Ante el 23-J
PP y Vox: historia de un desencuentro
La presión del partido de Abascal no se reflejó en las urnas en Madrid y Andalucía, donde tras el pulso, los populares consiguieron mayorías absolutas
La historia del PP y Vox está repleta de idas y venidas donde pasan del «condenados a entenderse» al «choque frontal». Y es que influir en los populares jugando con su apoyo para la formación de Gobiernos es su sino. El votante de Vox defiende que el partido de Abascal «hace mejor al PP» porque le «obliga» a no desviarse de las políticas más conservadoras. Sin embargo, en estos últimos días han enfatizado sus líneas rojas ante un PP, el de Alberto Núñez Feijóo, que ha «centrado» más a los populares.
El juego de fuerzas deja ver que, si el electorado no percibe que un partido puede alcanzar el poder, o influir en él, corre el riesgo de abandonarlo y en eso están en Vox, echando un pulso de valía de sus votos a pesar de que con ello se podría poner en riesgo «el cambio» y perpetuar las políticas de izquierdas, esas para las que dijeron que eran «dique de contención». Mientras, en el PP, se ha dado libertad a los barones para que ejecuten el mandato de las urnas del 28-M sin que Génova influya de manera directa, algo que en Vox no ocurre.
Fue en la etapa de Mariano Rajoy cuando Vox dio la sorpresa colocándose con 12 diputados en Andalucía. Entonces, se abrió camino ante el «marianismo» que creía que bastaba con la gestión para aunar los apoyos de la ciudadanía mientras que los de Abascal avanzaron terreno con la batalla de las ideas, esas que muchos consideraron que habían quedado «huérfanas» en la etapa de Rajoy.
La intervención de Casado en la moción de censura fallida de los de Abascal fue un punto de inflexión
Comenzó entonces la prueba de fuerza de unos y otros mientras los de Vox les dedicaban etiquetas de «derechita cobarde, maricomplejines, traidores, progres o complejo de inferioridad» a los del PP.
Después llegó Pablo Casado con quien Santiago Abascal mantenían entonces una relación cordial basada en la amistad de años en las filas del PP. Una relación de entendimiento que saltó por los aires con la moción de censura fallida de Vox a Pedro Sánchez por las formas del discurso del entonces líder del PP. Su «no» cargado de ataques personales a Abascal lo dinamitó todo.
Otro de los quebrantos fue el ocurrido tras la declaración de «persona non grata» contra Santiago Abascal en Ceuta.Jorge Buxadé aseguró entonces que Vox rompía relaciones con el PP por su abstención en la Ciudad Autónoma. Luego matizó, «romper» significaba entonces «tomar nota».
Siempre que Vox ha escenificado un golpe de mando ha servido para mantener activos a sus fieles, pero no siempre eso se ha reflejado en las urnas. Y es que el problema está en que los de Abascal solo pueden pactar con el PP y parece improbable que llegue a sustituirlo dado el porcentaje de voto alcanzado en las elecciones.
El centro
Con la llegada de Alberto Núñez Feijóo, el tablero negociador cambió. El presidente del PP tendió la mano al PSOE con su idea de alcanzar políticas de Estado lo que le valió para volver a un nuevo choque con Vox. «Que se aclaren a quien quieren como socio». El líder del PP reivindica los gobiernos de mayorías, como el de Galicia en el que se alzó con hasta cuatro y donde, por cierto, no ha habido entrada para Vox en su Parlamento. Evitar la política de «trincheras y el insulto» como aval para conformar la «única alternativa» frente al sanchismo compite con el «solo queda Vox» para el cambio.
En medio de este posicionamiento del PP en Vox volvieron al choque contra los populares y viceversa con el fin de reafirmarse en la batalla cultural. Lo que más les ha dolido a los de Abascal es que en el partido que lidera Feijóo se contribuya a la «demonización» del partido que lleva perpetrando la izquierda. Mientras fuerzan un pulso para no ser «coche escoba» del PP y exigen la entrada en gobiernos para que se cumpla con los puntos programáticos que exigen.
En las elecciones de 2019 Vox obtuvo un notable respaldo electoral y se convirtió en la tercera fuerza política en el Congreso de los Diputados, mientras que el PP experimentó una pérdida significativa de votos. Después de las elecciones, los populares buscaron formar un gobierno de coalición con Ciudadanos y Vox en algunas comunidades autónomas y ayuntamientos, lo que generó tensiones entre los tres partidos debido a sus diferentes posturas y demandas políticas con el veto que los naranjas imponían.
Las mayorías en Andalucía o Madrid
Una de las fricciones más significativas ocurrió en la comunidad autónoma de Andalucía. Después de las elecciones regionales de diciembre de 2018, Vox proporcionó su apoyo para facilitar la investidura de Juanma Moreno, candidato del PP, como presidente de la Junta. Sin embargo, a medida que avanzaba la legislatura, surgieron diferencias programáticas entre ambos. Los de Abascal expresaron su descontento con el PP por considerar que no se estaban cumpliendo algunas de sus demandas, como la derogación de leyes de género o la política de inmigración. El relato y la modificación de las palabras en las normas les enfrentaron. En 2021 Vox tumba el proyecto de ley de los Presupuestos andaluces. Los hechos probados se tradujeron en una mayoría absoluta del PP con un Vox que aspiraba a la vicepresidencia y que se desinfló con crisis interna incluída con la salida de Macarena Olona. Subieron en escaños, pero no fue suficiente.
Otra fricción notable ocurrió en la formación del gobierno de la Comunidad de Madrid después de las elecciones autonómicas de mayo de 2019. Vox exigió participar en el gobierno de coalición liderado por el PP, pero el partido de Pablo Casado se mostró entonces reticente a incluirlos en el ejecutivo en el que estaba Cs. Aunque finalmente se alcanzó un acuerdo para la investidura de Isabel Díaz Ayuso como presidenta con el apoyo externo de los de Abascal, la relación entre Vox y el PP en la Comunidad ha sido tensa en algunos aspectos. Sobre todo, se vio cuando tras el adelanto electoral, con una Ayuso ya sin la formación naranja, los de Rocío Monasterio, que prestaban apoyo sin entrar en el gobierno se opusieron a aprobar los Presupuestos por considerar incumplidas cuestiones del programa que habían acordado. Ayuso logró el pasado 28-M la mayoría absoluta, con un Vox que perdió dos escaños.
Vox no quiere ser «coche escoba» del PP, aun a riesgo de entorpecer el cambio que propugnan
En Castilla y León está aún por ver en qué acabará traduciéndose las idas y venidas de Juan García-Gallardo(Vox) y Alfonso Fernández Mañueco (PP) que gobiernan en coalición y que han tenido varios enfrentamientos dialécticos por las ideas.
En Extremadura se libra el choque más frontal con un ala «más dura» de Vox capitaneando unas negociaciones «desproporcionadas» en palabras de Feijóo que puede acabar en nueva convocatoria electoral. En Valencia el PP defiende el acuerdo por el mandato de las urnas, también Vox que se mira en él como ejemplo de lo que esperan en Extremadura mientras mantienen el pulso con Baleares, Aragón o Murcia. Los de Abascal consideran que si no entran en gobiernos no se habrá dado a «respetar» de cara al 23-J y por tanto no se les verá como partido «útil» para la gobernabilidad de España. Está por ver cómo acaba todo.
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