Opinión

En el arte del fango

Para gobernar hay que hablar y si no se negocia, no se gobierna. Se cubre el expediente con artificios palestinos, pero lo de verdad importante sigue atascado.

MADRID, 22/05/2024.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante el pleno del Congreso de los Diputados celebrado este miércoles. EFE/Mariscal
Pleno del CongresoMariscalAgencia EFE

Le dijo ayer Gabriel Rufián a Pedro Sánchez, una vez más, que su problema principal, amén de otros, es que no acaba de entender que no tiene mayoría absoluta. Nuestro polarizado timonel padece dureza de cacumen y se resiste a entender lo que para cualquier humano es una evidencia: sólo tiene 120 escaños de los 350 del Congreso de los Diputados, lejos de la mayoría absoluta, que hoy por hoy está en 176. Luego si quiere sacar adelante un proyecto de ley, no puede llevarlo a las Cortes sin haberlo negociado antes. Le pasó con la prostitución.

Por muy concluyente que sea el apoyo de Ábalos al respecto, el firme apoyo del repudiado exministro no da todavía para ganar votaciones. Más bien sirve para evidenciar que, si sus señorías socialistas no se avienen al diálogo, van a estar en la minoría más absoluta, como evidenció la votación del martes: 184 frente a 122. Claro que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Y Pedro presidente se niega a asimilar lo que le han dicho una y cien veces los de Esquerra y el PNV: muchacho, tienes que negociar. No dispones de mayoría absoluta como presumes y si no entendéis esta cuestión básica vais a pasar por las catorce estaciones del Vía Crucis. Total, para nada.

También se lo recordaron ayer los socios de Sumar y los menos asociados podemitas. Para gobernar hay que hablar y si no se negocia, no se gobierna. Se cubre el expediente con artificios palestinos, pero lo de verdad importante sigue atascado. Los presupuestos, sin ir más lejos. Claro que como nuestro orillado jefe vive del teatro, no hay nada que le pueda gustar más que un pleno como el de ayer, para parapetarse bajo la guerra de Gaza intentando ocultar las miserias domésticas. Cosa que no consigue por mucho que se embarre acusando a los otros de embarrar. Curioso este sistema de hacer amigos. Vas y dices que necesitamos mesura, y de golpe descerraja una ristra de insultos contra quienes pretende mesurar. Así no hay quien acuerde nada.

Salvo Vox, siempre al socorro de nuestro guía cuando el hombre está en dificultad. Abascal es un predicador sin trigo. Salvó a Sánchez en la escandalosa votación de los fondos europeos, y el martes volvió a oxigenarle cual Ábalos con las meretrices. Al final va a ser verdad lo de la pinza. Todo con tal de asfixiar a Feijóo. Pedro y Santi siempre unidos en los momentos delicados. Y el resto del tiempo a zurrarle a la derechita cobarde. Ya sea por Palestina o por Milei o por lo que sea. Los extremos se necesitan, y nuestro extremado premier entra siempre en campaña auxiliado por la zurra que los verdes le pegan al PP. De modo que, en las europeas, como en las anteriores elecciones, Abascal le dedicará más tiempo a Feijóo que al exaltado gobernante, otra vez entregado a sus contorsiones melodramáticas.

No tenía que haber esperado tanto tiempo para reconocer a Palestina. De hecho, 143 países lo hicieron antes. Pudo tomar la decisión hace años, sin esperar a que Hamas matara a 1200 judíos ni a que el despiadado Netanyahu pisoteara Gaza. Pero la oportunidad mediática, como ha dicho Belarra, es inmejorable para que tan avezado funambulista pierda la oportunidad de pavonearse. De manera que cuando lo de Javier Milei se le empieza a torcer, se mete de inmediato en otra charca, cuidando mucho de embarrarla para que el lodo inunde el coliseo entero. Tal es el arte de enfangar que exhibe con maestría nuestro cada vez más fanatizado vendedor de hollines.