Toni Bolaño
Los garbanzos negros
El PP necesita situarse en los niveles de antes de 2015 en los próximos comicios locales; tanto en País Vasco como en Cataluña
Sin Euskadi y Cataluña no se puede gobernar España. Los populares saben que son sus dos garbanzos negros. Las últimas elecciones fueron más que mal. En el País Vasco solo dos diputados, los otros dos de Ciudadanos, y en Cataluña solo tres, de los que dos no militaban en el partido. Es más, Eva Parera fundó otro partido mientras era diputada del PP. Nadie le dijo ni una palabra y dimitió cuando quiso.
Ahora con Feijóo el cuento está cambiando. Las encuestas le sonríen, pero sigue sin encontrar reemplazo para los garbanzos negros. En Álava, las encuestas sitúan al PP como primera fuerza en unas generales. No es poca cosa porque hoy los populares solo tienen un diputado en la cámara baja. En Cataluña, las cosas no van a mejor.
El experimento de Cayetana Álvarez de Toledo fue un fiasco, tanto como atarse una piedra al cuello y saltar al mar. Los populares se quedaron con dos míseros diputados, y uno, Cayetana, pasa olímpicamente de la tierra que le sirvió de trampolín para llegar al Congreso de los Diputados.
Ahora no hay elecciones en las dos comunidades, pero las municipales serán un buen baremo. El PP, como en el resto de España, está en alza. No conseguirá grandes éxitos, pero situarse en los niveles de antes de 2015, en los comicios locales, le daría la fuerza necesaria para mejorar sus números en las autonómicas, y volver a jugar una partida de la que fue expulsado en 2019.
El mapa popular en los municipios vascos y catalanes es sombrío. La joya de la corona fue Badalona.Xavier García Albiol logró ser alcalde, pero fue derribado por una coalición de partidos, de todos los partidos. Las encuestas le colocan al borde de la mayoría absoluta, la necesita si quiere gobernar, y el hundimiento de Ciudadanos que sin concejales le robaba unos votos fundamentales y con Vox sin posibilidades de entrar, lo puede conseguir. Es el único éxito que los populares pueden llevarse a la boca.
Pontons, toda una tradición de alcalde popular al frente, y Gimenells i Pla de la Font, que comparte con el PSC, son el único botín tras la pérdida de Castelldefels donde obtendrán buen resultado, pero la alcaldía queda lejos.
Por tanto, el PP debe centrarse en Barcelona. Todavía no tiene candidato, y no hay dirigente en el partido.
Alejandro Fernández, el presidente del PP de Cataluña, es un buen parlamentario, pero no ha sabido gobernar un partido que entró en sucesivos remolinos que lo han dejado noqueado. Pero, parece que Feijóo no lo encuentra. A siete meses de las municipales los populares no tienen alcaldable. Ni siquiera hay un candidato que despunte, a pesar de que las encuestas les dan margen de recuperación. El espacio electoral del centro derecha no independentista tiene hoy ocho concejales en la capital catalana. Ciudadanos avanza a su desaparición, Vox no entra en el consistorio según las encuestas y Valents, el partido de la antigua diputada popular Eva Parera que es el sucesor del experimento de Manuel Valls, no parece que cuente para el futuro. O sea, el terreno de juego del PP es amplio y con el complejo mapa político de Barcelona se podría erigir en árbitro para elegir alcalde, algo impensable en los populares desde la marcha de Alberto Fernández que llegó a tener, ojo al dato, nueve concejales en la Ciudad Condal.
En esto anda Feijóo, en encontrar los recambios que capitalicen el pulso electoral popular. De momento, no los tiene y en breve empezarán las prisas, y en época de tribulaciones las prisas son malas consejeras. No se trata de cambiar ni al líder del Partido Popular vasco, Carlos Iturgaiz ni al de Cataluña, Alejandro Fernández, para eso hay tiempo, aunque en Cataluña aclarar las cosas no vendría mal por la gangrena que afecta al independentismo y la inestabilidad permanente puede llevar a elecciones en cualquier momento, pero tener cabeza de cartel en Barcelona empieza a ser urgente.
Sin prisas, pero sin pausas.
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