Análisis

Un salario de 21.000 euros perderá este año más de 2.100 euros de poder adquisitivo y pagará más impuestos

La inflación es un síntoma del grave deterioro que sufre la economía española, mientras en Moncloa están obsesionados por cambiar las cifras estadísticas en vez de facilitar la salida de la crisis

Paneles informáticos donde se informa de los precios de los carburantes en una estación de servicio de Madrid
Paneles informáticos donde se informa de los precios de los carburantes en una estación de servicio de MadridAlberto R. RoldánLa Razón

Desde hace dos años, el Gobierno de Pedro Sánchez y sus socios nos ha repetido una y otra vez que «en esta crisis se han hecho las cosas de manera diferente». Por supuesto, no es cierto. En esta crisis, igual que en la de 2008, se ha disparado el gasto, el endeudamiento y se ha fiado todo a la política del Banco Central Europeo. Decía Ronald Reagan –presidente de Estados Unidos entre 1981 y 1989– que la inflación es el precio de los gastos del Gobierno que pensabas que eran gratis. Y tenía razón. El aumento masivo de cantidad de dinero en circulación dedicado a disparar el gasto público corriente en el pasado año 2020 es uno de los principales factores de la inflación que sufrimos ahora. En 2014, con los precios del petróleo subiendo a niveles similares a los actuales, el IPC era negativo. Los resultados de esa supuesta «forma diferente» de actuar son terribles.

La inflación de junio ha sido del 10,2% y eso considerando quince días de la medida estrella del Gobierno, el llamado «tope del gas», y un mes entero de aplicación de su plan antiinflación anunciado en abril. Por el contrario, la inflación en Francia es del 6,5%, y la de Alemania está en el 8,2%, estando ambos países mucho más expuestos al riesgo de Rusia y los problemas de cadenas de suministro, y ambas además sin ese «tope del gas». En Suiza, que no ha impreso moneda de manera descontrolada como sí ha hecho la eurozona, la inflación es del 2,9%.

La inflación de junio es la más elevada desde 1985, hace 37 años, y la subyacente –excluyendo el precio de elementos más volátiles como los alimentos y la energía– es la más alta desde 1993, hace 29 años. Como explica el gestor Rafael Valera, el +10,2% de los últimos 12 meses es superior a la inflación acumulada entre 2011 y 2021, que fue del 9,6% en esos diez años. De esta forma, un salario que ascienda a 21.000 euros anuales perderá este año más de 2.100 euros de poder adquisitivo, además de pagar más impuestos porque el Gobierno se ha negado a deflactar –ajustar– el IRPF a la inflación.

En medio de lo que llaman «recuperación justa e inclusiva», la población en riesgo de pobreza o exclusión social ha aumentado hasta el 27,8% del total en 2021. Recordemos que los politólogos se mesaban los cabellos en 2017 con cifras inferiores y sin haber dilapidado 200.000 millones de euros en nueva deuda pública en dos años.

España se queda atrás

Mientras tanto, la economía se frena. El Producto Interior Bruto (PIB) español registraba una variación de solo un 0,2% en el primer trimestre de 2022 respecto al trimestre anterior, dos puntos inferior a la del cuarto trimestre y una décima inferior al dato preliminar avanzado. España se queda por detrás de sus principales socios en recuperación y por encima en inflación, tasa de paro y déficit estructural. El efecto de la temporada turística va a mantener las cifras de PIB relativamente estables, pero es preocupante leer que la renta nacional bruta y la renta nacional disponible bruta caen un 0,5% y un 0,9%, respectivamente, en el primer trimestre.

La vicepresidenta primera y ministra deEconomía, Nadia Calviño, a su llegada al Congreso de los Diputados, a 30 de junio de 2022
La vicepresidenta primera y ministra deEconomía, Nadia Calviño, a su llegada al Congreso de los Diputados, a 30 de junio de 2022Jesús HellínEuropa Press

Los españoles estamos empobreciéndonos a una velocidad inusitada en medio de una supuesta recuperación que es solo un rebote sin tendencia estructural. Ante una situación tan preocupante, es alarmante leer que el Gobierno prepara el asalto al Instituto Nacional de Estadística, INE, cuyo responsable abandonó su cargo esta semana. En vez de trabajar para reducir los desequilibrios, relevar a la cúpula del INE porque no les gustan los datos. Lo que debemos entender es que el ataque a la independencia y prestigio del INE no va a hacer que las nuevas cifras se valoren positivamente, sino que generarán desconfianza.

España se enfrenta a un entorno muy complicado en 2022 y 2023, con un Gobierno obsesionado por cambiar las cifras estadísticas en vez de facilitar la salida de la crisis. En época de alta inflación y riesgo de crisis no es lógico mantener fiscalidad de bonanza y baja inflación. Tenemos que dejar respirar a las familias y empresas, que han hecho todo lo posible por no trasladar los costes de producción a los precios y se encuentran con caídas muy relevantes de sus márgenes. España se empobrece y si no se llevan a cabo políticas de oferta y normalización monetaria para atacar la inflación vamos a pasar un periodo muy complicado.