Ajedrez

El otro teatro de operaciones de Putin

La recuperación para Rusia de la primacía mundial en el ajedrez es una cuestión de estado a la que el tirano dedica ingentes recursos

Putin y Anatoli Karpov, leyenda del ajedrez y diputado de Rusia Unida
Putin y Anatoli Karpov, leyenda del ajedrez y diputado de Rusia UnidaEfeLa Razón

El Alto Representante de Política Exterior de la Unión Europa, Josep Borrell, está recibiendo críticas ácidas por esta declaración: «Rusia ha sido expulsada de Eurovisión. Puede parecer irrelevante desde un punto de vista geopolítico, pero tiene impacto social. También la final de la Champions League, que no se celebrará en San Petersburgo, y el Gran Premio de F-1 ha sido cancelado». Sin embargo, y sin ánimo de parecer frívolo, la reflexión del dirigente socialista español no carece de tino porque para Vladimir Putin, como para todos los autócratas desde Benito Mussolini –recuerden su implicación en los títulos mundiales de la Squadra Azzurra en 1934 y 38–, el deporte es un asunto capital debido a su fuerza propagandística.

Putin, sin ir más lejos, comprometió a todas las instituciones estatales –con la agencia de espionaje FSB, antiguo KGB, al frente– en la trama masiva de dopaje para mejorar los resultados de Rusia en los Juegos Olímpicos de invierno de Sochi (2014), donde el tirano buscaba el baño de respetabilidad internacional que también se dio en el Mundial de fútbol de 2018. El deporte, hoy en día, es un elemento de cohesión nacional de primer orden y el monolitismo de Rusia en torno a su belicoso presidente se puede resquebrajar con sucesos en apariencia tan ínfimos como la exclusión del CSKA de Moscú, el club del ejército, de la Euroliga o el rechazo a la invasión de Ucrania expresada por ídolos como el tenista Andrei Rublev.

El deporte nacional ruso es el ajedrez, que desde la caída del imperio de los zares es considerada una cuestión de estado, cuando el gran Alexander Alekhine es empujado al exilio por su rechazo al comunismo y gana sus cuatro títulos mundiales bajo pabellón francés. En la hégira soviética, sus jugadores tiranizan el panorama internacional gracias también al talento importado de otras repúblicas, que contribuyeron con campeones como es letón Mijail Tal, el armenio Tigran Petrossian o el azerí, hoy nacionalizado croata por los problemas legales que le ha causado su oposición a Putin, Garri Kasparov.

Su archirrival, Anatoli Karpov, un puro producto de la escuela comunista que no esconde su nostalgia de la URSS, es un firme defensor de Vladimir Putin, hasta el punto de que ocupa un asiento en la Duma, el parlamento ruso, como diputado de Rusia Unida, el partido gubernamental.

En el mundo posterior a la Guerra Fría, Rusia sigue ejerciendo una enorme influencia en el ajedrez, como lo prueba la presidencia de la FIDE del economista Arkady Dvorkovich, primer ministro adjunto del gobierno de Putin entre 2012 y 2018. El mismísimo presidente dijo hace unos años que “reconquistar el título mundial –de la disciplina– es una de las grandes prioridades del deporte ruso” y para ello reclutó al joven prodigio Sergey Karjakin, un ucraniano de Crimea al que nacionalizó en 2009, con 19 añitos, en vísperas de la 39ª Olimpiada ajedrecística –mundial oficioso por equipos– que organizaba en la remota Janty-Mansisk. Allí, a orillas del río Obi, Ucrania infligió a los rusos una derrota que aún escuece, pues se llevó el título gracias a los veteranos Ponomariov e Ivanchuk, los dos mismos jugadores que habían dirimido el título universal de 2002… en Moscú.

A pesar del talento de Karjakin, Rusia no consigue recuperar el título olímpico que perdió hace veinte años y del que volvió a privarlo otra nación vecina, Armenia, en 2012. En las dos últimas ediciones, atesora dos medallas de bronce, una de ellas (Bakú 2016), de nuevo con los ucranianos mirándolos desde arriba en la segunda plaza del podio. La primacía individual pertenece desde hace cinco mundiales al noruego Magnus Larsen, al que Karjakin desafió en vano en 2016 y con quien tampoco pudo Yan Nepómniashchi el año pasado en Dubái.

Serguei Karjakin es uno de los ocho ajedrecistas clasificados para el torneo de candidatos que se disputará en junio en Madrid. Apadrinado por Putin, el jugador de 32 años ha declarado que apoya «todo lo que hace» su presidente y que la atención que le prodiga el gobierno ruso “tiene un valor incalculable”. Incluso, días atrás compartió una publicación en Twitter en la que, a través de otro posteo de una usuaria de Telegram, se mostró a favor de la invasión de Ucrania. Y ahí ha chocado con su compatriota Dvorkovich, que ha desmarcado a la FIDE de la belicosidad del presidente ruso para condenar «cualquier declaración pública de cualquier miembro de la comunidad de ajedrez que apoye una acción militar injustificada». De momento, a imagen de UEFA y FIA, ha instado a la Federación Asiática a proponer una candidatura alternativa para la organización de la 44ª Olimpiada que este mismo verano iba a celebrarse en Moscú.