Desmovilización

23J | El PSOE «pasa» del plan para lavar la imagen de Sánchez

Moncloa tira de los ministros y de sus recursos ante la apatía del partido. No ven posible evitar el cambio, pero sí frenar la fuga de voto

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, "entrevista" al ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas (no visible en la foto), en la segunda sesión de trabajo del formato de precampaña impulsado por el PSOE para difundir la gestión del Ejecutivo, este jueves en Madrid.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, "entrevista" al ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas (no visible en la foto), en la segunda sesión de trabajo del formato de precampaña impulsado por el PSOE para difundir la gestión del Ejecutivo, este jueves en Madrid. EVA ERCOLANESEPSOE

La campaña electoral del 23J del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, vuelve a cocinarse al margen del partido, esta vez porque la formación socialista, que lo ha perdido prácticamente todo en las elecciones autonómicas y municipales, sigue en un estado de apatía total. El PSOE «pasa» de la campaña, y esto obliga a que sean Moncloa y los ministros socialistas los que se pongan a desempeñar el papel de agentes electorales que deberían estar haciendo ya los dirigentes territoriales del partido.

En la organización socialista observan con recelo la estrategia que han diseñado en Moncloa para rehabilitar la imagen del presidente, y miran para otro lado cuando se les está pidiendo colaboración y que sigan los mantras que redactan en el equipo electoral de los «fontaneros» monclovitas de Sánchez. «Llega demasiado tarde y vuelve a pecar de la obsesión por someter todo al interés del presidente».

De hecho, ésta no es una campaña de programa, sino de estrategia de comunicación, que, además, parece diseñada por alguno de los «gurús» externos del presidente con el doble objetivo de victimizar a Sánchez y, al mismo tiempo, humanizarle. Esto lo aderezan con el discurso de la conspiración, en lo que parece una copia, desde la izquierda, del «trumpismo» que tanto critican Sánchez y sus socios.

La campaña del líder socialista ha enseñado ya sus ejes, y todos ellos coinciden en ese objetivo de lavar la imagen del presidente. En el equipo electoral ven lejana la posibilidad de que los pactos postelectorales les sirvan para materializar una remontada que dé la vuelta a la mayoría de la derecha, pero sí creen que tienen una oportunidad de mejorar la imagen de Sánchez de cara a lo que pueda venir en su futuro, y también de frenar, al menos, el avance del PP, conteniendo la fuga de voto de la izquierda a las siglas populares.

Las actuaciones mediáticas de Sánchez tampoco están sirviendo para que recuperen el ánimo en su partido. Creen que está dando «sensación de desesperación y de nerviosismo», que puede retener algún voto de izquierdas, pero que ya no tiene capacidad de construir una mayoría para poder seguir gobernando.

A Sánchez le obsesiona la campaña de la derecha para «derogar el sanchismo» y también superar la frontera de los cien escaños –hoy las encuestas le dan por debajo. Además, se enfrenta al problema de que para avanzar en esa operación de autoexculpación está obligado a derogar él mismo buena parte de lo que ha hecho como presidente del Gobierno.

Por eso en su discurso da a entender que rompe con los socios y reniega de las política de Igualdad que ha aplicado su gobierno.

Pero los cálculos matemáticos cuestionan la rentabilidad de esta estrategia ya que todas las encuestas indican que en una hipotética suma de la izquierda, que hoy no se da, el PSOE sería un partido aún más débil que en estos últimos cuatro años frente a los socios de los que dependería una nueva investidura de Sánchez. ERC está sufriendo los costes de su política de colaboración en Madrid, y, una vez que ha constatado que ni siquiera el abaratamiento de la malversación y la derogación de la sedición les sirven para aguantar electoralmente, en la mesa tienen preparado el derecho a decidir por si, tras el 23J, Sánchez necesita disponer de sus votos para mantenerse en Moncloa.

El ruido de los pactos postelectoraes entre el PP y Vox, y el perfil radical de los primeros nombres elegidos por este último partido para ocupar los puestos institucionales que le han tocado en el reparto, parece que ha detenido el avance del PP, dentro de la dinámica de ligera subida en la que cavalgaba al calor de los resultados del 28M.

Pero Bildu, la ley del «sí es sí» y las demás polémicas que han lastrado la imagen socialista siguen pesando en contra del PSOE, aunque el nuevo marco político electoral les haya puesto sordina: forman parte, quieran o no, de la herencia política que deja el «sanchismo» y del expediente del presidente del Gobierno por más que éste se haya sumergido ahora en una dinámica de enmienda a lo que ha representado la coalición en estos últimos cuatro años.

Moncloa mantendrá esta línea de comunicación durante toda la campaña. La economía no acaba de entrar en el mensaje electoral, por más que Nadia Calviño coja protagonismo, y todo se fía a que funcione la estrategia en la que Sánchez se dibuja como víctima de una conspiración mediática, política y económica de la derecha. Pero a los primeros que tiene que convencer es a los suyos. «No se puede borrar la ley del ‘solo sí es sí’ ni a Bildu sólo con cuatro gracias en varios programa de televisión».