Coronavirus

Afectados por ERTE: “Estoy sin comida, con cero euros en la cartera y -177 euros en el banco”

Cuatro trabajadores que aún no han recibido su prestación cuentan cómo están afrontando estos más de dos meses sin ingresos

“Es un sinvivir, todo el día en vela para ver si te han aprobado el ERTE. Ni duermes, ni comes”, cuenta Juan Ángel Beneito, trabajador de hostelería. Una pareja con dos hijos, ambos trabajadores, con un niño en el colegio y otro mayor de edad y estudiante. Esta familia media representa a miles de hogares de los barrios españoles: “Somos más de los que dicen”. Ni él ni su mujer han cobrado la prestación desde que se declaró el estado de alarma y aún así han procurado cumplir con todos sus pagos a rajatabla “pensando que esto no se iba a alargar tanto”. “Hemos pedido moratoria de la hipoteca, del préstamos del coche, también hemos tenido que pedir minicréditos y para hacer la compra he tirado de algunas tarjetas que tenía”, explica Juan. El endeudamiento de esta familia ha ascendido hasta los 4.000 euros durante esta cuarentena. Los pequeños ahorros de su hijo de 20 años también les han dado algo más de tiempo para esperar el ERTE, pero ese tiempo se ha acabado. “El mes que viene tendremos que dejar de pagar, ya no tenemos dinero en el banco. Recurriremos a los asistentes sociales o la beneficencia”, lamenta. El SEPE pasa la pelota al tejado de la empresa. Tras varios intentos, Juan consiguió ponerse en contacto con el SEPE y preguntó qué estaba ocurriendo con su paro. La respuesta fue que para los afectados por ERTE la empresa tenía que volver a enviar los datos de la gente que no había cobrado aún para introducirlos manualmente. Hasta tres veces ha enviado su compañía los información, con comprobante de ello. Alrededor de 400 trabajadores de su empresa siguen sin cobrar. 400 familias que no sabían lo que estaba por llegar y que como Juan les da miedo que los llamen para trabajar “y no tener dinero ni para la gasolina”.

Consuelo Navarro
Consuelo NavarroLa Razón

En Andújar (Jaén), Consuelo Navarro permanece confinada con su marido, sus tres hijos, la pareja de uno de ellos y su nieto, desde el cierre de restaurantes. Esta familia de siete ya ha tenido que recurrir a asuntos sociales para poder comer. Sus ingresos han caído en picado, pero los gastos de esta familia numerosa con un niño pequeño a cargo no lo han hecho. Los malentendidos con el SEPE parecen ser el factor común en todos los casos. Consuelo es cocinera a media jornada y contaba ya con una prestación de 200 euros con los que poder llegar a fin de mes. Temiendo que la prestación del ERTE y la ayuda que cobra fueran incompatibles, se puso en contacto con el SEPE y le aseguraron que le darían a elegir entre ambas para no perder el paro. Aún así, las semanas pasaban una tras otra y este familia seguía sin ver el ingreso en su cuenta. Como cada día, Consuelo volvió a revisar la web del SEPE y de repente su prestación pasó de estar en trámite a desaparecer: “Me dijeron que no existía nada a mi nombre. Se ha perdido mi ERTE y me dicen que seguramente en junio tampoco cobraré”. En este caso, el SEPE le dio otra versión distinta a la de Juan, tenía que ser ella la que reenviase todos los datos. La vuelta al trabajo aún se le presenta lejana. Su bar va a intentar abrir pero sin el servicio de cocina, por lo que su futura estabilidad laboral también pende de un hilo. En el caso de su marido, la empresa no lo ha incluido en un ERTE con reducción de jornada, sino que directamente ha pasado de tener un contrato de 1.200 euros a trabajar solo los fines de semana cobrando 400 euros. “El mes que viene no podremos pagar y no tenemos familia cerca. No sabemos si tendremos que volver a Córdoba y dejarlo todo”, lamenta.

