Energía

Larga vida al gas: España consume más que nunca

Aunque el Gobierno quería «enterrar» la fuente que más produce en las olas de calor, la UE la ha declarado «verde» y resurgen proyectos para sustituir al gas ruso

Gasoductos España
Gasoductos EspañaJosé Luis Montoro

Los planes cambian. A veces tan rápido y tan drásticamente que es imposible no caer en los contrasentidos. Ahí está Europa, en un contrasentido energético que le ha llevado en apenas unos meses de casi demonizar el gas natural a considerarlo una energía verde –junto a la generación eléctrica nuclear–. La percepción no es subjetiva y proviene de todos los flancos. Uno de los mejores conocedores del mercado energético global a este lado del Atlántico, Antonio Brufau, presidente de Repsol, lo expresó con claridad en pleno estallido de la crisis por el gas ruso: «Se demonizó al gas y se mandó el mensaje de que no tenía futuro como energía, lo que llevó a los productores a dejar de invertir en su producción, mientras la demanda continúa creciendo». Muchos países tomaron entonces la decisión «geopolítica más barata, comprar al vecino» y en otros, comoEspaña, se optó por reducir la compra del gas de Argelia y apostar por las plantas regasificadoras.

En 2021, la producción de gas natural de la UE cayó un 7,6% respecto a 2020 (casi un 10% de retroceso para la eurozona). El principal productor comunitario, Países Bajos, registró una caída del 9,4% mientras que entre los mayores importadores netos aumentó notablemente el flujo, un 13,8% en España y un 9,8% en Italia.

Y eso pese a que hasta hace apenas unos meses, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, aseguraba que «ni el gas ni la nuclear cumplen los criterios para ser considerados sostenibles». A un mes de la invasión rusa, cuando el Gobierno aún defendía que la inflación sería «pasajera» y no se mencionaban las amenazas energéticas rusas en ningún momento, la vicepresidenta tercera reiteraba ante los ministros de Medio Ambiente y Energía de la UE reunidos en Amiens (Francia), el rechazo de España a la propuesta de la Comisión para incorporar el gas y la nuclear entre las tecnologías «sostenibles» por la Taxonomía Europea. Ribera sostenía «que puede distorsionar y generar confusión» a la hora de encauzar inversiones sostenibles en la UE. «Ni la nuclear ni el gas cumplen los criterios científicos y legales para ser consideradas sostenibles ni recibir el mismo tratamiento que tecnologías incuestionablemente verdes, como la eólica o la solar, y orientan en sentido contrario a las prioridades de un proceso de descarbonización de la economía europea sin riesgos ambientales».

Sin embargo, hoy, con los precios de la energía disparados, las cosas se ven de otra forma. El gas natural ha pasado a ser «crucial» para combatir el cambio climático porque, a pesar de ser una energía que emite CO2 porque es un combustible fósil, un hidrocarburo, emite la mitad del CO2 comparado con el carbón y más o menos el 70% comparado con el petróleo. «El gas es fundamental para hacer posible el proceso de transformación del modelo de generación y descarbonización de la economía que ha emprendido la UE», alegan desde Sedigas, la asociación que reúne a las empresas gasistas españolas. A su juicio, «sin el gas peligra el objetivo de descarbonización total para 2050 y la garantía de suministro energético».

Los datos en ese sentido son demoledores. La demanda de gas del sector eléctrico ha aumentado un 118% en el primer trimestre del año, batiendo récord tras récord ahora como consecuencia de las olas de calor concatenadas. La demanda de gas natural para generación de electricidad alcanzó el 13 de julio los 803,8 gigavatios hora, superando el récord también histórico de 770 GWh alcanzado el 16 de junio y de 764 GWh registrado el 15 de junio. Las altas temperaturas suponen un aumento del consumo eléctrico, acompañado de una baja generación hidráulica, eólica, y también fotovoltaica y termosolar (debido a la calima), así como por un incremento de las exportaciones eléctricas.

Esta elevada demanda de gas para las centrales de ciclos combinados ha hecho que se haya dado la paradoja de que, durante los días de mayor calor, la compensación a las centrales de gas haya sido superior al propio precio de la electricidad como consecuencia del denominado «tope del gas» aprobado por el Gobierno.

Mientras que la demanda convencional de gas (consumo de hogares, comercios e industrias) cayó en junio un 20% respecto a hace un año y un 10% en el semestre, la del sector eléctrico siguió disparada y crecido en junio un 79,5% respecto al mismo mes del año pasado y un 73,1% en el semestre. Las centrales de gas fueron el mes pasado –y lo serán este– la primera tecnología de generación eléctrica, con una cuota del 27%; mientras que en el mismo mes del año pasado eran la tercera, con una cuota del 17% y por detrás de la producción nuclear y de la eólica.

Esos hechos han motivado varios movimientos en España para sustituir al gas ruso, que fue el segundo mayor proveedor nacional el pasado mes, con el 24,4% del total, solo superado por EE UU (con el 29,6%) y por delante de Argelia (21,6%), según los datos del Boletín Estadístico de Enagás. Precisamente, los problemas con Argelia a raíz del giro del Gobierno de Sánchez sobre el Sahara también están generando acercamientos a países como Catar y Albania, y enlaces proyectados con Italia, según avanzó Enagás en su presentación del plan estratégico hasta 2030. El gestor gasista, responsable de la red de gasoductos y participado en un 5% por el Estado, invertirá 2.775 millones de euros en el periodo 2022-2030, cantidad que se elevará a 4.755 millones de realizarse tres interconexiones gasistasprevistas en el Plan Repower EU. Entre sus grandes proyectos, que incluye la tercera conexión con Francia y Portugal, está el gasoducto submarino España-Italia, que acapararía 365 millones de inversión entre 2022-2026 y 1.135 millones entre el 2027-2030.

Estos movimientos parten del equilibrio entre producción y reservas. El ránking de los países productores de gas está encabezado por EE UU (914.600 millones de metros cúbicos en 2020), seguido de Rusia (638.500), Irán (250.800), China (194.000), Catar (171.300), Canadá (165.200), Australia (142.500), Arabia Saudí (112.100), Noruega (111.500) y Argelia (81.500). Respecto a las reservas, Rusia encabeza la lista con 37,4 billones de metros cúbicos, el 20% de las existencias mundiales. Le siguen Irán (17%), Catar (13%), Turkmenistán (7%), EE UU (6%), China (4%), y Venezuela, Arabia Saudí, Emiratos y Nigeria, tienen un 3% de las reservas, respectivamente.