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Carlos Alcaraz: 18 años muy bien llevados

Sigue batiendo récords: es el más joven (18 años y 123 días) en la «era Open» en llegar a los cuartos en Nueva York. Ferrero, su entrenador, y Albert Molina, su mánager, le mantienen con los pies en la tierra

Carlos Alcaraz golpea una derecha en carrera en su partido de octavos del US Open contra Peter Gojowczyk PETER FOLEYEFE

Hubo un momento antes de viajar a EE UU en el que Juan Carlos Ferrero tenía una pequeña preocupación: su pupilo, Carlos Alcaraz, no iba a poder defender los puntos logrados en los Challenger del año pasado: 77 en septiembre entre Cordenons y Sevilla, y 160 por los triunfos en Alicante y Barcelona en octubre. Su trayectoria en estos torneos digamos de «Segunda División» en el tramo final de 2020, el año más marcado por la pandemia, fue fantástica, pero ya está mayormente en torneos ATP y la pérdida de esos puntos le podía hacer caer unos puestos en el ránking, ahora que se había metido en el «top 60» después de levantar el título en su primer 250, en Umag, en julio. Pero llegó al US Open, y ¡boom! El joven de 18 años dio la campanada: eliminó a Tsitsipas en tercera ronda y no se quedó ahí, porque pasó la prueba del alemán Gojowczyk (5-7, 6-1, 5-7, 6-2 y 6-0) y se metió en cuartos en su primera participación en el Grand Slam neoyorquino, con sólo 18 años. Los puntos que tenía que defender están superados de largo. Después de ese partido, la madrugada del domingo al lunes Ferrero tuvo una conversación con Antonio Martínez Cascales, quien fuera su entrenador y que fue fundador de la academia JCFerrero Equelite. «Y me dijo: “Ya me ha pasado”. En su primer año, Juan Carlos empezó el 350 del mundo y se puso el 46, y Carlos está ahora el 38», desvela Martínez Cascales. Si sigue en Flushing Meadows, el joven murciano avanzará más, pero de momento lo que ha conseguido ya tiene la categoría de hazaña.

No es que en el US Open se diera a conocer al mundo, porque el mundo del tenis ya hablaba de él, pero en un escenario así, de los más importantes del circuito, lo conseguido toma otra dimensión. Ha batido un récord: nadie en la llamada era Open, cuando el tenis se convirtió en lo que es hoy en día (1968), había llegado a la antepenúltima ronda de ese torneo de forma tan precoz, con 18 años y 123 días. Sus números hacen que, claro, se hable de él con palabras grandilocuentes, cómo no. Los compañeros ya lo respetan: «Puede ser aspirante a títulos de Grand Slam. Su velocidad de pelota fue increíble. Nunca había visto a alguien golpear con tanta fuerza», admitió Tsitsipas, el número tres del mundo, al ceder ante él en tercera ronda. «Es el futuro, por supuesto. Tiene mucho talento», opinó Gojowczyk, su rival en octavos. Y así otros tenistas como Medvedev o el propio Nadal, que después de derrotarlo en Madrid opinó que lo único que necesitaba Carlos es tiempo, y destacó además de su tenis su actitud siempre positiva, que no se queja, no pone excusas.

Tal cantidad de halagos no debe ser fácil de llevar para un adolescente. «La verdad es que impresionan [los récords de juventud que ha batido] un poquito, pero se quedarían en nada si luego no llegas a donde lo han hecho los mejores jugadores de la historia, aunque siempre pensando que eres tú mismo el que debe seguir el camino para alcanzar la meta soñada, que es lo más importante», explicó en rueda de prensa, poniendo cordura y sabiendo que muchos otros que destacaron a su edad no llegaron donde querían. «La ventaja que tiene Carlos es que está con Juan Carlos [Ferrero], que lo ha vivido en primera persona, y con su manager, Albert Molina, que lo ha vivido con Carreño y Ferrer. Recibirá en su WhatsApp 200.000 mensajes y no podrá contestarlos todos, pero allí está bastante tranquilo y bien rodeado. Lo está llevando bien por la gente que le rodea y por la forma de ser que tiene, que nunca se ha creído más que los demás. Aunque habrá que seguir teniendo cuidado con estas cosas. El otro día lo hablaba con Juan Carlos, que los jugadores tan buenos se meten, o los metemos, en una burbuja y sólo ven su mundo; los que estamos con ellos giramos a su alrededor en todo, y no es bueno porque una cosa es el tenis y otra el resto, donde hay que ser una persona más, con unos valores, y esto hay que seguir diciéndoselo», reflexiona Cascales. Alcaraz escucha y mantiene la humildad, pero en la pista... «Quiero más», desafía.

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