Coalición

Moncloa explota el «tándem» Sánchez-Díaz frente a PP y Vox

El Gobierno sabe que las generales se decidirán por la tercera fuerza y la vicepresidenta apela a la «centralidad social» para neutralizar a Podemos

La moción de censura ha supuesto un revulsivo para el Gobierno. El Ejecutivo ha logrado rearmarse después de semanas remando a contracorriente de sus polémicas internas y pudo exhibir en sede parlamentaria no solo su balance de gestión, sino proyectar la imagen de un Gabinete unido y con garantías de continuidad. Pedro Sánchez avanzó desde la tribuna la que será una de las líneas centrales de su campaña para los próximos meses, la necesidad de «una década» para revertir los recortes del PP –«en su respuesta neoliberal a la crisis de 2008»–. Un mensaje para pedir seguidamente la confianza de la ciudadanía para «afianzar» en una legislatura más los «avances» que se han iniciado durante estos cuatro años. Las réplicas a Ramón Tamames sirvieron, además, para hacer un ejercicio de costura interna dentro de la coalición y visualizar que esta fórmula de Gobierno es viable por encima de la conflictividad interna.

En Moncloa quieren explotar el «tándem» electoral Sánchez-Díaz como una opción de referencia frente a la dupla Feijóo-Abascal. Una entente que, al incluir a la vicepresidenta, puede diluir las reticencias que despierta la figura del presidente del Gobierno, que arrastra una importante crisis reputacional y que ve mermadas sus opciones electorales si el pulso se reduce a la confrontación directa contra Feijóo. Una fórmula ganadora. De ahí que la estrategia del Gobierno se centrase en asimilar al PP con Vox –por su abstención– y en dar oxígeno político a Díaz para presentarla como una vicepresidenta con continuidad en un futuro Gabinete. El apoyo explícito del PSOE al proyecto de Díaz no es una novedad y está acompañado de continuos llamamientos, en público y en privado, a un entendimiento dentro del espacio morado para lograr presentar un proyecto ilusionante de cara al próximo ciclo electoral. Los socialistas son conscientes de que su suerte está ligada a la de sus socios y si éstos son capaces de movilizar a ese antiguo votante que no volverá a optar por el PSOE.

Esto, porque la Moncloa se decidirá por la tercera fuerza, en el pulso entre Sumar y Vox, y no tanto en la pugna entre Sánchez y Feijóo. Si las opciones de pacto a la izquierda del PSOE se diluyen, también se diluirán las de revalidar el poder. En este punto, en el Gobierno son conscientes de que hay que enfocarse en pasar a la ofensiva contra el PP y dejar de enredarse en polémicas internas que sigan minando al Ejecutivo desde dentro y comprometiendo las opciones electorales de la coalición. Si bien las diferencias con Podemos sirven a Sánchez para centrar su posición y presentarse como una opción con bagaje y moderada, frente a la radicalidad de sus socios, en el Ejecutivo ya acusan el ataque continuo del ala morada y les señalan por «equivocar al enemigo». «Hay que salir de este bucle autodestructivo», resuelven.

Los socialistas coinciden en este análisis con Díaz, que desde que colocara la primera piedra de Sumar ha tratado de romper el eje tradicional de o gana la izquierda o gana la derecha. Y eso es, principalmente, lo que la diferencia del proyecto de Podemos. La vicepresidenta apela a «ganar el país», no a conformarse con ganar en votos al bloque de la derecha, como reza la hoja de ruta de los morados. Así, el proyecto que construye va más allá de una reunificación en torno a su figura de la izquierda. Apelando a «cambiar la vida de la gente» trata de llegar al nicho menos ideologizado de izquierdas y busca construir un «proyecto para la próxima década». En su equipo ponen énfasis en que la vicepresidenta no está pensando en el corto plazo –en las próximas elecciones– sino que busca afianzar un camino de largo recorrido. Desde hace meses, la ministra de Trabajo repite el mantra de consolidar un sujeto político para mayorías, rehuyendo de la «esquinita» a la izquierda en la que sitúa a Podemos. Su fórmula es la de gobernar desde la «centralidad social» con el objetivo de llegar a las mayorías sociales. En el equipo de la vicepresidenta creen que los morados se han limitado a apelar a un votante muy ideologizado y analizan que se encuentran cómodos dirigiendo su estrategia para una minoría social. Ven «atrincherados» a su potencial aliado al dirigir sus discursos a sectores asegurados, a los que no van a votar al PSOE. Pero la vicepresidenta trata de ensanchar ese espacio, consciente que los números que actualmente manejan, entre el 8 y el 12 por ciento del voto, no suman para reeditar una alianza con el PSOE. Fuentes de este espacio sitúan en el 15 por ciento la cifra mágica para desplazar a Vox y cerrarle la puerta a una pinza con el Partido Popular.

A la lucha por el poder que Podemos ha elevado a escasos días del lanzamiento de la candidatura de Díaz, se suma la difícil convivencia dentro de la coalición en la recta final de la legislatura. Esta semana se ha visto todavía con mayor nitidez el funcionamiento del tripartito existente dentro de Moncloa. Mientras la vicepresidenta está enfocada en hacer de pegamento entre PSOE y Podemos, la cuota netamente morada en Moncloa ha pasado a desplegar su ofensiva contra su socio. Vuelven a desempolvar el discurso de que el PSOE debe «mirar a su izquierda» y «abandonar la mano del PP». Fuentes gubernamentales aseguran que han advertido a los socialistas de la necesidad de «cerrar todas las crisis» que asisten a la coalición –ley de Vivienda y reforma del «solo sí es sí»– para centrarse en la ofensiva contra la derecha para los comicios. La normativa de vivienda está prácticamente lista, pero Podemos sigue dándola por bloqueada. Tanto una como otra parte necesitan que entre en vigor ya para que sus candidatos del 28-M puedan venderla en precampaña. Será, la próxima batalla a la que asista la coalición. Todas las partes asumen que solo una negociación entre Sánchez y Díaz, la desencallará.