Análisis

El lenguaje de moda en la contienda política: Estigmatiza que algo queda

Podemos ha traído a la política una retórica bélica, porque la mesura y la calma no convienen a la demagogia populista

GRAFCAT1754. BARCELONA, 17/06/2023.- El socialista Jaume Collboni (c) flanqueado por el candidato de JxCat, Xavier Trias (3d), y la candidata de BCNComú, Ada Colau (i), durante la foto de familia tras el pleno en el que Collboni ha sido elegido nuevo alcalde de Barcelona, gracias al apoyo in extremis de los comunes y del PP, que han impedido así al candidato de Junts, Xavier Trias, hacerse con la vara de mando pese a haber sido el más votado en las elecciones del 28M y pese al aval de ERC.
GRAFCAT1754. BARCELONA, 17/06/2023.- El socialista Jaume Collboni (c) flanqueado por el candidato de JxCat, Xavier Trias (3d), y la candidata de BCNComú, Ada Colau (i), durante la foto de familia tras el pleno en el que Collboni ha sido elegido nuevo alcalde de Barcelona, gracias al apoyo in extremis de los comunes y del PP, que han impedido así al candidato de Junts, Xavier Trias, hacerse con la vara de mando pese a haber sido el más votado en las elecciones del 28M y pese al aval de ERC.Agencia EFE

Soy hombre moderado. De los que piensan que la decapitación es una manera demasiado extrema de acabar con la calvicie. Por eso, desde cualquier punto de vista, rechazo –por parecerme absolutamente fuera de lugar– el uso de ese lenguaje bélico que se ha puesto de moda entre nuestros políticos autóctonos en la última década. Desde la llegada de Podemos al panorama político, está bien mirado por todas partes hablar de cosas como «asaltar el poder», «tener una tregua en las conversaciones» «ser alegres y combativos» hacer un «alto el fuego dialéctico», etc. ¿En verdad la gente que emite estos mensajes es pacifista? Preguntaré más: ¿En realidad están verdaderamente civilizados? ¿A santo de qué viene toda esta retórica bélica fecal en un país que tiene un día a día peatonal generalmente tranquilo? ¿Para qué ese lenguaje de violencia en una política nacional que, por fin, durante el último medio siglo ha respetado con bastante éxito la elemental convivencia democrática entre seres humanos?

La única explicación posible es que busca asustar, agitar, crear arrebatos de nervios irreflexivos para rentabilizar esas bajas pasiones en votos. La civilización, la ponderación, la mesura y la calma no convienen a la demagogia populista que siempre termina apelando a la agresividad. Lo hemos comprobado una vez más con los independentistas que cortejaban la alcaldía en Barcelona. Su rabieta ha sido de tales dimensiones que se han dejado decir unos disparates colosales, esdrújulos e hiperbólicos. Entre las muchas barbaridades que han emitido estos días Xavier Trias y su colega Miriam Nogueras (enloquecida representante de Puigdemont en Cataluña) está la afirmación de que sus adversarios desean «eliminarles» y «quieren enfrentamiento», que pretenden «humillarles» y «maltratarles» y que los catalanes hemos de ir todos juntos a hacerles caso a ellos porque, literalmente, –abro comillas– «si no vamos juntos, nos colgarán por separado».

Entendámonos. Ese día, lo que estaban haciendo Trias y Nogueras era rendir cuenta ante su propia militancia de la inmensa metedura de pata que habían protagonizado la tarde anterior. Habían dado por sentado que tenían una estrategia atada y bien atada y resultó que no habían calculado bien y se equivocaron. Tener que explicar ante los tuyos que la has fastidiado –y que quizá no eres tan competente como pretendes– es un trago duro y una situación complicada. Lo más socorrido en esos casos es inventarse torpemente un enemigo exterior, malo, malísimo, oscuro y tenebroso (casi un vampiro, vamos) que, desde las sombras con extraños maleficios, te ha arrebatado traidoramente la victoria. Así ya no tienes que responder de tu incompetencia, porque toda la culpa es de un supuesto enemigo apocalíptico que además es un peligro horrísono. El problema es que ese supuesto enemigo horrísono resulta que son casi todos los demás partidos importantes en Cataluña que representan a más de la mitad de la población. O sea que lo que están haciendo Trias y Nogueras es estigmatizar a la mitad de sus conciudadanos contra la otra mitad solo para eludir ellos sus responsabilidades. Estigmatizarlos como maltratadores, genocidas y peligrosos linchadores asesinos.

La rabieta de los independentistas les ha llevado a decir que sus adversarios desean «eliminarles»

Yo no desearía añadir más fricción a esa triste pareja en un momento tan dificultoso de sus vidas. La vulgaridad y la impertinencia puede abstraérsele a Trias teniendo en cuenta que va para desguace político y, al fin y al cabo, no hace más que usar el nauseabundo lenguaje político de la época. Pero si Miriam Nogueras quiere continuar en política y hacer carrera (obsceno anhelo de todos nuestros próceres hoy en día) cabría recordarle el caso de Irene Montero. La ministra terminó achicharrándose a sí misma y ahora nadie quiere verla ni en pintura. Para la izquierda, es ahora el perfecto chivo expiatorio al que cargarle todos los errores cometidos en la pasada legislatura. ¿Y cómo se autoachicharró Irene? Muy sencillo. Llegó estigmatizando a todo el mundo. Cuando había crímenes de pareja, estigmatizaba a los hombres porque, según ella, mataban siempre a las mujeres. Si su ley no funcionaba, estigmatizaba a los jueces que, de nuevo según ella, dejaban en libertad a los violadores por ser todos machistas. Su error ha sido que acostumbró tanto a su coalición a usar ese procedimiento, que ahora los suyos la han estigmatizada a ella.