PSOE
40 aniversario de la victoria del 82: «Sánchez se parece al último Felipe»
Sus liderazgos convergen en la influencia en Europa y ser más valorados fuera que dentro de España, donde se percibe su debilidad
La victoria del PSOE en las elecciones de 1982 fue arrolladora. Nunca un partido ha obtenido un apoyo tan mayoritario de la población española como aquel. Felipe González tejió un proyecto que supo leer e interpretar el rumbo que quería tomar la sociedad en un momento decisivo, el de aquellos primeros años de la democracia que ponían fin al proceso de Transición. Esa mayoría absoluta (202 diputados) cumplía con dos condiciones fundamentales que reflejan que este proceso había sido «exitoso y el sistema se había consolidado».
Por un lado, «que se produzca alternancia dentro del mismo y que accedan partidos que no son del régimen saliente. Esto ocurre con el PSOE». Por otro, el surgimiento de «un nuevo sistema de partidos, que se consolida como un sistema de partido y medio. Esto es, un partido que inaugura una larga hegemonía –los 12 años del PSOE–, frente a una derecha que todavía no es competitiva, está en proceso de reciclaje y recomposición», dice Pablo Simón, politólogo y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid.
«España apostó por dejar atrás el pasado, huyendo de las tentaciones relacionadas con el golpe de Estado», apunta la socióloga y politóloga Cristina Monge, que acota el sistema de partidos que se instaura en 1978-1982 hasta 2015, cuando «salta por los aires con la irrupción de los nuevos partidos, aquellos que venían a impugnarlo y a hacerle un corte de mangas al sistema». «Ahora estamos en el momento contrario, vemos una tendencia hacia los partidos refugio: aquellos que han gestionado y dan sensación de seguridad al electorado», asegura la también doctora por la Universidad de Zaragoza, que si bien considera que es pronto para valorar si se ha iniciado una vuelta hacia el bipartidismo, sí constata el «fracaso de las nuevas formaciones». Por su parte, Simón cree que lo normal es que vayamos a «más fragmentación, no a menos».
En 1982, el PSOE desplegó el liderazgo más sólido y moderno que existía en aquel momento, el de Felipe González, quien supo rodearse de profesionales para poner en pie un partido político proyectado hacia el futuro, que conectase con las aspiraciones, miedos y ambiciones de los ciudadanos. Un partido con «estructuras vivas» que incluso se oponían a las directrices que se dictaban desde La Moncloa, con más ruido interno, recuerda Simón, algo que contrata con la situación actual del PSOE, en el que los liderazgos son mucho más verticales. El politólogo sí encuentra ciertas similitudes entre Sánchez y González. «Sánchez se parece al último Felipe en su papel en Europa. Los dos están muy volcados, dan mucho la batalla. Felipe tenía una influencia muy importante en Europa, mientras que en España, en la legislatura 92-93, era muy débil. Era más valorado fuera que dentro de España». Algo que también se reproduce en la actualidad.
Partiendo de que la coyuntura es totalmente diferente, Monge sí identifica que Sánchez y González, cada uno en su contexto, «resucitaron al PSOE y lo pusieron en escena. Rebautizan, reordenan, recomponen el partido en dos momentos clave de la vida democrática y lo llevan al Gobierno», asegura la socióloga, que compara la etapa de la Transición con la de la impugnación del sistema por parte de los nuevos partidos.
«Voto vintage»
Las diferencias entre ambos las marcó el propio Sánchez, cuando recuperó las riendas de Ferraz en 2017 y desautorizó al «viejo PSOE» que había apoyado a Susana Díaz. Ahora, sin embargo, vemos como se busca capitalizar el 40 aniversario de la victoria de González, con un acto conjunto que compartirán mañana en Sevilla. Para Simón esto es un mecanismo básico de «fidelización del voto clásico». «El PSOE es el partido que mejor aguanta en Europa y hay un componente generacional», dice. Una suerte de «voto vintage» que se busca reivindicar a través del legado del PSOE por el engarce electoral tan amplio que tiene. «Sánchez quiso romper con un viejo PSOE que perdía contra Podemos, que olía a naftalina. Él rompe y apuesta por un PSOE en la órbita del 15-M, más moderno y ajustado a los tiempos», dice Monge, que considera que «ahora necesita reconciliarse con el partido», porque «González y Zapatero ahora suman y en 2015, no».
Pero no solo Sánchez revindica a González, también hemos visto alabanzas por parte del PP. Para Cristina Monge se debe a los 600.000 electores que hay en pugna entre populares y socialistas, que el principal partido de la oposición quiere captar. Son electores con una visión progresista de la vida y con un perfil de rentas medio-alto, «que no se sienten cómodos con un discurso excesivamente a la izquierda, pero ven al PP como algo rancio». «Para éstos, González fue un referente», asegura, poniendo en valor que lo que se rememora durante estos días es la parte «incontestable» de sus 14 años de gobierno, aquellas actuaciones que pusieron las bases del Estado del Bienestar, pero se «olvida» la parte más oscura, la que tiene que ver con el GAL o la corrupción.
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