El Personaje

Marlaska: en el ojo del huracán... otra vez

No es la primera vez que el titular de Interior está en el ojo del huracán. Desde su llegada al Ministerio en 2018 se ha visto envuelto en sucesivas polémicas

Marlaska Gif
Marlaska GifPlatónIlustración

A pesar del cierre de filas oficial y la defensa del presidente Pedro Sánchez, ministros y dirigentes del PSOE admiten que Fernando Grande-Marlaska es el ministro más abrasado del Gobierno, donde ha provocado un auténtico cisma entre quienes opinan, con Yolanda Díaz en cabeza, que debe ser cesado, y los que defienden su permanencia por ser Interior un Ministerio altamente sensible bajo la eterna vigilancia de Marruecos. Aquí reside la clave para que Sánchez y los ministros socialistas se lancen en tromba a apoyar a Marlaska, aunque el escándalo de la tragedia humanitaria en Melilla del pasado mes de junio crece cada día más. En La Moncloa opinan que entregar ahora su cabeza pondría en riesgo las delicadas relaciones con el vecino marroquí, precisamente cuando a finales de noviembre está prevista una cumbre al más alto nivel con el Rey Mohamed VI, a quien Pedro Sánchez no quiere ni por asomo molestar. Pero el acoso de los ministros podemitas, sustentado en esa frase de Yolanda Díaz –«Con los derechos humanos no se juega»– y las presiones sobre el PSOE en un asunto tan sensible con 23 muertos a la espalda, vaticina el presagio de muchos socialistas de que será difícil sostenerle durante mucho tiempo.

El ministro del Interior está metido en un avispero político de campeonato. La división en el seno del Gobierno de coalición social-comunista es total. La Fiscalía y el Defensor del Pueblo exigen unos videos que Marlaska dice no tener. Los socios del Ejecutivo en el Congreso y la oposición, tras viajar a la Ciudad Autónoma, exigen depurar responsabilidades. El documental de la cadena británica BBC denuncia una avalancha de cadáveres en el lado competente de las autoridades españolas. El operativo de la Guardia Civil y la Comandancia de Melilla acusan falta de medios y desmienten al ministro. La actuación de la policía marroquí está en entredicho, sus explicaciones son siempre opacas y la sombra de las complejas relaciones con el reino alauita sobrevuela sin piedad. Las imágenes de los cuerpos inertes aplastados son feroces y Fernando Grande-Marlaska se convierte en el ministro más reprobado de la historia parlamentaria. Pese al escándalo, asegura que no piensa dimitir y, por el momento, parece que tampoco Pedro Sánchez lo cesará. Al menos, hasta que se celebre la cumbre hispano-marroquí. El PSOE intenta retrasar la comparecencia de Marlaska en la Comisión de Interior del Congreso y la anunciada de Investigación quedará en agua de borrajas.

La reunión bilateral entre España y Marruecos está prevista para el año que viene y culpabilizar a Rabat de extralimitarse en sus funciones e invadir fronteras puede hacerla saltar por los aires. De ahí la defensa numantina de Sánchez y los ministros socialistas a Fernando Grande-Marlaska, que permanece aislado, cabizbajo y como en otro mundo. «Está achicharrado», reconocen en privado compañeros de Gabinete y dirigentes del PSOE, aunque sabedores también de que el PP tampoco puede tensar mucho la cuerda con el vecino del sur. En medio del polvorín, desde el Ministerio del Interior insisten en que se han entregado todos los vídeos disponibles, pero a los diputados que visitaron Melilla los mandos policiales y de la Guardia Civil les explicaron una situación caótica, con total falta de medios, que les obligó a dejar pasar a la Gendarmería marroquí ante la avalancha de inmigrantes. El ministro se enfrenta a las imágenes y versión de los agentes durante el ataque, en clara contradicción con su interpretación de los hechos.

No es la primera vez que el titular de Interior está en el ojo del huracán. Desde su llegada al Ministerio en 2018 se ha visto envuelto en sucesivas polémicas. En su primer viaje oficial a Marruecos abordó el problema migratorio, que no ha dejado de crecer durante su mandato. La retirada de las concertinas en la fronteras de Ceuta y Melilla con el reino alauita, los asaltos de oleadas de inmigrantes a la valla, sus enfrentamientos con la Policía Nacional y la Guardia Civil con los ceses de los coroneles Manuel Sánchez-Corbi y Diego Pérez de los Mozos, el traslado de los presos de ETA a las cárceles vascas, las cesiones penitenciarias al PNV y Bildu, y sus malas relaciones con las víctimas del terrorismo son algunas de las cuestiones conflictivas que jalonan su etapa el Ministerio del Interior. Un legado que echa al traste su pasado como magistrado en el País Vasco y en la Audiencia Nacional, donde fue un implacable azote contra el terrorismo etarra y ordenó la entrada en prisión de Arnaldo Otegi. Hasta el punto de estar en el punto de mira de un comando de la banda etarra, que pretendía un atentado contra su vida. Quienes compartieron sus años como juez en Euskadi y la Audiencia Nacional le ven ahora irreconocible. «Pequeño-Marlaska», ironizan algunos de ellos en alusión a su apellido y a una trayectoria hoy transformada.

Nacido en Bilbao, hijo de un policía municipal, ingresó en la carrera judicial en 1987 y por sus manos han pasado casos de gran relevancia: el crimen de los marqueses de Urquijo, el accidente del avión militar Yak-42 en Turquía, numerosas instrucciones contra la banda terrorista ETA y el llamado «Caso Faisán» como presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Un legado jurídico de altura, ahora dilapidado desde su etapa en el Ministerio del Interior. Declarado homosexual, defensor del movimiento LGTB y casado con el filólogo Gorka Arotz, en su autobiografía «Ni pena ni miedo» critica los nacionalismos, habla abiertamente de los terribles días que vivió bajo los asesinatos de ETA, el colectivo Gay y los años de distanciamiento con su familia. Como bien dice uno de sus antiguos compañeros en la carrera judicial, a Fernando Grande-Marlaska, «quién le ha visto y quién le ve».