Toni Bolaño

Un dry Martini agitado, no movido

El «caso Pegasus» arroja cada día más interrogantes y más incertidumbres sobre la Seguridad del Estado. No es de ahora. Recuerden que el CNI durante los sucesos de 2017 fue incapaz de encontrar ni una sola urna de las que utilizaron los independentistas el 1 de octubre. Tampoco ha sido capaz, hoy, de averiguar que el independentismo estaba elaborando un informe con la Universidad de Toronto. Y, lo peor de todo, ha identificado tarde y mal un ataque al móvil de la ministra de Defensa y, nada más y nada menos, que al del presidente del Gobierno. Y lo ha hecho a raíz de las pesquisas iniciadas tras conocer el ataque indiscriminado al independentismo.

Tras la comparecencia de ayer, el Gobierno ha sembrado de nuevo más dudas que certezas. Para empezar en el informe de Amnistía Internacional Macron y Jonhson reconocieron ser objetivos de ataques, pero nunca reconocieron que el material de sus móviles fuera sustraído. Es decir, fueron solo objetivos. Jamás reconocieron que les fuera sustraído material. El Gobierno de España sí, poniendo en evidencia que el orden y la seguridad son en este país una entelequia. El ministro Bolaños dijo que en estos días se analizarán los teléfonos del resto del ejecutivo. ¿En serio? ¿No hubiera sido mejor analizarlos y plantear este tema en la Comisión de Secretos Oficiales? ¿Se analizarán los teléfonos de todos los miembros del Gobierno anteriores? O sea, ¿Pablo Iglesias ha sido espiado? ¿Podemos ha sido espiado?

Según Bolaños las intrusiones han sido «ilícitas y externas». ¿Quiere decir extranjeras? Y colofón: «Son hechos contrastados y fehacientes, no son suposiciones. Son unos hechos de enorme gravedad que confirman que se han producido intrusiones en ámbitos ajenos a las instituciones estatales y fuera de la ley». Y lo dice el ministro de la Presidencia. ¿Es consciente de que el Gobierno es el gestor responsable de esta brecha?

Ciertamente, la estrategia de gestión comunicativa de el caso Pegasus pasará a los anales de la historia por su zafiedad. Se desconoce quién es el artista responsable de esta política comunicativa. Seguramente no lo es el secretario de Estado de Comunicación porque es un cero a la izquierda, pero si es el ministro de la Presidencia tiene un problema porque ha puesto el orden y la seguridad en primera página de los temas políticos, anulando cualquier otra iniciativa, y ha hecho de la desconfianza el eje de la política gubernamental. En versión James Bond, Félix Bolaños ha servido un dry Martini agitado, no mezclado. Solo un detalle si el debate político es orden y seguridad, Bolaños le ha hecho un «regalazo» a la derecha de este país. Núñez Feijóo y Abascal tienen un elemento más para relamerse los dedos de cara a las generales, teniendo en cuenta el festín que se augura en Andalucía.

Bolaños ayer enfatizó que el móvil del presidente fue saqueado y puso al Gobierno en un nuevo papel de víctima. Esperemos que no sea un juego de espejos después de los dislates de las pasadas semanas tras la denuncia del The New Yorker. Una maldad. Cuando se supo que el teléfono de Macron fue atacado se señaló a Marruecos. Poco después, se anunció que el rey Mohamed VI también fue víctima. No digo que sea lo mismo pero este pasaje así lo recuerda.

En Moncloa nadie piensa. Así lo corroboran las redes sociales. Que vuelva Iván Redondo es el común denominador. La gestión del caso Pegasus así lo atestigua pero no es el único caso. Lo positivo del Gobierno pasa sin pena ni gloria por mucho que los voceros oficiales intenten maquillar la realidad. Si alguien piensa que intentar presentarse como víctimas dará un vuelco a la situación se equivoca. Dará un vuelco sí, pero a peor, porque ayer el Gobierno nos dijo a todos los españoles que en este país nadie está seguro. Ahora sí que sería necesaria una comisión de investigación caiga quién caiga. Incluido el ministro Bolaños que ha asumido en primera persona el desaguisado.