Economistas

Gonzalo Bernardos, economista, sobre la subida de precio de la vivienda: “No hay ninguna perspectiva…”

El acceso a la vivienda en España no solo no mejora, sino que se encamina hacia un escenario aún más complejo, con alquileres en máximos históricos y expertos que ya auguran nuevas subidas

Gonzalo Bernardos, economista: "Las políticas del Gobierno en materia de vivienda no han funcionado"
Gonzalo Bernardos, economistaLa Razón

El economista Gonzalo Bernardos lo ha dejado claro: "No hay ninguna perspectiva" de que el mercado inmobiliario español ofrezca un respiro a corto o medio plazo. Lejos de atisbarse una corrección, su pronóstico apunta a que la escalada de precios continuará durante los años 2026 y 2027, consolidando un escenario donde el acceso a una vivienda digna se convierte en una auténtica quimera para miles de familias en nuestro país. El sueño de un hogar asequible parece, sencillamente, desvanecerse en el horizonte.

De hecho, los datos más recientes refuerzan esta visión pesimista con una contundencia abrumadora. El primer trimestre del año se cerró con un encarecimiento de la vivienda del 12,2%, lo que representa el mayor incremento en 18 años. Este repunte no responde únicamente a una necesidad habitacional básica, sino a una fiebre inversora que ha transformado el ladrillo en un mero activo con el que especular, alejándolo de su función social primordial.

Esta dinámica tiene un efecto dominó devastador en el mercado del alquiler. Las 52 capitales de provincia han visto cómo sus alquileres alcanzan máximos históricos a lo largo de 2024. La realidad para los inquilinos es asfixiante: pagar 700 euros por una habitación en un piso compartido se ha normalizado, mientras que un inmueble completo asciende de media a los 1.200 euros.

Las claves de un mercado tensionado y sin soluciones a la vista

En este sentido, la raíz del problema reside en un desequilibrio crónico que se agrava con el tiempo. La oferta de inmuebles disponibles es raquítica frente a una demanda voraz, impulsada no solo por ciudadanos que buscan un hogar, sino también por inversores nacionales y extranjeros. La prueba más evidente de esta distorsión es que, actualmente, seis de cada diez viviendas se adquieren sin la más mínima intención de residir en ellas, alimentando una espiral alcista que parece no tener fin.

Por otro lado, las soluciones que se plantean sobre el papel chocan de frente con una realidad tozuda. Medidas como la construcción masiva de vivienda, una subida general de salarios o la limitación de precios requieren plazos y consensos políticos que hoy parecen inalcanzables. Mientras tanto, el esfuerzo económico de los españoles es extraordinario: deben destinar de media el 35 % de su sueldo bruto solo para pagar el techo bajo el que viven, una cifra que pone en jaque la estabilidad de miles de hogares.