Análisis

España, empobrecida por el socialismo de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez ha tirado con bala de rey con el mayor estímulo fiscal y monetario de la historia y lo ha despilfarrado. El déficit estructural es una vergüenza tras derrochar 35.000 millones anuales en gasto ineficiente. El Gobierno depredador penaliza fiscalmente la alta productividad de las empresas

Pedro Sánchez y María Jesús Montero
El presidente del Gobierno Pedro Sánchez y María Jesús Montero en la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Alberto R. RoldánLa Razón

Uno de los momentos más hilarantes de la propaganda gubernamental se ha dado esta semana cuando el ministro Carlos Cuerpo y el presidente Sánchez se han lanzado a vender el bulo propagandístico según el cual la OCDE reflejaba una fortaleza económica inexistente. De hecho, la realidad del informe de la OCDE es que España se ha quedado por detrás en PIB por habitante desde que llegó Sánchez al Gobierno, y eso contando con el mayor estímulo fiscal y monetario de la historia además de la mayor entrada de fondos Next Generation.

Efectivamente, entre el segundo trimestre de 2018 y el tercer trimestre de 2023, como muestra la OCDE, la renta per cápita en España solo ha aumentado 1,4%, peor que Francia, 1,9%, Italia, 5,5%, la OCDE, 5,7%, y peor que la mayoría de los países de la Unión Europea. En cuanto a renta disponible por habitante, España se queda muy por detrás de Francia (3.5% comparado con 5.2%), de la media de la OCDE, 7,7% y de la mayoría de los países europeos. Es más, con Sánchez, España se ha empobrecido perdiendo puestos con respecto a la media de la UE. Si se hace el análisis de PIB per cápita ajustado por poder adquisitivo, España ha perdido convergencia con la UE. Ha pasado de estar a ocho puntos a estar a 11 de la media, según Eurostat.

El empobrecimiento de España es increíble si miramos la tabla de la OCDE. Solo dos países tienen en el último registro (tercer trimestre de 2023) un nivel de renta disponible por habitante inferior al de 2007: España e Italia. Nos superan todos los socios de la OCDE, hasta países que estaban muy por debajo de nuestro nivel.

Quiero recordarle al lector que esto además viene después de despilfarrar un estímulo fiscal de casi 400.000 millones de euros y un apoyo monetario del BCE de más de 300.000 millones, además de 66.000 millones de euros de fondos europeos hasta 2023. Y encima se vanaglorian ante el estancamiento.

Como mostraba el profesor de la Universidad Francisco Marroquín, Daniel Fernández Méndez, España lleva económicamente estancada ya casi dos décadas: el PIB per cápita en 2007 era de 27.200 dólares, y el PIB per cápita en 2022 era de 27.700.

Los gobiernos de España se han caracterizado por un creciente intervencionismo en la economía, y desde hace casi dos décadas, los ciudadanos españoles sufren un asalto a la libertad económica e individual que se traduce en empobrecimiento en varios aspectos. Las políticas económicas subvencionan las actividades improductivas y penalizan fiscalmente a la alta productividad, generando un fuerte desincentivo económico que cercena oportunidades y termina con el bajísimo nivel de crecimiento de la productividad que plaga a nuestra economía. Ese bajo crecimiento de la productividad e intervencionismo redunda en la mayor tasa de paro de toda la OCDE –exceptuando Ucrania, que está en guerra– y, además, la mayor tasa de paro juvenil. Por supuesto, no podemos olvidar que el bajo crecimiento de la productividad significa menores salarios reales, otra evidencia de empobrecimiento.

Los intentos de consolidación fiscal en España se han centrado siempre en subir impuestos, no en reducir gastos. Esto nos ha llevado a que desde 2007, cuando la deuda pública era muy baja, se haya intentado disfrazar los periodos de crisis con elevado gasto y contratación públicos, llevando a un crecimiento improductivo y un aumento constante de la deuda. El déficit estructural de las administraciones públicas es una vergüenza en un país que despilfarra 35.000 millones de euros anuales en gasto ineficiente, según estimación del Instituto de Estudios Económicos.

En España sufrimos peor la crisis de 2008 por un modelo fiscal y burocrático depredador que penaliza el crecimiento empresarial y destina cantidades ingentes de fondos a gasto improductivo. En 2012, la respuesta al pinchazo del espejismo de ser parte de la «champions league» de las economías mundiales fue un aumento sin precedentes de impuestos y una moderación en el ritmo de aumento del gasto que los intervencionistas llamaron «austericidio», a pesar de que en 2018 todas las grandes partidas, sanidad, educación, pensiones, etc. se situaban muy por encima de los niveles de 2011. La economía española fue dinamitada en 2008 con una respuesta equivocada que disparó aún más el gasto público y la deuda y olvidó que la prosperidad viene de incentivar la inversión y la productividad y facilitar el crecimiento empresarial. En 2012, la situación era tan devastadora que solo controlar la sangría llevó años de esfuerzos a todos y no se revirtió la equivocada subida de impuestos hasta 2016.

Desafortunadamente, intentando equilibrar el ajuste vía ingresos y gastos se creó la base para el agujero que hemos vivido desde 2019. Sánchez ha tirado con bala de rey disfrutando del mayor estímulo fiscal y monetario de la historia, una comisión europea desaparecida en su previo rigor, y unos fondos Next Generation que han sido despilfarrados de manera obscena. El resultado es una economía empobrecida en la que el Ejecutivo se ha aprovechado del diagnóstico equivocado de los problemas acumulados con Zapatero y Rajoy para reeditar la política del Pasok en Grecia, disparar el gasto público y el empleo funcionarial pagado con más deuda y hundir la capacidad de inversión y consumo de la economía privada con una política fiscal regresista y extractiva. El resultado, tras consumir recursos fiscales y monetarios sin precedentes, es más que pobre. Una economía atrasada que pide a gritos que dejen respirar a los sectores productivos mientras la aristocracia del gasto político se vanagloria de unos datos que dan pena.