Víctor
VíctorLa Razón

Con imágenes de su nevera desierta, Víctor denuncia su crítica situación en redes sociales. “Estoy sin comida, con cero euros en la cartera y en el banco tengo un descubierto de -177 euros”, cuenta a LA RAZÓN. En su casa no entra ningún ingreso desde el 16 de marzo, cuando su empresa tramitó el ERTE. Él sigue esperando su prestación y su pareja no tiene trabajo, recién había acabado su formación cuando la crisis golpeó a España arrebatándole cualquier esperanza laboral. Las deudas y los impagos se le acumulan y le desbordan emocionalmente, al igual que le está ocurriendo a cientos de miles de españoles. “Lo que cobré de marzo se fue directamente a pagar préstamos y gastos”, explica. Cuando intenta disipar el nubarrón de preocupaciones momentáneamente el sonido del móvil lo trae de nuevo a la realidad: “Me llaman todos los días para saber cuándo voy a volver a pagar los préstamos”. Víctor ha solicitado moratorias, pero lo que le quita el sueño es ver cómo el alquiler sigue llegando, los gastos también y en su cartera no hay dinero ni para comer ellos, ni para alimentar a su mascota. “Esta mañana un plataforma vía a Twitter se ha ofrecido a hacerme una compra básica”, explica Víctor, que no quiere tener que recurrir a este tipo de ayudas ni preocupar a su familia contándoles su situación. “Llevo más de 10 años cotizados y lo único que reclamo es que se pague el ERTE cuando se dijo”, añade. Aguantar hasta junio sin ningún ingreso se le presenta como un reto imposible. Víctor ha tenido que recurrir a deshacerse de sus posesiones para intentar obtener algo de dinero: “Lo tengo todo a la venta a Wallapop. El aire acondicionado lo vendí porque no puedo ni llenar la despensa”. Las piedras que el SEPE le ha puesto en el camino solo han incrementado su desazón. Al entrar en la web del SEPE le aparecía un error, su cuenta bancaria era incorrecta. Víctor pidió cita y le atendieron telefónicamente el 13 de mayo, aunque el intercambio de palabras fue más bien escueto: “Lo único que me preguntaron fue si tenía hijos. No comprobaron mi cuenta bancaria, ni mi número de teléfono, solo me dijeron que cobraría entre el 10 y el 15 de junio”. La llamada terminó y en la web seguía apareciendo el mismo error. Hace un par de días la inquietud de no saber si al menos en junio cobrará pudo con él e hizo decenas de llamadas al SEPE. El teléfono estaba totalmente colapsado hasta que un trabajador le atendió y comprobó que algunos de sus datos eran erróneos. “Voy a volver a trabajar entre el uno y el ocho de junio, antes de cobrar el ERTE”, concluye Víctor, un ciudadano más al que le han dado la espalda durante todo el estado de alarma.

Juan, Consuelo y Víctor son solo algunas de las historias que se repiten en cada comunidad, ciudad, barrio y pueblo de España. Naiara, otra afectada por el impago de los ERTEs, decidió utilizar las redes sociales para dar voz a cientos de afectados como ella. Junto a Rubén, otro chico que aún no ha recibido su prestación, crearon una cuenta de Instagram llamada “Afectados Erte Covid 2020”. En ella, los comentarios y testimonios en vídeo crecen como la espuma. A esta cuenta llegan cada día historias de gente que no encuentra una salida. “El otro día me llegó la grabación de una compañía de la luz amenazando a una clienta que está en ERTE con cortarle el suministro, quitarle el contador y sumarle 100 euros de recargo por no pagar”, nos explica. Ella misma está viviendo una experiencia cercana: “Yo hasta la fecha no he pagado suministros de luz, agua y gas, ni teléfono, lo que implica sus correspondientes mensajes amenazantes y si te metes en su web para comprobar las facturas te añaden gastos de demora”. “El dinero que tengo lo guardo para comer”, añade. Ese dinero en un principio salió de sus ahorros, unas reservas que con el paso de los días se han desvanecido. Ahora viven de lo que les ingresan sus padres, los padres de su pareja, su hermano y abuela incluso. “No puedo pedir un adelanto a mi banco porque me exige un justificante donde diga que mi prestación está aprobada y la cuantía”, explica Naiara. El único gasto que han podido reducir es el alquiler al 50%, pero Naiara calcula que su endeudamiento en gastos asciende a 2.000 euros. Como a otros tantos, a esta pareja solo le queda esperar un milagro. Ambos trabajan en el sector de la hostelería y el SEPE ni siquiera ha tramitado sus datos: “El problema es que no hay manera de hablar con ellos”. “Al paso que vamos, tendría que suceder un milagro para que nos pagasen el 10 de junio. Parece que somos porcentajes, pero comemos cada día, no cada tres meses”, denuncia.