
Gobierno
Pedro Sánchez prepara ya el asalto para controlar la Airef
El Gobierno relevará en marzo a la actual presidenta, cuando cumpla su mandato, y lo hará por alguien de toda confianza que evite críticas duras contra su gestión económica y fiscal

Mario Conde, banquero envidiado y muy poderoso a principios de los años noventa del siglo pasado, que también tenía aspiraciones políticas, decía cuando cayó en desgracia que «es difícil convivir con la crítica». Pedro Sánchez no ha dicho nada, pero tampoco es ningún secreto que, a menudo, las críticas le molestan, le irritan, cuando no le indignan. Las personales, comprensible, y las que afectan a su labor de Gobierno. Poco a poco, en sus años en la Moncloa, ha controlado casi todas las instituciones y organismos públicos que, de forma directa o indirecta, podían criticarle o le resultaban incómodos. Ahora, está pendiente de controlar también la Airef (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal), que preside Cristina Herrero.
La Airef es el organismo que tiene por objeto velar por la sostenibilidad de las finanzas públicas como vía para «asegurar el crecimiento económico y el bienestar de la sociedad española a medio y largo plazo». Las Administraciones Públicas –el Estado, las comunidades autónomas y las corporaciones locales– tienen «la obligación de seguir las recomendaciones de la Airef o explicar y razonar los motivos por los que se desvían de las mismas». El problema de Sánchez es que, con frecuencia, no le gustan las sugerencias de la Airef y mucho menos sus críticas. No es nuevo. El Gobierno de Rajoy también sufrió, y en mucha mayor medida, la fiscalización de la Airef, presidida entonces por José Luis Escrivá, que mantuvo sonados enfrentamientos públicos con el entonces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.
La Airef está presidida desde marzo de 2020 por Cristina Herrero, brillante interventora de la Administración del Estado, que formó parte del primer equipo de la institución organismo desde su creación en 2014. Sucedió a Escrivá en la presidencia y existe coincidencia en que ha sido neutral y que sus críticas al Gobierno y a las comunidades autónomas han sido tan técnicas como moderadas. En la Moncloa, sin embargo, ella y su equipo han sido vistos –y sobre todo lo son ahora– como auténticos «Pepitos Grillo» y un incordio en definitiva, sobre todo por su insistencia en la necesidad de reducir el déficit, la deuda pública y por sus advertencias reiteradas sobre la situación y el futuro incierto del sistema de pensiones.
Sánchez espera ahora que Herrero cumpla su mandato en marzo de 2026 –no puede por ley destituirla– y colocar en su puesto a alguien más afin y, sobre todo, que eluda cualquier crítica. El objetivo presidencial es tener despejado el camino, ya logre mantenerse en el Gobierno o no. En ambos casos quiere una Airef afín que le sea fiel. Por ejemplo. El Gobierno aplica un pintoresco –e imaginativo– sistema contable para decir que las cuentas de la Seguridad Social no solo están saneadas, sino que están en números negros. El procedimiento consiste en contabilizar como ingresos ordinarios los fondos que tiene que aportar el Estado para enjugar el déficit de las pensiones y que se puedan pagar.
Solo en los seis primeros meses de 2025, la cantidad ha sido de 30.000 millones, que se doblarán con creces a final de año. Es un asunto contable, pero es importante y la Airef se ha mostrado contraria a que se aplique ese criterio contable, algo que, por supuesto, el Gobierno ha ignorado. Por otra parte, en el caso de que el PSOE pase a la oposición antes o después, el que en la presidencia de la Airef haya alguien de confianza hasta 2032 puede ser un elemento importante para recuperar el poder. La institución podría emitir críticas permanentes a la labor del nuevo Gobierno, que la futura oposición instrumentalizaría.
De hecho, algo así ocurrió con Escrivá, con el añadido de que él fue elegido por el Ejecutivo de Rajoy, al que luego criticó con ferocidad, algo que en el PP siempre ha levantado ampollas. Escrivá, que dejó la Airef para ser ministro de Sánchez y ahora gobierna un Banco de España también complaciente –salvo algún pellizco– con el equipo gubernamental, al margen de sus tiranteces personales con el ministro de Economía Carlos Cuerpo, con el que ya chocó cuando ambos estaban en la institución. La Airef fue una imposición de la Unión Europea tras el rescate financiero a España, después de que la prima de riesgo superara los 600 puntos básicos por culpa de un déficit de más del 10%. España tuvo que aprobar una reforma constitucional del artículo 135 de la Carta Magna. Introdujo el principio de estabilidad presupuestaria con rango constitucional para todas las Administraciones Públicas, que debían atenerse al «principio de estabilidad presupuestaria», algo que sigue en vigor, aunque ni Sánchez ni su ministra de Hacienda sean muy partidarios de ello y procuran eludirlo cuando pueden.
El Gobierno, en los últimos tiempos, ha tenido roces frecuentes, de mayor o menor intensidad, con la Airef y su presidenta, aunque casi siempre hayan pasado inadvertidos y las observaciones –críticas– del equipo de Herrero siempre han sido muy técnicas y en términos también discretos. A pesar de todo, en la Moncloa han molestado muchas de sus opiniones y recomendaciones y ahora van a esperar a marzo para sustituir a la presidenta por alguien de confianza que no genere ningún problema. No ha trascendido ningún candidato, pero Sánchez tiene claro el perfil: alguien que no le critique.
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