Investigación

«Operativo de alto riesgo»: el informe de Exteriores de la evacuación más peligrosa en Afganistán

LA RAZÓN accede un año después a un documento del Ministerio que detalla las 36 horas de negociación con los talibanes en medio de una polémica por un libro sobre el operativo de la ‘número dos’ de la embajada

Varios de los afganos rescatados por el Ejército el pasado agosto en Kabul
Varios de los afganos rescatados por el Ejército el pasado agosto en KabulMinisterio de DefensaMinisterio de Defensa

La idea de escribir un libro sobre la evacuación organizada por el Gobierno español en Afganistán para sacar colaboradores cuando el país fue tomado por los talibanes sedujo a las editoriales. La entonces «número dos» de la embajada allí, Paula Sánchez, se puso manos a la obra y cuando hubo terminado pasó copia a su exjefe el embajador Gabriel Ferrán y a personal diplomático que estuvo en primera línea de la misión. La polémica desatada fue de tales dimensiones que la obra ha sido paralizada. El embajador Ferrán habla de «inexactitudes» y de «riesgo para la administración» si se publica. Cuando se cumple justo un año de un «operativo de alto riesgo» LA RAZÓN desvela documentos del Ministerio de Exteriores sobre cómo se organizó la salida de Kabul de los últimos colaboradores.

En una serie de correos, adelantados por The Objective y a los que ha tenido acceso este periódico, el embajador expresa su «indignación» por el «desaforado protagonismo que la autora se atribuye a sí misma» que deja «silenciada» la labor de personal esencial en el rescate. Entre los elementos de controversia está una operación que consistió en 36 horas de negociación con los talibanes y los americanos para sacar a personal sensible mediante dos autobuses fletados. «Lamento informarte que mi impresión es que los hechos narrados no reflejan la dinámica de trabajo que reinó durante la operación, asumiendo tú en todo momento el liderazgo de las operaciones», afea en otro mailKoussay Boulaich, asesor entonces de la Secretaría de Estado de Exteriores, con experiencia en Afganistán como portavoz de la ONU y protagonista directo del rescate.

Boulaich, Ferrán y un extrabajador de la embajada y traductor, Sayed Saber, trabajaron a contrarreloj junto al Grupo Especial de Operaciones de la Policía (GEO), que se ofreció a liderar la misión, si bien «el mando militar [Mando de Operaciones Especiales del ejército] prefirió que se realizara con operativos de Defensa», según un documento del Ministerio de Exteriores con fecha del pasado mes de septiembre. «Fueron las 36h más complicadas de mi vida, dado que esas 100 personas, perfiles muy sensibles, estaban en riesgo de perder la vida, o simplemente quedarse atrás, lo que implicaría no sólo el fracaso de una operación del Gobierno, sino duras represalias hacia personas que han luchado por los derechos humanos», reprocha Boulaich en un correo en el que pone en copia a toda la cúpula de Exteriores.

Personal de la embajada española en Kabul y geos y militares que participaron en la evacuación en Afganistán.
Personal de la embajada española en Kabul y geos y militares que participaron en la evacuación en Afganistán.larazon

Este operativo complejo y desconocido, del que esta semana se cumple justo un año, tuvo su germen el día que portavoz de la insurgencia talibán anuncia que las tropas extranjeras deben salir en una fecha límite. Quedaban por evacuar todavía afganos, «perfiles de enorme sensibilidad y riesgo», «personal prioritario de Defensa, periodistas y personal de Naciones Unidas», relata el informe del departamento que dirige José Manuel Albares.

El aeropuerto de la capital afgana era un hervidero. Las puertas Abbey y East Gate estaban colapsadas. En mitad del caos, Estados Unidos negocia en último momento con los talibanes la apertura de una tercera puerta (South Gate, que hasta entonces había estado cerrada al tráfico) para una evacuación a través de autobuses. «Todos los aspectos organizativos y logísticos quedaban a merced del país que se decidiera por esta opción», afirma el informe. En 24 horas hubo que armar un improvisado protocolo. «Se necesitaba dar con una empresa fiable y seria» de autobuses, pagar una parte por adelantado (en un país donde el sistema bancario llevaba suspendido literalmente semanas) y avisar uno a uno a la selección de personas. España eligió a 100, pero solo llegaron 60.

Para garantizar el anonimato, Boulaich diseñó un código para las familias y comenzó una a una las llamadas en la que recibieron las indicaciones: «Que el gobierno de España estaba coordinando una operación altamente confidencial»; «que no podían incluir a nadie que no estuviera en la lista porque esa opción frustraría todo el operativo»; «en cualquier momento iban a recibir una llamada con el lugar concreto del punto de recogida»; «equipaje de 10 kgs máximo»; «que cargaran sus teléfonos móviles»; «a las 17:30 se contactó con cada familia [...] citándoles en dos lugares diferentes para evitar sospechas de los viandantes»; «les deseamos mucha suerte, pidiéndoles que se armaran de paciencia y que estuvieran preparados para todo». Decenas de personas con nombres y apellidos como Hasib Tareen recuerdan, hoy ya en España, cómo esa llamada los salvó. «Koussay se hizo cargo de nuestras vidas. Para mí es un salvador», dice por teléfono.

