Opinión

La concordia del presidente

La violencia callejera no beneficia ni al PP ni a Vox. Quienes sacan partido de lo sucedido son el PSOE y el Gobierno

AMP.- El PSOE ordena cerrar las sedes del partido esta tarde ante la convocatoria de nuevas manifestaciones
Agentes de la Policía Nacional intervienen durante una concentración frente a la sede madrileña del PSOE Europa Press

Acusan los habituales a Alberto Núñez Feijóo de no ser claro con la violencia callejera de los últimos días. Interpretación interesada, porque el presidente del PP ha sido bien claro desde el primer momento. En las manifestaciones convocadas por él no ha habido violencia de ningún tipo. Claro, se trató siempre de convocatorias legales, con equipos de seguridad eficaces que evitaron cualquier intento de manipulación por parte de grupos extremistas vinculados con no sabemos qué tipo de organizaciones ultras. Desde luego, nada que ver con Génova. Pese a lo cual, presenciamos estos días como, tanto socialistas como indepes y comunistas, se han empeñado en vincular al PP con los encapuchados que se han dedicado a reventar las manifestaciones pacíficas de una manera sospechosamente muy bien organizadas.

La pregunta es clara: tal violencia callejera, las cargas policiales, los detenidos y heridos, el caos extendido por algunas calles de Madrid... ¿a quién beneficia?. Al PP, desde luego que no, máxime si los de siempre se dedican a implicar a Feijóo en actuaciones que han sido condenadas con contundencia por el presidente de los populares, y con las que nada tiene que ver orgánicamente su partido.

A Vox también es dudoso que le pueda llegar a beneficiar, pues la violencia le resta apoyos. Santiago Abascal se sumó con entusiasmo a unas concentraciones espontáneas, las cuales fueron convocadas a través de las redes sociales, quizás porque llevaba un tiempo desaparecido y las últimas encuestas le están dando un resultado pésimo. Tenía que levantar cabeza y entendió que esta era la mejor manera de hacerlo, a tarascada limpia para colocarse en la primera fila de esas concentraciones. Operación que a la postre le ha salido mal, pues lo último que se podía imaginar el verderón es que tales actos iban a desembocar en tensos combates entre los alborotadores y las fuerzas de seguridad.

Luego no benefician ni al PP ni a Vox, y tampoco a la izquierda comunisto-separata, pese que ayer el orate Iglesias intentó, con escasa originalidad, endosar la responsabilidad de los sucedido a Isabel Díaz Ayuso y Feijóo.

Pero entonces, ¿qui prodest? ¿A quien beneficia la violencia organizada por estos cara-tapada que no tenían interés alguno en manifestarse sino en tirar piedras, romper farolas y agredir a la Policía? Quienes están sacando partido de lo sucedido son el PSOE y el propio Gobierno. Primero, porque lo utilizan como arma arrojadiza contra el PP. Segundo, al airear que es así como pretenden gobernar España la derecha y la ultra-ultraderecha. Y, en tercer lugar, en tanto que las manifestaciones ante las sedes socialistas cohesionan a un partido al que la amnistía al independentismo catalán estaba empezado ya a pasar factura.

El problema para Pedro Sánchez es que todo cuanto pudiera ganar en cohesión interna lo pierde en descrédito externo. Las manifestaciones, los insultos, las agresiones, la violencia de los últimos días son un exponente claro de la situación de deterioro de la convivencia que se está produciendo en el país pese a que el presidente del Gobierno en funciones dice que el perdón a Carles Puigdemont tiene como único objetivo propiciar el reencuentro.

Difícil reencuentro cuando los dos principales partidos de España están hoy más alejados que nunca. Cuando los separatistas insisten en que volverán a intentar el golpe, y por eso debatirán hoy en el Parlament una moción que reclama aprobar una nueva ley sobre el referéndum como paso previo a la consulta de autodeterminación antes del año 2025. Cuando las calles se están llenando de manifestantes anti-amnistía y tenemos un Poder Judicial agraviado e impelido a alertar sobre el quebrantamiento del Estado de derecho que supone soltar a los sediciosos del «procés» junto a los terroristas callejeros del Tsunami y a los amiguetes corruptos de Puigdemont.

El país no está cerca de la conciliación sino todo lo contrario. Está más enfrentado que nunca. Prueba de ello son los momentos de tensión vividos ayer en el Parlament catalán y en las Cortes de Castilla y León, con feos y obscenos gestos entre los diputados. La concordia de Sánchez. Ni más ni menos.