Mutua Madrid Open

Alcaraz y su reflexión sobre qué hay que hacer cuando no se puede disfrutar en la pista

Carlos Alcaraz, tras derrotar a Ruusuvuori, explica cómo sacó adelante las cinco pelotas de break que decidieron su primer partido del Mutua Madrid Open

Alcaraz se mide en tercera ronda con Dimitrov
Carlos Alcaraz corre a por una pelota durante su partido contra RuusuvuoriJosé OlivaEuropa Press

¿Pero qué está pasando? Las caras de incredulidad se multiplicaban entre aficionados, periodistas y el propio Carlos Alcaraz, que miraba a su banquillo, a Juan Carlos Ferrero, intentando buscar una explicación a lo inexplicable. No es que un chico de 19 años tenga la obligación de ganar sí o sí, por mucho que ya haya sido dos veces número uno del mundo, el más joven de la historia además en alcanzar la cima, y que ya tenga un Grand Slam en su palmarés, pero lo que estaba sucediendo en la pista central de la Caja Mágica no era normal. El chaval de la eterna sonrisa no entendía nada. El jugador del tenis alegre, de los golpes imposibles, estaba triste y errático. "Quiero disfrutar y hacer disfrutar", había avisado en la previa. Pero lo suyo era una tortura. Una pelota larga, y otra y otra.

¿Pero qué está pasando? Incapaz de restar (sólo dos puntos ganados con el saque de su rival en el primer set), incapaz de aguantar los intercambios y sometido también con su servicio. Ruusuvuori era el rey, hacía lo que quería, mandaba desde el fondo y gozaba.

"Hay que tener la humildad de decir que hoy no es tu día y ponerte el mono de trabajo"

CARLOS ALCARAZ

El finlandés se llevó el primer set con facilidad y el segundo iba por el mismo camino. Le daba vueltas Carlos a la situación y hasta pidió una raqueta nueva, con un kilo más de tensión porque la que tenía disparaba demasiado la bola. Y Juan Carlos le decía: "No juegues a tres golpes, juega a siete". Cuando no se puede ser uno mismo, hay que saber sobrevivir, ser un camaleón, adaptarte. "Soy agresivo y siempre voy a por el punto, pero Emil [Ruusuvuori] estaba con un ritmo que no me permitía jugar, y había que cambiar de alguna manera, hacer que los puntos duraran más y a ver qué pasaba. Ponerse el mono de trabajo", explicó el español. "Cuando no consigues disfrutar o jugar a tu mejor nivel hay que tener la humildad para decir que hoy no es tu día, que el otro te está pasando por encima y hay que intentar jugar a otra cosa, aunque no sea mi estilo, para intentar hacer daño. Había que sacarlo como sea", añadió. Pero seguía sin encontrar la manera hasta que estuvo contra las cuerdas de verdad.

La reacción

El segundo set había comenzado como el primero: un drama. Alcaraz incluso lanzó la raqueta al suelo tras un par de malas decisiones que le pusieron 2-3 abajo. "Me arrepiento", reflexionó. Era tener pensamientos negativos, cavar más y hacer más profundo el agujero en el que estaba metido. "Pero rectifiqué", prosiguió. Porque lo que vino a continuación fue lo que definió el partido. Un juego terrorífico al saque en el que Ruusuvuori tuvo hasta cinco pelotas de break con aroma a definitivas. "He pensado en todo momento en ir a por ellas, en hacer un buen saque y dominar desde la segunda bola. He estado pensando todo el rato que podía, que podía, que llegaría mi oportunidad", reconoció Carlos. La primera se la regaló el finlandés con un revés a la red. La segunda, ¡ay la segunda! Sacó Carlos y subió a la red, restó su rival a los pies y el español se inventó un bote pronto de esos en los que hay que agacharse y levantarse con la pelota tras tocarla, tras acariciarla, para hacer que suba y que frene a la vez, que no vaya muy lejos.

Con Alcaraz se levantó toda la pista Manolo Santana. Y la pelota pasó. Primer milagro, pero no último. Un revés paralelo, una derecha cruzada, otro ganador... Así las fue recuperando todas. El 3-3 era el comienzo de algo. La oportunidad desaprovechada podía abrir una grieta en la cabeza de Ruusuvuori, que empezó el siguiente juego con 30-0 porque Alcaraz se volvió a pasar de frenada, pero en cuanto la bola pasó dos veces por la red, llegó el temblor. Apareció la oportunidad y la segunda la cogió. Dos pelotas de break para conseguir la rotura, mientras en el casillero de su oponente había un 2 de 11. Si el fútbol es un estado de ánimo, como decía Valdano, el tenis es una montaña rusa de estados de ánimo. Ahora sí, por fin, llegó el momento. Ya podía sonreír, ya salían bien las dejadas y los segundos saques con un bote altísimo no volvían. Ya era el momento de disfrutar.