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El desempleo sigue con su ascenso

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Después de los malos datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA), las cifras de desempleo registrados en el Servicio Público de Empleo Estatal han ido en consonancia a lo esperado y se han empeorado las cifras del mismo mes del año pasado.

Por un lado, se han empeorado los datos de octubre de 2018 sustancialmente en desempleo, con casi 98 mil desempleados más (casi el doble del año anterior) y ha decaído, el que es más importante: el de afiliados a la Seguridad Social, que suma más de 106 mil nuevas afiliaciones (25 mil menos que en 2018), superando los 19,4 millones de cotizantes.

La cifra de desempleados se ha quedado en 3,177.659 parados. De los datos recibidos debemos destacar algunos aspectos muy relevantes: como datos positivos, nos quedamos, por un lado, con que se ha conseguido un buen dato de contratación indefinida con un 10,7% de los contratos y, por otro, se ha dado un aumento considerable de personas que están dispuestas a encontrar un empleo, de ahí que haya subido la afiliación y el número de desempleados al mismo tiempo; en la parte negativa, nos encontramos con que se han deteriorado los datos de empleo en todas los sectores (como excepción, y como viene siendo habitual, el sector educativo es el que ha creado empleo de forma masiva) y ha empeorado sustancialmente el desempleo juvenil de menores de 25 años, retrocediendo más de un 7%.

Todos los datos que vamos recibiendo nos deben hacer pensar en el futuro inmediato y en la deriva que puede tomar nuestro mercado de trabajo. No cabe duda que cada vez son más las voces que hablan de ralentización, parón, incluso recesión de nuestra economía y por tanto del empleo. ¿Realmente hay motivos para preocuparse?. Desde mi punto de vista sí, y algunos motivos son de envergadura:

PIB: según los últimos datos recibidos estamos ante los peores datos desde 2014, a pesar de que tenemos un PIB “dopado” con un gasto público desorbitado e insostenible (este año ha aumentado un 2,5% frente al 1,9% del año pasado); con un nivel de endeudamiento como el de España y los compromisos de déficit que tenemos con nuestros socios europeos no se podrá mantener por mucho tiempo.

Turbulencias Internacionales: con un mundo tan globalizado, evidentemente no somos inmunes a los que pasa en nuestro entorno. Las guerras comerciales entre China y los Estados Unidos, así como la situación de Europa es preocupante ya que la actividad apenas avanza tal y como muestran todos los indicadores de confianza empresarial y confianza en la economía. Por último, no debemos olvidarnos de los problemas de Latinoamérica, las recientes crisis de Ecuador, México o Chile, que no hacen sino empeorar los resultados empresariales, especialmente de las grandes empresas que suponen más de 40% de la recaudación del impuesto de sociedades.

Turbulencias en España: asistimos al empeoramiento de muchos indicadores importantes o en el mejor de los casos se mantienen (como el gasto de consumo final que se sostiene de forma artificial por el aumento del Salario Mínimo Interprofesional, por un lado, y por otro por la baja inflación que se está produciendo). Así nos encontramos con que han empeorado los beneficios empresariales, han subido los costes laborales (con la pérdida de competitividad que ellos supone), ha caído la inversión (que se desploma casi un tercio con respecto a 2018), las exportaciones han disminuido sustancialmente.. y lo mismo pasa con el consumo eléctrico y el índice de confianza de los consumidores, etc. Si todo lo anterior no fuera suficiente, la inestabilidad política, que quedó reflejada en el debate que vivimos ayer con mentiras varias y falta de propuestas serias sobre cómo afrontar el futuro en materia laboral y la crisis de Cataluña, pone la guinda ante una situación que o se toman las medidas fiscales y presupuestarias adecuadas (con pocas esperanzas por lo que oímos en el debate, y lo poco que escuchamos por parte del Presidente en funciones, - que siguió con el discurso de que había que derogar la reforma laboral), o lo que en principio podría ser un simple bache se convierta en un profundo socavón.

*Carlos Martínez, Presidente de IMF Business School,