausas rebajaban el poco entusiasmo que despertaba cada serie. Seguía el letargo. Y poco pudo hacer con el berrendo aparejado que hizo cuarto, tan bien hecho y rematado (fue ovacionado de salida), cómo rebrincado y desclasado en sus embestidas. Villita lo intento, pero no hubo lucimiento posible.
Jesús Moreno volvía a Madrid tras la cornada que sufrió en San Isidro, por eso brindó al doctor García Padrós la lidia del segundo, un novillo que ilusionó con su ritmo en el capote, pero que obedeció sin clase en su viaje a media altura en la muleta del albaceteño. Su misión fue encontrar el temple, pero cuando lo halló el novillo se desfondó. Con el quinto se dobló bien en el inicio de muleta, pero jamás se vio cómodo con las descompuestas embestidas del de Baltasar Ibán, que se revolvía pegajoso y soltaba tornillazos a la salida de cada muletazo, enganchando la muleta una y otra vez. Para rematar, se puso pesado con el descabello.
Había ganas de ver lo que podía hacer Diego Bastos con su novillo, pues ya nos había dejado un pellizco de buen gusto con el cadencioso quite por delantales al segundo. Sin embargo, entre la deslucida embestida del tercero y que el sevillano no terminó de encontrar el sitio, todo se diluyó. Tanto que apenas entonces se levantaron las primeras palmas de protestas de la tarde. Antes de eso, ni en el tendido de siempre se había escuchado una voz más alta que la otra. Era la calma chicha. Tampoco sirvió el sexto, que no terminó de humillar ni de pasar completo, tan bruto. Bastos quiso, pero la tarde se perdía sin haber levantado nunca el interés entre el murmullo.
Domingo 29 de septiembre de 2024. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Segunda de feria. Media entrada.
Se lidiaron novillos de, por este orden, José González, enrazado; Condessa de Sobral; si clase ni fondo; Guerrero y Carpintero, deslucido; Quintas, manso desclasado; Baltasar Ibán, descompuesto, igual que el último, de Ángel Luis Peña.
Villita, de verde y oro, casi entera trasera y aviso (ovación); y estocada baja (silencio).
Jesús Moreno, de lila y oro, estocada desprendida (silencio); y estocada, siete descabellos y aviso (silencio).
Diego Bastos, de vainilla y oro, estocada caída (silencio); y estocada atravesada, tres pinchazos de estocada (silencio).