Entrevista
Borja Giménez Larraz: “El asesino me miró impasible y huyó. Era consciente de que la vida de mi padre se escapaba”
Veintiún años después del atentado que costó la vida al senador del PP Manuel Giménez Abad, dos etarras están a un paso de sentarse en el banquillo por el asesinato
Tenía 17 años cuando el terrorista se acercó a su padre, el senador y presidente del PP de Aragón Manuel Giménez Abad, y le descerrajó tres disparos a bocajarro antes de huir junto a una mujer que lo esperaba en una calle contigua. Caminaban los dos, padre e hijo, hacia el estadio de La Romareda para ver juntos un partido del Real Zaragoza.
Han pasado ya más de 21 años, pero Borja Giménez Larraz (Zaragoza, 1983) convive desde entonces con el amargo recuerdo de esa fecha. El asesinato de su padre es uno de los 379 crímenes de ETA sin resolver pero, ahora, para la familia del político asesinado se ha abierto una ventana de esperanza. Dos etarras –Mikel Carrera Sarobe, «Ata», e Itxaso Zaldua– fueron procesados como supuestos autores del atentado antes de que los veinte años de prescripción cayeran como una losa sobre el asesinato. Como adelantó LA RAZÓN, la Fiscalía pide para cada uno de ellos 30 años de prisión y la fecha del juicio, que podría celebrarse en el primer semestre de 2023, está cada vez más cerca.
Más de veinte años después, ¿qué significa para usted que el juicio se vaya a celebrar por fin en los próximos meses?
Llevamos más de 20 años esperando a que se pueda juzgar a los responsables del asesinato de mi padre. Son muchos años, pero nunca hemos dejado de confiar en la Justicia. Es un momento importante para nosotros. Que los responsables de su asesinato sean juzgados no nos devolverá a nuestro padre, pero al menos ayudará a restaurar algo esa herida que se abrió el día que lo mataron.
¿Qué recuerdos conserva de ese día?
Era un domingo más. El Zaragoza jugaba en la Romareda y siempre íbamos juntos a ver el fútbol. Llevaríamos unos cinco minutos paseando, charlábamos animadamente, cuando un desalmado se acercó por detrás y le descerrajó tres tiros por la espalda. El asesinó me miró impasible y huyó corriendo. Un cobarde. A partir de ahí se hizo el horror. Me dicen que estuve muy poco tiempo sólo junto a mi padre. Para mí fue una eternidad. Era consciente de que la vida de mi padre se escapaba y yo no podía hacer nada para ayudarle.
El de su padre es uno de los 379 asesinatos de ETA sin resolver. ¿Cómo se convive añadiendo al dolor de la pérdida de un ser querido la frustración porque nadie haya pagado por su asesinato?
Se convive, pero no es fácil. Las víctimas de ETA fueron asesinadas por representar unos principios y valores, por defender el estado de derecho. Es exigible que ese estado de derecho se esfuerce y ponga medios para garantizar que se resuelven los crímenes y se haga justicia.
En julio de 2019, el juez procesó a Mikel Carrera, «Ata», por el asesinato. ¿Su familia había perdido ya la esperanza?
No negaré que ha habido momento en los que ha podido cundir el desánimo, pero nunca hemos llegado a perder la esperanza. Siempre hemos confiado en la Justicia y en el trabajo de las Fuerzas de Seguridad del Estado.
La Fiscalía ha solicitado que testifique en la vista oral. ¿Se ve con fuerzas para prestar testimonio sobre lo ocurrido?
Será un mal trago, pero claro que tengo fuerzas. Mi testimonio puede contribuir a resolver el caso y que esto permita condenar de una vez por todas a los responsables directos de su asesinato.
¿Cómo ha seguido su familia la investigación en la Audiencia Nacional durante estos años?
Lo hemos hecho a través de nuestros abogados y siempre manteniendo la confianza en el trabajo que han desarrollado. Vivimos un momento complicado cuando se archivó la causa contra un comando que actuó en Zaragoza en 2000 y recopiló información para cometer atentados en la ciudad contra distintos objetivos, entre ellos cargos políticos. El comando estaba formado por David Pla y Aitor Lorente y el juez consideró que no estaba acreditado el seguimiento a mi padre.
