Tras el 23J
Sánchez se conjura contra la repetición electoral: «No habrá»
Confía en encontrar la «fórmula de la gobernabilidad» y esperará a que Feijóo fracase para dar un paso al frente
56 días separan la reunión de la Ejecutiva del PSOE del 29 de mayo de la que se celebró ayer en la sede federal de Ferraz. Dos reuniones internas, dos momentos postelectorales, dos estados de ánimo muy diferentes. Una se celebró a puerta cerrada, sin cobertura de ningún tipo, de la otra se dio buena cuenta a los medios de comunicación que pudieron retransmitir en directo el efusivo recibimiento a Pedro Sánchez por parte de su dirección. Tras la debacle de las municipales y autonómicas, el presidente del Gobierno activó el adelanto de las generales desde Moncloa sin reunir a su partido. Ayer se citó con la cúpula del mismo para trazar el horizonte más inmediato y trasladar un mensaje de tranquilidad y sosiego. El líder socialista emplazó a los suyos a descansar y coger vacaciones después de meses de tensión electoral y campañas encadenadas.
En el PSOE no hay ansiedad ni intención alguna de tomar la iniciativa. El objetivo con el que concurrían al 23J se ha cumplido. No aspiraban a ganar las elecciones, sino a promover una movilización suficiente del espacio progresista que fuera capaz de abortar una mayoría de PP y Vox. Ahora, con esta vía cegada, Sánchez apurará al máximo los tiempos, esperando a que sea Alberto Núñez Feijóo quien dé el primer caso y fracase. «Me corresponde a mí», dijo en la noche electoral. En Moncloa no van a cortarle el paso. Es más, se lo dejan expedito y solo cuando la realidad se certifique, los socialistas se presentarán como la única alternativa posible para evitar el bloqueo y la interinidad.
En Ferraz asumen que la mayoría no es sencilla, pero quieren que los acontecimientos se vayan desencadenando y acaben precipitándose por su propio peso. Primero, esperarán al escrutinio definitivo de los votos CERA, los de los españoles residentes en el exterior. En la sede socialista está muy pendientes del saldo definitivo de las generales a finales de esta semana, pues anticipan un baile de escaños, que puede ser beneficioso para sus intereses. En el mejor de los escenarios les llevaría a no tener que depender de la abstención de Junts. Si esto no fuera posible, si las posibilidades de mantenerse en el Gobierno quedaran residenciadas en Waterloo, tampoco hay prisa por asumir el coste político de una interlocución directa. En el PSOE confían en el debate interno que pueda surgir en el seno de la propia formación de Carles Puigdemont sea decisivo. «Junts tiene dos almas», aseguran fuentes socialistas, que esgrimen el resultado electoral en Cataluña como aval al Gobierno de coalición y de castigo al soberanismo. «El PSC tiene más diputados que todos los independentistas juntos».
Si su propia reflexión interna no surte efecto, los socialistas tienen intermediarios indirectos para asumir la negociación sin llegar a desgastarse. Se encomiendan la presión externa que puedan ejercer otras fuerzas del espacio nacionalista, como ERC o el PNV, e incluso Sumar, que ya anunció ayer que asumirá los contactos con los secesionistas para ahormar una mayoría suficiente. En todo caso, desde la misma noche electoral, y pese a que se va disipando la euforia, varias fuentes mantienen que la repetición electoral no es una opción ni un escenario que se contemple, a pesar de los análisis que derivan de la endiablada aritmética. «No habrá repetición electoral», señalan al unísono varios dirigentes, encabezados por el propio Sánchez, que ayer se dirigió en estos términos a su Ejecutiva, asegurando que España «encontrará la fórmula de la gobernabilidad» y que en ningún caso vivirá un nuevo bloqueo institucional. De producirse, esta sería la tercera repetición electoral en los últimos ocho años. «El país necesita un descanso», dicen.
Pese a rezumar optimismo, el partido optó ayer por suspender la comparecencia prevista tras la reunión de la dirección, conscientes de que les interesa, por ahora, volar bajo radar y que sea el PP quien acapare todo el foco mediático y, por extensión, sufra el desgaste postelectoral. Esto, a pesar de haber ganado las elecciones y haber crecido 47 escaños. La gestión de las expectativas le ha jugado una mala pasada a Feijóo, que queda lejos del objetivo de una mayoría suficiente para gobernar. «Al enemigo no conviene distraerle», dicen en el PSOE, que apuntan a la sede de Génova, donde ayer se sucedieron las reuniones, sin querer acaparar ningún titular más allá de las imágenes de euforia nada contenida. «Es Feijóo el único que ha hablado de investidura. Es el PP quien está hablando ahora consigo mismo, vamos a dejar que se cuezan un poco en su propia salsa», sostienen fuentes de la dirección.
En el partido siguen paladeando el momento, después del duro golpe que supusieron las municipales y autonómicas. «Ha ganado el sentimiento de poder seguir ganando derechos y libertades, y es sobre esa base sobre la que tenemos que trabajar», dijo ayer la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, a su llegada a Ferraz. Una victoria que no es tal, pero que se cuantifica en un millón de votos y dos escaños más que en 2019.
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