Editorial

Arranca Sumar, poco nuevo bajo el sol

Sumar representa la misma confusión de una izquierda que ha perdido sus clásicos referentes y que encala la vieja fachada.

La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda DíazPhotogenic/Joaquín RivasEuropa Press

El cambio de liderazgo en la extrema izquierda española, que encarna la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, supondrá, sin duda, unas formas más amables en la pugna política –lo que, dicho sea de paso, está al alcance de cualquiera, dado la aspereza de carácter y la intransigencia doctrinal de quienes hoy detentan la dirección de Unidas Podemos–, pero poco más.

Basta con enumerar las distintas formaciones que parecen dispuestas a secundar el proyecto de Sumar, hasta quince partidos y plataformas, incluido, por supuesto, el veterano Partido Comunista de España, para entender que nos hallamos, fundamentalmente, ante una estrategia de sustitución de marca, pero no de ideologías ni de praxis política. Otra cuestión, no menos importante, es si la pretendida decadencia de Podemos como opción electoral responde a la realidad o es un mero constructo de un partido socialista que teme pagar en las urnas su alianza con el populismo más descarnado.

En cualquier caso, y de cara a la próxima cita electoral de mayo, el daño a la formación morada ya está hecho, en un remedo de profecía autocumplida y con la ventaja para la nueva líder de que no tiene que validar su tirón en las urnas; sólo sentarse a la puerta de su casa para contemplar el descalabro de sus antiguos compañeros de filas. Por supuesto, la actual dirección podemita no puede llamarse a engaño, aunque sólo sea porque la manera de entender el gobierno interno de un partido, genuinamente comunista, había arrojado de sus filas a muchos dirigentes y militantes discrepantes con la troika que ejercía el poder en la formación, algunos de los cuales han formado sus propios partidos, como es el caso de Íñigo Errejón, y están encantados de servirle a su antiguo líder, Pablo Iglesias, el clásico plato frío. Otros, como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, simplemente, están tirando de las encuestas para decantarse por uno u otro bando.

Sin embargo, para que esta estrategia de sustitución funcione es imprescindible que la formación morada se avenga a transigir con el nuevo liderazgo, acepte integrarse como una más en la plataforma de Yolanda Díaz y, sobre todo, renuncie a tratar de imponerse en la confección de las listas electorales.

Porque, de lo contrario, tendríamos en las próximas elecciones generales dos candidaturas fuertes a la izquierda del PSOE, que no sólo se neutralizarían entre sí, dados los condicionantes del sistema electoral español, sino que podrían arrebatar bastantes votos a los socialistas. Suponemos que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, uno de los artífices de la consolidación del proyecto Sumar, habrá hecho el correspondiente cálculo de riesgos.

Por lo demás, poco nuevo bajo el sol. La misma confusión de una izquierda que ha perdido sus clásicos referentes y que encala la vieja fachada.