Los dos terroristas salieron de la cárcel en 2006. Pocos años después, David Pla se convertiría en el terrorista que leyó el comunicado de ETA en el que anunció el cese definitivo de su actividad armada. Pero no sólo eso, en diciembre del año pasado pasó a ser miembro de la dirección de EH Bildu. Habrá a alguien que esto le parezca parte de un proceso de «normalización política»; a mí me parece una provocación y una indignidad propia de un partido que no quiere romper lazos con ese pasado de connivencia con el terrorismo.
Tuvo que ir a París a una rueda de reconocimiento para identificar al supuesto asesino de su padre. No debió ser un momento fácil...
No lo fue. El asesinato de mi padre es un hecho que me va a acompañar siempre, pero uno aprende a convivir con la pena y el dolor. Encontrarme frente a su asesino hizo emerger muchos sentimientos y trajo a mi cabeza todo el sufrimiento padecido.
¿Qué sintió cuando ETA anunció el cese definitivo de la violencia hace más de diez años?
Sentí alivio al pensar que el fin de ETA estaba cada vez más cerca. Aquel anuncio fue la constatación de que ETA estaba en un proceso de descomposición fruto de la enorme presión que se había ejercido en los frentes judicial, policial y político. Sentí también que esa decisión no la tomaba ETA por un convencimiento de querer incorporarse a las vías democráticas y romper con su pasado de sangre. Lo hicieron porque estaban acorralados por la firmeza de nuestro estado de derecho.
Y ya entonces observábamos con preocupación los intentos de la izquierda abertzale de blanquear su pasado y de reescribir la historia a su manera. Preocupación que se acentúa a día de hoy cuando vemos que EH Bildu, partido que no ha sido capaz de condenar el terrorismo, ha sido encumbrado a la categoría de interlocutor privilegiado del Gobierno.
La Audiencia Nacional mantiene abiertas varias causas contra exjefes de ETA por su supuesta responsabilidad en los asesinatos cometidos bajo su mando. ¿Cree que los antiguos dirigentes de la banda terrorista deben responder por los atentados que ordenaron o no quisieron evitar?
ETA fue una organización tremendamente jerarquizada. Los etarras no asesinaban por libre. Cumplían órdenes de la dirección. Así lo constata la Audiencia Nacional, que ha abierto varias causas contra dirigentes de la organización terrorista por los atentados cometidos bajo su dirección. E incluso la comisión de peticiones del Parlamento Europeo recomendó el pasado mes de abril a las autoridades españolas competentes que exploren la teoría de la autoría mediata que está regulada en el Código Penal español. El enjuiciamiento a los líderes de la cúpula de ETA en el momento de la comisión de atentados no resueltos, como autores intelectuales e instigadores de la orden, es sin duda una vía que debe explorarse con el objetivo de luchar contra la impunidad.
¿Confía en la Justicia?
Siempre lo hemos hecho, aunque hayamos vivido algún momento complicado. Eso sí, nosotros somos unos privilegiados porque tenemos la suerte de que los responsables del asesinato van a ser juzgados. No podemos olvidar que hay más de 300 asesinatos sin resolver y, aunque el tiempo pasa, es importante que nuestro estado de derecho persista y siga haciendo esfuerzos por esclarecerlos.
¿Qué les explica a sus hijas de su padre?
Mis hijas son todavía pequeñas, tienen tres y cuatro años, pero les hablaré mucho de su abuelo. Les explicaré que fue un hombre tolerante, respetuoso, dialogante. Una muy buena persona, el mejor padre que pude tener, y que seguro habría sido el mejor abuelo. Les explicaré también que a su abuelo lo mató el odio y el fanatismo y trataré de transmitirles los valores que me inculcó. Recorreré junto a ellas todos eso caminos del Pirineo y de Jaca que él me enseñó. Y les haré ver la importancia de mantener viva la memoria de esos cientos de personas que, como su abuelo, fueron asesinadas por defender nuestra democracia.
Dado el reconocido carácter conciliador de su padre, ¿qué podría aportar a la política actual, tan necesitada de sosiego?
La política está en la actualidad tremendamente crispada. Han surgido populismos de todo tipo que han sumido el debate político en una degradación constante en la que abunda una alarmante falta de valores democráticos. Los espacios en los que opera el diálogo y el debate constructivo han sido marginados. Es ese contexto, mi padre habría tenido mucho que aportar. Era un político serio, moderado y responsable, nada sectario y con una profunda vocación de servicio público. Si algo le caracterizó fue su buena disposición al diálogo y a trabajar en favor de acuerdos que pudieran beneficiar al conjunto de la sociedad.
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