Estrategia

Junts y ERC: ganar en Madrid para ganar en Cataluña

Los independentistas juegan sus bazas ante la investidura con la vista puesta en su pugna para hacerse con el control del secesionismo

Carles Puigdemont en una imagen reciente
Carles Puigdemont en una imagen recienteEuropa Press

No ha acabado nada. Ahora empieza todo. Así se puede resumir la situación política en España y en Cataluña tras el apoyo de los independentistas al bloque progresista que ha llevado a Francina Armengol a la presidencia del Congreso y a PSOE y a Sumar a tener la mayoría de la Mesa.

Junts y ERC, sobre la campana, alcanzaron acuerdos con Pedro Sánchez para visualizar su apoyo. De momento son apoyos casi gratis. Se abrirán dos comisiones de investigación, una sobre el bulo de la complicidad del CNI en los atentados de agosto del 17 en Barcelona, y otra sobre un imposible -Caso Pegasus- porque quién podría arrojar luz -el estado de Israel- no tiene ninguna intención de hacerlo, se abrirá la puerta a que los idiomas cooficiales entren en el Congreso y España pedirá que estos idiomas sean cooficiales en la Unión Europea.

De hecho, España ya lo ha pedido en una carta que ha remitido el ministro Albares a la presidencia del Consejo de la Unión Europea, es decir a Pedro Sánchez. El «papelito», como se conoce a esta carta, es el éxito que ha esgrimido Carles Puigdemont para tranquilizar a sus bases. Pero enviar esta carta no implica éxito porque debe ser aprobado por todos los países de la UE. El presidente Sánchez deberá emplearse a fondo y sudar la camiseta.

Tanto ERC como Junts han esgrimido casi de forma inmediata que este acuerdo no implica un acuerdo de investidura. Casi lo hicieron al unísono, marcándose mutuamente, porque los dos partidos independentistas están jugando su propia partida catalana en el tablero de Madrid. Dicen que está todo abierto, aunque ambos saben que estos acuerdos alcanzados con el PSOE serán papel mojado si la investidura no avanza.

El ambiente entre los dos partidos está más enrarecido que nunca con desconfianza total. Como prueba del algodón baste un tuit de Joan Tardà, el exdiputado republicano en el Congreso y con fuerte ascendencia en la cúpula de ERC, que dio la bienvenida a Junts per Catalunya a la política de ERC «nyorda -calificativo despectivo del independentismo a lo español-, traidora y botiflera», tras anunciar su acuerdo con el PSOE.

De hecho, ERC que ha sufrido ataques despiadados del independentismo más radical por su política de acuerdos y que le ha llevado a perder en estas elecciones seis diputados, fue más allá en su acuerdo con el PSOE apuntando el tema central del debate: gestiones para desjudicializar el procés, o sea la amnistía. Y los duros, los de Junts, ni siquiera hicieron una referencia lo que provocó una gran sorpresa. Con su acuerdo, ¿vuelve Junts a la política y abandona el activismo? No existe respuesta.

En el calendario de la pugna del independentismo figura la investidura de Sánchez que coincide con el momento álgido de los secesionistas: el 11 de septiembre. Un momento en el que las pasiones se desatan. La primera incógnita es cómo reaccionarán las bases independentistas. De momento, la Asamblea Nacional Catalana, convocante de los fastos, ha reaccionado con dureza. «Solo el bloqueo de las instituciones españolas puede precipitar la quiebra del Estado», afirmaban en un comunicado en el que afeaban a ERC y a Junts su acuerdo porque «facilitar la constitución activamente es entrar en el juego de quién nos quiere como súbditos”. Estas duras críticas ponen sobre la mesa la posibilidad que defiende la presidenta de la ANC, Dolors Feliu, de impulsar una lista -la cuarta lista en el argot independentista- que vaya más allá de los partidos. Entre los ideólogos de este grupo está Clara Ponsatí, eurodiputada de Junts y autoexiliada con Puigdemont del que se está separando a pasos agigantados. La otra gran organización cívica, Òmnium Cultural, ha sido critica pero bajando el tono. Se ha limitado a considerar una nimiedad que el catalán se pueda hablar en Europa y en el Congreso porque «el Estado valora como una excepción velar por un derecho fundamental como poder hablar catalán en todas partes» y ha recordado que los Tribunales siguen «atacando» la utilización de la lengua.

En este escenario, se hace casi imposible un acuerdo antes del 11S porque agitaría a los sectores más hiperventilados partidarios de poner en jaque la gobernabilidad de España que se harían con el control de las calles.

Después de esta fecha todas las posibilidades están abiertas porque una repetición electoral tampoco es un escenario apetecible porque el abstencionismo por frustración está instalado en el mundo independentista como se comprobó en municipales y generales. ERC y Junts se miran de reojo. Mantendrán sus peticiones de amnistía y referéndum. La consulta saben que es un imposible en los términos que planten, pero la búsqueda de una forma jurídica que solucione los casos de más de 4000 activistas va a centrar sus esfuerzos. No lo harán por la estabilidad de España sino por ganar su partida en Cataluña. Quieren ganar en Madrid para ganar en Cataluña. Pere Aragonés quiere un acuerdo porque su estabilidad depende del PSC y de los Comunes. Puigdemont, siempre es una incógnita.