Empleo

El arte de «escaquearse» sin llamar demasiado la atención

Mantener a estos trabajadores le puede salir caro a la empresa. Suelen quejarse de ser tratados injustamente y de cargarles de trabajo

Oficinista perezoso que juega al juego móvil con smartphone durante horas del trabajo Evitar su trabajo e inclinar la cabeza contra la mano Empleado aburrido El hombre inútil e improductivo que no hace nada y olvida su trabajo
Oficinista perezoso que juega al juego móvil con smartphone durante horas del trabajo Evitar su trabajo e inclinar la cabeza contra la mano Empleado aburrido El hombre inútil e improductivo que no hace nada y olvida su trabajodreamstimeLa Razón

La Real Academia Española define el término «escaquear» como la actividad de eludir una tarea u obligación. Algunos califican esta práctica, muy extendida en las empresas, de arte. El arte de saber escabullirse y pasar desapercibido. El arte de trabajar lo menos posible sin llamar la atención, el arte de parecer siempre ocupados aunque no se esté. Un estudio de McKinsey liderado por Scott Keller y Mary Meaney, revela que sólo el 5% de la plantilla genera el 95% del valor, mientras que los expertos en productividad señalan que al menos el 25% de los trabajadores en una empresa no aportan absolutamente nada. Unas cifras bastante preocupantes. Marco Laveda, «managing director» Spain&Portugal de Robert Walters, dice de estos perfiles que «quieren transmitir a los demás la sensación de que tienen mucho trabajo para evitar que se les asigne más y en los momentos en los que tienen que mostrar avances, enseñan lo mismo que en la reunión anterior, pero con algún matiz insignificante que permita dar la sensación de que ha habido una progresión. En definitiva, engañan a su entorno».

Mantener a estos «escaqueadores» tiene un coste para la empresa que duplica el de contratar estrellas, según una investigación de Dylan Minor (Harvard) y Michael Houseman (Cornerstone) y que trae a colación Juan Carlos Cubeiro, «head of Talent» de ManpowerGroup. Cubeiro tilda a los «escaqueadores» de «“cabezas de chorlito” (con ideas realmente estúpidas), los “pobre de mí” (quejándose siempre de ser tratados injustamente), los microgestores (controlando a los demás sin aportar) y los perfeccionistas (nada prácticos). Carecen de talento porque les falta la aptitud (la preparación), la actitud (son tóxicos), se quejan, pierden el tiempo miserablemente o el compromiso (no ponen energía al proyecto )».

Los «listillos»

Los «escaqueadores» suelen ser listos o más bien «listillos». Generalmente se saben vender, son personas comunicativas (aunque también está el que se queda en un rincón) y, en ocasiones, presentan proyectos o ideas, pero para que los desarrollen otros. Marta Romo, socia directora de BeUp, les tacha de perspicaces, sigilosos, ágiles y muy espabilados, porque «no es nada fácil escaquearse». «Suelen ser personas que han aprendido a sobrevivir así y aunque les juzguemos a “priori” y pensemos que tienen mucho morro, en realidad si tratamos de mirar más allá de lo evidente, podríamos descubrir cosas sorprendentes. Y podrían incluso despertar en nosotros compasión por ser personas que han desarrollado un patrón de huida-no implicación, básicamente por miedo».

Si el «escaqueador» se sale con la suya es porque el mando intermedio no controla lo suficiente a su equipo. «El trabajador que busca escaquearse siempre responderá con un “no tengo tiempo”. Y al igual que hay traficantes de drogas, en las empresas existen los traficantes de favores. Los mandos intermedios deberían hablar con los empleados para ver qué mejorar y lograr su compromiso con la empresa. Es importante preguntarles por sus inquietudes, si quieren cambiar de departamento, etc., no hacerles invisibles. En definitiva, tienen que supervisar, y darle un “book” de tareas. También hay que distinguir entre el que se “escaquea” y el que no sabe», apunta Toni Fijo, experto en ventas, consultor de empresas y conferenciantes.

Por lo general, los «escaqueadores» son muy mal vistos por los compañeros. En opinión de Laveda, «porque los reconocimientos por parte de la empresa a los esfuerzos individuales del equipo no podrán regirse por valoraciones meritocráticas justas y segundo porque el rendimiento del equipo se verá mermado teniendo, en muchas ocasiones, que ser compensado por el sobreesfuerzo de sus compañeros». ¿Y qué pasa cuando el que se escaquea es el jefe? «Suele suceder más en las grandes compañías. Cuando los escaqueadores alcanzan ciertos niveles de autoridad se pueden convertir en un freno para los demás. Al jefe «escaqueador» no le interesa que lleguen los proyectos, tal vez esté pensando más en su jubilación que en trabajar», apunta Carlos Recarte, socio director de Recarte & Fontenla.