El personaje
Aitor Esteban, el marcapasos del Gobierno
El pulso del portavoz del PNV en el Congreso a la ministra Teresa Ribera por el “tijeretazo” a las eléctricas evidencia que los votos nacionalistas son esenciales para aprobar las cuentas públicas
En los años de la transición una periodista le preguntó al entonces todopoderoso presidente del PNV, Xabier Arzallus: «¿Usted que prefiere, la paz o la independencia?». La respuesta fue rotunda: «Me quedo con la factura». Esta frase revela claramente el espíritu mercantilista de los nacionalistas vascos en Madrid donde, fieles a su estilo y con un exiguo grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados, siempre han negociado con ventaja con todos los gobiernos tanto del PSOE como del PP.
Con una calculada táctica de «mercaderes puros», como en su día les definió Alfonso Guerra, a pesar de las declaraciones retóricas nacionalistas, el PNV siempre ha antepuesto los intereses económicos de Euskadi a cualquier otro planteamiento político. Así, pragmáticos hasta la médula, los nacionalistas vascos juegan sus bazas con habilidad, se convierten en socios imprescindibles en momentos de frágil mayoría parlamentaria y logran llevarse el ascua a su sardina a cambio de sus votos en leyes importantes para el Ejecutivo, en especial los Presupuestos Generales del Estado.
Y ahora, una vez más, se ha visto en medio de la crisis por el «tarifazo» de la luz. La vicepresidenta y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, abrió la puerta a suavizar su Real-Decreto eléctrico para calmar al Partido Nacionalista Vasco. Su actual portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, estuvo muy duro durante el debate y llegó a levantarse de su escaño el día anterior con una seria advertencia al propio Pedro Sánchez: «Está en juego su propio gobierno», le espetó al presidente bajo amenaza de no apoyar los Presupuestos del Estado.
Por ello, Ribera ofreció modificaciones en el plan de choque y hacer frente a las demandas del PNV y la patronal empresarial vasca Confebask, que exigen un precio competitivo para la industria energética, que en Euskadi representa un 25 por ciento del PIB. La ministra logró sacar adelante el decreto con el voto de las formaciones de izquierda, pero recibió un aviso de Aitor Esteban con su abstención. El portavoz vasco advirtió a Sánchez que peligran el futuro de la economía y la supervivencia de su gabinete sin aprobación de las cuentas públicas.
Aitor Esteban arrancó a la ministra el compromiso de liberar a las eléctricas de fuertes recortes si ofrecen a la industria precios razonables, algo que reclaman los empresarios vascos alarmados ante el «tijeretazo» que exige Unidas Podemos. Por ello, el Gobierno se ve obligado a bailar entre dos aguas entre su coalición con los comunistas y el frente nacionalista de los socios en esta Legislatura, el PNV y JuntsxCat, que se abstuvieron. «Estaremos muy vigilantes», asegura Esteban, que plantea otras reclamaciones para dar su apoyo a los Presupuestos, como la gestión penitenciaria, nuevas inversiones y acelerar las obras del AVE al País Vasco.
Es la eterna tradición de un partido que frente a la radical estrategia separatista de los catalanes de ERC, amenaza y no acaba de dar hasta conseguir sus objetivos. Poco antes de la aprobación del Real-Decreto, Esteban mantuvo una conversación con Pedro Sánchez en el Congreso, quien le garantizó velar por los intereses de los consumidores domésticos y empresariales. El PNV es socio preferente del Gobierno y sus votos son esenciales para la aprobación de las cuentas públicas. Sin ellas, no hay fondos europeos y peligra la Legislatura.
Luis Aitor Esteban Bravo es portavoz del PNV en el Congreso desde el año 2012, en que sustituyó a Josu Erkoreka. Nacido en Bilbao, su madre es soriana de Cañamaque y su padre un veterano nacionalista vasco que le enseñó a hablar euskera. Estudió en el colegio religioso Corazón de María en la capital vizcaína y Derecho en la Universidad de Deusto, donde fue catedrático y profesor de Derecho Constitucional y Administrativo.
Afiliado al PNV desde 1978, pertenece a esa generación de jóvenes «gudaris» con educación jesuítica y verbo brillante. Es uno de los mejores dialécticos en la tribuna del hemiciclo, por lo que los periodistas de la Cámara le otorgaron el premio «Emilio Castelar» al mejor orador en el Congreso. Es un hombre cercano, afable con todos y frecuenta los restaurantes vascos que rodean el Palacio de la Carrera de San Jerónimo. Representa como nadie ese «nacionalismo amable» con doble vara de medir del que siempre han hecho gala los diputados del PNV y goza de la confianza de sus dos máximos jefes: el lehendakari Íñigo Urkullu y el presidente del partido, Andoni Ortuzar.
Es uno de los diputados más activos y polemistas. Bravucón, pero sin insultos, su estilo es directo y a veces agrio. «Este debate es una porrusalda y su solución simplona», le dijo a Sánchez sobre el recorte a las eléctricas. Ha tenido sonoros encontronazos con el líder del PP, como cuando defendió los indultos del «procés», le dijo que «para delincuentes, los franquistas» y se mofó de la «amenaza macarra» de Aznar contra los dirigentes separatistas.
Es la suya la tradicional trayectoria de un político del PNV, conservador hasta las cachas pero de aparente ataque a la derecha española, mientras ésta no gobierne en Moncloa y le reporte beneficios. Es, también, de los diputados que más interviene en las sesiones de control al Gobierno y solicita comparecencias de sus ministros en las comisiones respectivas. Con tan solo cinco diputados en el Congreso marcan el paso, hasta el punto de que en el grupo socialista se le conoce como «El marcapasos» del gobierno.
En su vida personal está casado con Itxaso Atutxa, tienen dos hijos y vive en Zeberio, localidad vizcaína de Arratia-Nervión. A tan solo veinte kilómetros de Bilbao, en las faldas del parque natural de Gorbeia, el pueblo está considerado como un refugio verde para quien desea huir del bullicio. Por sus bosques y valles entre montañas, jalonados de ermitas, templos camineros y caseríos, monta en bicicleta y escapa de las convulsas sesiones parlamentarias. Le gusta la comida de su tierra, una buena merluza a la bilbaína. Como un buen vasco.
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