Política

Génova

26-M: En el aire está el futuro del PP, no su liderazgo

Casado junto a Tejerina y Montserrat en el Templo de Debod en Madrid
Casado junto a Tejerina y Montserrat en el Templo de Debod en Madridlarazon

El PP se lo juega todo en estas elecciones de mayo. Se juega su liderazgo, pero también su futuro como partido. El golpe por los malos resultados de las elecciones generales es tan fuerte que internamente ven muy difícil que puedan conseguir gestionar otro mal resultado electoral sin que el partido abra en caliente un proceso de catarsis, que muy probablemente se llevaría por delante la etapa de Pablo Casado. Casi un año después de que fuera elegido como presidente nacional del partido.

Para contener la explosión al PP no le basta con ganar en votos en las elecciones europeas y municipales. Este objetivo podría cumplirse porque el PP tiene una mayor fortaleza territorial que Ciudadanos y Vox y el reparto de los restos en estos comicios no beneficia tanto al PSOE como en las generales. Es mucho más proporcional. Pero la posición tan tocada en la que se quedan en el Congreso eleva el peso de la exigencia sobre Casado. Su partido le reconocerá que ha superado la prueba si mantienen la Presidencia de la Comunidad de Madrid y aguantan también el poder territorial que el PP retuvo en las elecciones de 2015, que ya no fueron buenas para la organización popular.

Madrid es la gran prueba de fuego porque el líder nacional hizo una apuesta muy personal en la designación de los candidatos, sobre todo en el caso de la Comunidad con la elección de Isabel Díaz Ayuso. En sus cálculos, la posibilidad de recuperar poder autonómico, aunque sea a través de alianzas, no parece fácil. Dan por hecho, además, que Ciudadanos pactará con los socialistas en Castilla-La Mancha o Extremadura, si fuera necesario, y sostienen en las respectivas organizaciones regionales que esas conversaciones ya están incluso avanzadas. Pero queda abierta la baza de llegar a acuerdos con Albert Rivera o Santiago Abascal a nivel municipal si los números dan.

En cualquier caso, Casado afronta estas elecciones como si fueran la reválida definitiva de su liderazgo. Es el primer líder del PP elegido en un Congreso sin designación directa del «aparato» del partido y lleva desde el pasado mes julio dedicado en cuerpo y alma a ganarse el apoyo de los suyos, cerrar heridas que vienen de atrás y remontar las malas encuestas que heredó de la etapa de Mariano Rajoy. Por dedicación y trabajo nadie puede levantarle la voz. La discrepancia es estratégica respecto a su posicionamiento frente a Vox, fundamentalmente. De lo que el ala más moderada responsabiliza a su entorno en Génova, muy conectado con el «aznarismo». Es un hecho que el debate sobre si seguirá o no al frente del PP después del 28-M está abierto, y prueba de ello es la atención que genera cada gesto o movimiento del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. Pero también de otros «barones» como el histórico Juan Vicente Herrera o el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno.

Ayer, en una entrevista con Carlos Alsina, en Onda Cero, Feijóo apuntó de nuevo a los «errores» que han cometido en clave estratégica. Pero formalmente se descartó para liderar el PP. Lógicamente nada se va a mover hasta se conozca el resultado de los comicios. El dirigente gallego sí insistió en que el partido debe analizar en profundidad «errores» como «abrazar a Abascal» o regalarle el centro a Rivera. Él ya advirtió contra el riesgo de la «derechización» del partido, y siempre se ha señalado por representar el sector más abierto, especialmente en temas sociales. «No es el momento de empezar a diseccionar las vísceras de lo que ha ocurrido. Ahora hay que unir el voto para después, en junio, con unidad en el partido, hacer una profunda reflexión sobre el resultado de las generales». También precisó que ni advierte movimientos internos ni se ve en la carrera por el liderazgo del partido. Tampoco lo confesaría horas antes de que arranque otra campaña electoral.