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Gonzalo Bernardos, economista, siembra la polémica: "España es un país de cuñados"
Frente al mito del dinero fácil, la realidad de la inversión en España es tozuda y se escribe con ladrillo: el patrimonio de las familias se concentra en la vivienda, muy por delante de la Bolsa o los fondos

Resulta revelador que, mientras en Estados Unidos más de la mitad de la población invierte su dinero en acciones, en España apenas un 14% se atreve a dar el paso. No se trata de una simple diferencia estadística, sino de una diferencia abismal en la cultura financiera que separa a ambas sociedades y que explica en gran medida dónde depositan los españoles sus ahorros y, sobre todo, sus anhelos de prosperidad.
Y es que en nuestro país, el dinero que no se gasta tiene un destino predilecto, casi reverencial: el ladrillo. Los datos del Banco de España son contundentes al respecto y dibujan un panorama de una claridad meridiana. Más de tres cuartas partes del patrimonio de las familias españolas están inmovilizadas en inmuebles, convirtiendo la vivienda en el refugio por excelencia del ahorro y dejando a los activos financieros, como fondos o acciones, en un modesto segundo plano que apenas representa el 10 % de la riqueza total.
De hecho, esta querencia por lo tangible se nutre de una percepción generalizada de seguridad, alimentada por rentabilidades del alquiler que en las grandes ciudades se mueven entre el 3,5 % y el 7 %. Esta es una brecha que pone de manifiesto una desconfianza histórica hacia mercados más volátiles. Se trata de una mentalidad profundamente arraigada que el economista Gonzalo Bernardos resume con una frase lapidaria en X: "España es un país de cuñados".
Las tímidas alternativas a la hegemonía del ladrillo
Sin embargo, sería injusto afirmar que el panorama es completamente homogéneo. En 2024 se registraron 17 millones de partícipes en fondos de inversión o planes de pensiones, una cifra que demuestra la existencia de un segmento de la población más diversificado. Este grupo, cada vez más numeroso, entiende los riesgos de concentrar todo el capital en un único activo y busca alternativas para planificar su futuro económico.
Asimismo, a esta corriente más tradicional se le ha sumado en los últimos años un perfil de inversor completamente nuevo, a menudo más joven y con una mayor tolerancia al riesgo. Cerca de un 10% de los españoles ya posee criptomonedas, adentrándose en un mercado de volatilidad extrema que choca frontalmente con la lógica conservadora del inversor inmobiliario. Un fenómeno todavía minoritario, pero que apunta hacia una incipiente apertura a nuevas formas de gestionar el patrimonio.
En definitiva, a pesar de la creciente popularidad de los fondos y la irrupción de los activos digitales, la inercia inversora en España sigue anclada en la propiedad. Las nuevas tendencias son todavía insuficientes para disputar el trono a un activo que se puede ver y tocar. Por ahora, y a la espera de un cambio cultural y educativo de mayor envergadura, la vivienda sigue siendo la reina indiscutible del ahorro nacional.
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