Opinión

Don de gentes

Siempre hubo gente con clase y clases de gente. Óscar Puente pertenece a la segunda acepción

Oscar Puente en el Pleno del Congreso que vota la amnistia
Oscar Puente en el Pleno del Congreso en el que se votó la amnistía. David JarDavid JarFotógrafos

No todo el mundo destaca en esta vida y no todo el que destaca merece ser destacado. Hay, y ha habido mentes brillantes que han cambiado el mundo y, si no lo transformaron, dejaron su huella.

Desde Leonardo da Vinci (no solo por la pintura, también por la anatomía y la ingeniería), Edison por el invento de la bombilla, Miguel de Cervantes por el Quijote, Marie Curie por su teoría de la radioactividad, Marilyn Moroe por su belleza, o más recientes como Clint Eastwood y Bill Gates.

Ninguno se asemeja al actual ministro de Transportes, Óscar Puente. Ese saber estar, esa diplomacia innata a su ser, esa prudencia al hablar, ese derroche de respeto y educación, esos razonamientos sólidos en los que basa sus argumentos, esa preferencia por estar en segundo plano huyendo del protagonismo y, sobre todo, lo más destacable, su dedicación a la gestión de las competencias que abarca su ministerio.

Ni Winston Churchill, una de las figuras clave del siglo XX, que cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial, famoso por su oratoria se asemeja al don que prodiga Óscar Puente. Es único en forjar relaciones internacionales, en beneficiar los intereses de España fuera de nuestras fronteras, en proteger a las empresas españolas en suelo extranjero.

No hay, ni ha habido, ni habrá otro que tenga tanta animadversión a la creación de conflictos como Óscar Puente porque, él, es de los que tienden puentes (en honor a su apellido). Es de los primeros en arremangarse buscando soluciones como ha demostrado con los retrasos y cortes en Cercanías. Un insulto a Ayuso y solucionado.

Siempre hubo gente con clase y clases de gente. Puente pertenece a la segunda acepción. Es de esa clase de gente poseedor de ese don de gentes que ahora se denomina MDLR o «Mec De La Rue».