Editorial

Sánchez y el abrazo de oso del aliado Otegi

La reacción de La Moncloa es una muestra más de voluntarismo de un partido, el PSOE, al que le empiezan a caer las facturas aplazadas.

El secretario general de EH Bildu, Arnaldo Otegi
El secretario general de EH Bildu, Arnaldo Otegi Jesús DigesAgencia EFE

Si Arnaldo Otegi pretendía con la renuncia bajo palabra de los siete candidatos etarras condenados por delitos de sangre ofrecer un balón de oxígeno a sus aliados socialistas, mucho nos tememos que ha obtenido el resultado contrario. Fundamentalmente, porque ha cogido a contrapié al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tirando por tierra los esfuerzos del equipo de propaganda de La Moncloa en su objetivo de deslegitimar a la oposición por «manipular electoralmente el terrorismo y el sufrimiento de las víctimas».

Por supuesto, este argumento, ciertamente delirante, no podía calar en una opinión pública atónita ante la desfachatez de los proetarras, pero, con todo, servía para desviar el tiro y aliviar la conciencia de los votantes socialistas. Ahora bien, una vez que, por la vía de los hechos, Bildu reconocía paladinamente que esas candidaturas causaban daño a las víctimas y trababan el proceso de normalización política, al jefe del Ejecutivo sólo le quedaba retornar al recurso dialéctico de la indecencia.

Sin embargo, ahora, lo cierto es que Bildu, ante el riesgo de hundimiento de las expectativas electorales del PSOE, no sólo ha acusado en carne viva la indignación general de la población española, sino que legitima el discurso de la oposición en su rechazo frontal a la indignidad que supone el hecho de que convictos del peor terrorismo que ha sufrido nuestra democracia figuren en las listas electorales de los mismos ayuntamientos donde señalaban a sus víctimas, hacían los correspondientes seguimientos y acababan con sus vidas.

En algunos sectores políticos se señala que, en realidad, Arnaldo Otegi ha tendido un precario cortafuegos ante una potencial intervención judicial que apoyada en la vigente Ley de Partidos podría, en último caso, proceder a la disolución de la formación abertzale. Pero sin descartar esa posibilidad –que algunas asociaciones de víctimas han llevado a la Fiscalía puesto que el artículo 9 de la citada ley es meridianamente claro al respecto–, parece más probable que se trate de un intento sincero de apoyo a Pedro Sánchez por parte de Bildu, por más que haya derivado en un abrazo de oso.

De ahí, que no se entienda la reacción de los portavoces socialistas tratando de dar carpetazo al asunto y, al parecer, convencidos de que tras la renuncia de los carniceros etarras –insistimos que bajo palabra, porque las listas electorales ya no se pueden cambiar– la oposición se ha quedado sin argumentos. Simplemente, es una muestra más de voluntarismo de un partido, el PSOE, al que le empiezan a caer las facturas aplazadas. Pactar con Bildu, apoyarse parlamentariamente en Bildu, negociar con Bildu tiene una traducción política directa en el conjunto de la ciudadanía española. Y está más cerca de la «indecencia» que de la supuesta normalización institucional de los terroristas. Las urnas hablarán.