Fragmento del informe de Exteriores sobre la evacuación en Afganistán
Fragmento del informe de Exteriores sobre la evacuación en AfganistánLa Razón

36 horas de «aguantad»

Lo que iba a durar un par de horas se prorrogó dos noches. La seguridad se complicó. A la llegada de los autobuses españoles, la cola de vehículos superaba las 12 horas. «La gente se agolpaba a las puertas [...] e intentaba colarse». «Los pasajeros me enviaban mensajes de voz y llamadas en las que podía sentir la desesperación y el miedo, al igual que el caos y las ráfagas de fuego incesantes, junto al sonido del lloro de muchos niños», detalla el asesor de Exteriores en el informe.

El destacamento del ejército tuvo que acampar en la entrada de la terminal. «Había cientos de francotiradores americanos por toda la terminal, a escasos metros de los talibanes armados que rondaban a sus anchas». Los conductores del autobús español amagaron dos veces con abandonar y el embajador dio luz verde para varios pagos extra, pero la segunda noche los talibanes echaron violentamente a todos los vehículos. El embajador americano en Kabul John Bass en conversaciones con su homólogo Ferrán aseguraba que todo iba bien. «Fuimos incapaces de convencer a varias familias que se dieron por vencidas». El segundo autobús dio por terminada la operación y los 60 pasajeros que quedaron se agruparon en uno. Este periódico ha contactado con el Ministerio para saber si entre los colaboradores que aterrizaron hace unos días llegó alguno de los que entonces abandonaron, pero no ha obtenido respuesta.

Los nuevos dueños de Afganistán modificaron sus condiciones y pidieron un listado de personas. «La inteligencia que recibimos indicaba que ahora sí que dejaban entrar». Boulaich limpió la lista de datos que hicieran reconocibles a los pasajeros y se trasladó con el entonces jefe de los GEO, Pelayo Gayol, y el intérprete a negociar directamente con el líder del contingente americano, el teniente coronel K. «Me presenté informándole de que tenía instrucciones muy claras y concisas de mi capital, Madrid. Me replicó con educación que estaban haciendo lo posible».

Negociaciones a tres

«Me llamó un excolaborador de la ONU muy nervioso [desde el autobús] para alertarme que los Talibanes les solicitaron dinero. 1200-1500 USD por familia». Boulaich puso el altavoz para que el teniente coronel K. escuchara la conversación y se produjeron momentos de mucha tensión. «Yo lo traduje [el traductor hablaba en pashto con los talibanes]. La gente que estaba en el autobús decían que estaban pidiendo dinero. El americano se puso en contacto con el jefe de los talibanes y éste les dijo que quién había dicho esto. Querían un nombre», recuerda a LA RAZÓN Sayed Saber. Según consta en los documentos de Exteriores los talibanes querían el nombre del chivato. Boulaich se negó a sentenciar a un pasajero a muerte. «Jugamos un papel muy importante. Koussay con los americanos y yo con los talibanes», explica el traductor. «Al final todo salió bien que es lo importante».

El militar americano solicitó un interlocutor en el autobús. «Le escribí el nombre a mano en un papel, junto con su teléfono móvil y le di la mano pidiéndole que mantuviera el trato de traerlo a él y a todos vivo. Me prometió que iba a hacerlo. Me dijo que había varios autobuses esperando, entre los que había 500 colaboradores suecos que según él estaban antes que nosotros. Le pedí que priorizara a los nuestros que solo eran sesenta», relata el informe.

El americanofue muy explícito cuando recibió la presión del español: «Sir we have been killing them for the last twenty years. How do you expect them to react?» [Señor, hemos pasado los últimos 20 años matándolos (a los talibanes). Cómo esperas que reaccionen ellos?]. El final llegó poco después cuando la fila de colaboradores españoles fue chequeada por la guía canina de los militares para asegurarse de que no portaban explosivos y pudieron por fin subir al último avión. «No habíamos dormido en tres días, el autobús no tenía aire acondicionado ni baño, estábamos muy frustrados, pero cuando vi a los militares españoles y a Koussay, olvidé toda la ansiedad. Ya no tuve más miedo a los talibanes», confiesa un año después Hasib Tareen.

Estados Unidos se había reservado los últimos tres días del espacio aéreo para sacar a su gente. Escasas horas más tarde se produjeron dos explosiones que mataron a 13 marines y ochenta afganos. «La segunda bomba explotó justo en el mismo lugar donde estuvo nuestro autobús durante 36 horas. La suerte nos acompañó», termina el informe.

Un libro congelado

Los detalles de este y otros operativos formaban parte de 55 días en Kabul que ya tenía portada y ficha en tiendas de libros. Fuentes del Ministerio han asegurado a este periódico que Exteriores nunca participó en su elaboración ni dio el visto bueno. La lectura por parte de los protagonistas diplomáticos de estos días ha congelado su publicación. “La manera en la que describes los hechos banaliza la historia y no es fiel a lo que ocurrió allí. Además parafraseas información que no es verídica, desestimando la labor de los que estuvimos al frente”, expresó en su mensaje Boulaich. “El hecho que nuestros cometidos cotidianos puedan quedar expuestos a textos como el que llegó hace unas semanas a mis manos, nos deja a todos, a los pies de los caballos. Inocula el germen de la desconfianza y siembra la semilla de la sospecha generalizada, lo que dudo mucho beneficie a nadie en el Ministerio, pero sí que estoy seguro nos perjudica a todos”, reprochó Ferrán.